En el elogio retrospectivo que el
orador Cicerón hizo del viejo Catón, se percibe como un último eco de la
protesta de los que veían apenados desaparecer, con la introducción del fasto
griego y oriental, las severas virtudes de los primeros tiempos de la República.
La liberación de Andrómeda por Perseo (Museo Capitalino, Roma), relieve en mármol. Perseo tiende a mano a Andrómeda, a a que salva de una muerte segura pues había sido encadenada a una roca por Poseidón. Se trata de a representación de un mito griego en el que se apuntan las características naturalistas que definirán e retrato romano.
Relieves Grimani (Museo de Viena). Puesto que a idénticos efectos hay que buscar causas idénticas, es muy plausible que la concentración urbana, que por reacción puso de moda en Alejandría los sentimientos bucólicos, produjera en la ya populosa Roma el mismo deseo de evasión hacia la naturaleza. La génesis, así como la fuente de inspiración del relieve paisajístico romano, aparecen, pues, claras. En estos relieves, restos del zócalo de una fuente, la leona y la oveja con sus crías y sus toques rurales, apenas sugeridos, ilustran la nostalgia del ciudadano por la tierra.
Relieves Grimani (Museo de Viena). Puesto que a idénticos efectos hay que buscar causas idénticas, es muy plausible que la concentración urbana, que por reacción puso de moda en Alejandría los sentimientos bucólicos, produjera en la ya populosa Roma el mismo deseo de evasión hacia la naturaleza. La génesis, así como la fuente de inspiración del relieve paisajístico romano, aparecen, pues, claras. En estos relieves, restos del zócalo de una fuente, la leona y la oveja con sus crías y sus toques rurales, apenas sugeridos, ilustran la nostalgia del ciudadano por la tierra.
Augusto, declarándose sin
escrúpulo por el arte helenístico, acabó con esta vacilación; él, y con él toda
Roma, aceptaron sin reparo las ideas del mundo griego de su tiempo. Sus
sucesores inmediatos demostraron el mismo espíritu. Tiberio, Claudio y Nerón
construyeron, acaso más que Augusto, la ensalzada ciudad de mármol; y, por
haberse mantenido constantes en su predilección por lo puramente helénico, el
arte romano de la época de los Césares merece este capítulo.
Sucesivamente dos grandes
familias de emperadores, los Flavios y los Antoninos, llenan otra centuria; con
ellas el arte romano, ya maduro, despliega sus formas propias, de grandes
bóvedas. Por fin, en la larga serie de los últimos emperadores hasta
Constantino, el arte romano va deformándose con interesantes innovaciones y
preparando la formación de las nuevas escuelas medievales.
Relieve de Domicio Ahenobarbo con escenas de censos (Musée du Louvre, París). El Imperio romano representaría una y otra vez esta escena, aquí esculpida con un claro deseo de realismo, que muestra el final de una campaña militar con el sacrificio ritual de acción de gracias al dios Marte. Relieve de Domicio Ahenobarbo con escenas de censos (Musée du Louvre, París). A diferencia del idealismo griego, aquí los personajes se nos muestran en una escena costumbrista.
Como ejemplos de obras de los
primeros días del reinado de Augusto, hay que citar un grupo de relieves
bellísimos descubiertos por diversas partes de la ciudad. Formaban series de
pequeños cuadros esculpidos que quizá decorarían habitaciones; uno de ellos, el
más exquisito, reproduce un motivo griego que había ya representado la pintura
antigua: la liberación de Andrómeda por Perseo. La hermosa joven desciende,
hasta encontrar al héroe, por los peldaños materialmente húmedos de una roca;
el dragón está a sus pies, testimonio del combate preliminar; pero no es el
esfuerzo heroico lo que impresiona en este relieve, sino la gracia fina,
urbana, con que se encuentran los dos personajes. El joven no tiene más que
extender el brazo; ella se acerca agradecida; los pliegues de la túnica y el
manto muestran aquella suave hermosura de líneas paralelas que en ocasiones se
encuentra en las cosas naturales, como una flor abierta o un plumaje exquisito.
Otro de estos relieves muestra a
Endimión dormido; el joven reposa blandamente, mientras su perro aúlla, como si
viera a Diana aparecer en el fondo, marcado con las sombras horizontales del
relieve, que dan una impresión plástica de la oscuridad de la noche. He aquí ya
dos detalles, el de la humedad de la roca del relieve de Perseo y el de las
tinieblas del de Endimión, que son efectos de un realismo pictórico que el arte
griego no se hubiera atrevido a pedir a la escultura.
Relieve de Domicio Ahenobarbo con escenas de censos (Musée du Louvre, París). A diferencia del idealismo griego, aquí los personajes se nos muestran en una escena costumbrista.
Relieve de Domicio Ahenobarbo con escenas de censos (Musée du Louvre, París). A diferencia del idealismo griego, aquí los personajes se nos muestran en una escena costumbrista.
Esta misma impresión de
compostura helenística y de realismo latino la producen dos preciosos relieves,
llamados, por su primer posesor, relieves Grimani, también encontrados en Roma
y actualmente en el Museo de Viena, los cuales representan una oveja y una
leona con sus cachorros. Con toda seguridad fueron utilizados para el adorno de
una fuente; en los fondos se reproducen todavía los paisajes idílicos, tan
estimados en la época helenística, con cuyos modelos puede decirse que el arte
romano imperial va aprendiendo.
Pero pronto el sentido histórico
y en extremo positivista del pueblo romano exige de sus maestros griegos una
más directa imitación de la realidad. La obra más antigua que se conocen del
género histórico, puramente romano, son los relieves que se han identificado
como de un friso que adornaba el altar levantado por Domicio Ahenobarbo en
conmemoración de su Victoria de Brindisi. Estos relieves, descubiertos ya desde
muy antiguo, habían sido vendidos en Roma y dispersados; unos están en el Museo
de Munich y otros en el del Louvre, olvidándose la procedencia común de un
mismo sitio.
Los fragmentos de Munich representan
un cortejo de nereidas y tritones que acompañan el carro de Venus y Neptuno, y
están ejecutados en un estilo tan genuinamente griego, que en las historias del
arte se acostumbraban citar, no como romanos, sino como modelos de la última
orientación del arte helenístico alejandrino. En cambio, en la parte anterior
del altar, que es la del Museo del Louvre, el friso representa por primera vez
una escena que será luego mil veces repetida por el arte romano: el sacrificio
ritual de acción de gracias con que un jefe militar debía terminar siempre una
campaña. El propio Domicio está representado vestido con la toga del
sacriticador a un lado del ara, adonde le llevan las víctimas varios
auxiliares, como él coronados de laurel.
Más allá, los veteranos se
despiden de su general visiblemente emocionados; uno esconde el rostro mientras
se apoya en el caballo. Toda esta parte del friso tiene, pues, un carácter
perfectamente histórico; representa un hecho determinado; debe de ser casi de
actualidad, y, sin embargo, se pone a continuación de los relieves de Munich,
donde las nereidas y tritones no sirven más que para proporcionar, con el
lenguaje siempre alegórico preferido del arte griego, una alusión mitológica de
la campaña naval de Domicio Ahenobarbo.
En la parte genuinamente romana
del friso, o sea la del sacrificio, todos los detalles están evidentemente
copiados de la realidad; la cabeza de Domicio debe de ser un retrato, como
también acaso las de algunos de sus acompañantes. Las tres víctimas conducidas
al sacrificio, el cerdo, el carnero y el toro, señaladas por el ritual romano,
están en orden inverso en el ara de Domicio Ahenobarbo, porque la ceremonia era
para celebrar el término de la acción guerrera. Pero, en cambio, para abrir una
campaña su orden debía de ser litúrgicamente contrario.
Así puede verse en los relieves
que decoraban también con estas tres víctimas una bellísima tribuna del Foro
romano y en otras representaciones de este asunto en la columna Trajana, en
frisos de arcos triunfales y en simples aras, donde se reproducían las víctimas
y además los sacrificadores en grupos pintorescos. El arte romano sintió una
extraordinaria predilección por esta escena, donde aparecen mezclados el
sentimiento religioso del culto oficial del Estado y la glorificación de los
triunfos de sus legiones.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
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