Páginas

Artistas de la A a la Z

Arquitectura románica francesa: las escuelas regionales

Empezaremos el estudio del arte románico por el de las escuelas francesas, porque no están, como las de España, en contacto con un elemento exótico, cual eran los musulmanes, ni tienen, como las de Italia, una tan obsesionante visión de los monumentos clásicos romanos.

De todas las escuelas francesas, la que más conserva las formas clásicas romanas es la de Provenza, donde ciertas fachadas, como las de Arles, podrían considerarse como producciones de un arte romano moribundo. Cronológicamente, estas fachadas provenzales no son las obras más antiguas de la arquitectura románica francesa, pero por su estilo y su espíritu son las más románicas en el sentido de que se avienen más con las tradiciones romanas. Construidas de grandes piedras, en lugar de pequeños sillares, las naves laterales sirven de contrafuerte a la central, de medio punto, y para hacer más presión sus bóvedas son de sección de cuarto de círculo.

Iglesia de Fontevrault, en Maine-et-Loire. Consagrada en 1119, es también de estilo aquitano. La nave está sostenida por dos pilares cuadrados y masivos flanqueados por columnas hermanadas sobre los tres lados, y a lo largo de los muros se suceden arcadas ciegas.

En el crucero se levantan, generalmente, torres o cimborrios de dos pisos, y es por allí por donde penetra la luz, y lo que les da interiormente gran carácter medieval, pero en el exterior son de apariencia casi romana. No son edificios de aspecto exterior austero; tienen fachadas con columnitas, de proporciones y aspecto semejantes a los de las columnas corintias, y con frisos imitados de los antiguos sarcófagos cristianos. Las principales iglesias de este grupo de Provenza son las de Carpentras, Nimes, Cavaillon, San Trófimo de Arles, la de Saint-Gilles-du-Gard y la catedral de Aviñón. Las de Saint-Gilles-du-Gard y San Trófimo de Arles son las más famosas, sobre todo por sus fachadas; en su interior son de gran simplicidad, casi sin esculturas. Pero volviendo al asunto de su relativa modernidad, diremos que la de San Trófimo parece haber sido consagrada en 1152, esto es, ya en la etapa final del período románico.


Catedral de Saint-Front de Périgueux, en Dordoña. Excesivamente restaurada en el siglo XIX, la imagen permite diferenciar sus dos partes: una iglesia de alrededor de 1120, con planta de cruz griega cubierta con cinco cúpulas, y otra basílica del siglo XI, coronada por un campanario de cinco pisos rematado con una curiosa galería circular de columnas.


⇨ Iglesia de Saint-Benoít-sur-Loire, en el monasterio de Fleury. Uno de los ejemplos más puros de la arquitectura románica correspondiente a la escuela del Dominio Real. La bóveda gótica es muy posterior. La cripta románica data de principios del siglo XI.



Vecina de la escuela provenzal es la del Languedoc. Esta escuela meridional, que podríamos llamar lemosina, tiene su monumento más importante en la gran iglesia colegiata de Toulouse, consagrada a su patrón Saint-Sernin o San Saturnino. Es una magnífica basílica de cinco naves, con crucero y giróla, porque una de las naves laterales da la vuelta al altar mayor, donde se abren las capillas. La disposición de la girola es esencialmente francesa y típica de los “templos de peregrinación” situados en la ruta de Santiago; ya veremos que las catedrales románicas del Rin no tienen este elemento, de consecuencias más tarde felicísimas para el arte.

La iglesia de San Saturnino, iniciada en 1080, es acaso, por su estructura, la obra maestra de la arquitectura románica francesa, y precisamente por la solución del ábside, con girola y capillas. Se ha recordado que la iglesia merovingia de San Martín de Tours tenía también alrededor del sepulcro del santo un hemiciclo, que podría ser una premonición de las girólas de los tiempos románicos. Otro “templo de peregrinación” con girola es la elegante iglesia, de mediados del siglo XI, de Sainte-Foy, maravillosamente situada en un valle olvidado, junto al pueblo de Conques que conserva intacto su aspecto medieval.


Castillo de Foix, en Ariege. Construido sobre un peñasco fortificado, ya aparece mencionado en el año 987. En el siglo XI se erigió en condado y desde aquí los condes de Foix se resistieron a su anexión al reino de Francia, luchando por la independencia de las provincias occitanas.

En los siglos XI y XII era el Languedoc el centro más brillante de la cultura occidental, y se comprende que se aprovechara de los métodos más adelantados que aparecieron en los territorios vecinos. Así como en la corte de Toulouse la poesía de la Edad Media comenzó a dar los primeros frutos nacionales en lenguas románicas, así también en arquitectura las formas románicas aparecen en el Languedoc más maduras y avanzadas que en el Norte.

Las costumbres mismas, el régimen del Estado y la libertad civil, que en la corte de Toulouse parecían anticiparse a los de la sociedad moderna, contrastaban con los de los pueblos del otro lado del Loira. Eran dos culturas que tenían que chocar por fuerza a no tardar, y sólo a costa de la destrucción de una de ellas. Aprovechando la excusa de combatir la herejía de los albigenses se logró -como es harto sabido- ahogar en su apogeo la cultura occitana o provenzal.




Iglesias de Saint-Etienne y La Trinité, en Caen (Normandía). Llamadas respectivamente Abadía de los hombres y Abadía de las mujeres, son dos excelentes ejemplos de la escuela de Normandía. La búsqueda de luz en un país nórdico obligó a los constructores a levantar mucho las paredes y cubrirlas con madera primero y luego con bóvedas por arista. tsto y las dos altas torres gemelas que flanquean las fachadas serían el precedente directo del estilo gótico. Su austeridad reduce la escultura exclusivamente al tímpano.

Ciudadela de Carcasona, en Aude. Verdadera joya de la región del Languedoc, es la mayor ciudad fortificada medieval que se conserva en Europa. Está rodeada por dos enormes murallas con sus respectivas torres, y sus más de dos mil años de historia han dejado vestigios del paso de los romanos, visigodos, musulmanes y cruzados. Su mayor esplendor lo alcanzó entre los años 1 089 y 1209, bajo la dinastía de los Trencavel.

Después de la destrucción del condado de Toulouse, los artistas provenzales tuvieron que emigrar en su mayoría, y esto contribuyó a prolongar la influencia del arte meridional francés por Italia y España.

Este hecho es conocidísimo por lo que se refiere a los poetas provenzales o trovadores, que se refugiaron en la corte de los reyes de Castilla y Aragón, y en Italia, pero algo parecido a lo que ocurrió en poesía hubo de producirse en las artes plásticas.

Otra escuela románica francesa es la de Auvernia o Francia Central, en la que las iglesias, de ciertas dimensiones, tienen siempre girola en el ábside y en las naves laterales dos pisos, uno inferior, cubierto de bóvedas por arista, y otro superior, cubierto con bóvedas de cuarto de cañón, que forma las tribunas. La parte alta de la nave central recibe así la luz indirecta que le llega a través de las tribunas, y la parte baja la que le llega -también indirecta- desde las naves laterales. El modelo más representativo de este tipo es Notre-Dame-du-Port en Clermont-Ferrand, en la que se inspiraron una serie de iglesias situadas en un radio de 20 km entre las que destaca Saint-Nectaire, de hacia 1080.


Puente de Saint-Benezet, en Aviñón (Vaucluse). Vista del antiguo puente del siglo XII, del cual sólo quedan cuatro arcos, después de que las inundaciones del río Ródano ocurridas en el siglo XVII lo destruyeran parcialmente.

Exteriormente, los edificios románicos de Auvernia muestran una decoración arquitectónica formada por arcos de grandes dimensiones aplicados a las paredes y acentuada en las fachadas, empleando naves laterales. El modelo más representativo de este tipo es Notre-Dame-du-Port en Clermont-Ferrand, en la que se inspiraron una serie de iglesias situadas en un radio de 20 km entre las que destaca Saint-Nectaire, de hacia 1080.

Algunas veces el frontis de la iglesia está flanqueado por cuerpos altos, como en la catedral de Puy, o por torres rematadas por cúpulas como mitras de forma casi cónica. Tales remates se pueden ver en la catedral de Angulema y en Notre-Dame la Grande, de Poitiers. En la catedral de Angulema hallamos la misma disposición de arcos decorativos en la fachada que en la catedral de Puy, sólo que, en lugar de ser la decoración de simple policromía natural, es abundantísirna en esculturas dispuestas con notoria ingenuidad dentro de los arcos, a modo de nichos. Idéntico sistema se adoptó para decorar la elegante fachada de Notre-Dame la Grande, de Poitiers, de 1143, que ha llegado hasta hoy casi intacta.

Abadía de Saint-Benoit-sur-Loire (Loiret). Capitel esculpido que está en el portal de la torre construida en el siglo X por Gauzelin, obispo de Toul, y que pertenece a la iglesia de la abadía.

En Aquitania y en el Perigord van apareciendo las cúpulas como si quisieran suplantar las bóvedas de cañón. La catedral de Angulema tiene la nave cubierta con cúpulas semiesféricas, y éstas aparecen también como principal elemento constructivo en Cahors, Solignac y otros notables monumentos entre los que destaca la gran abadía de Fontevrault, de comienzos del siglo XII, sobre cuya nave -a la que dan una solemnidad especial los sepulcros de los reyes ingleses de la dinastía Plantagenet- se alinean las grandes cúpulas típicas de esta escuela románica francesa. Pero el ejemplo más famoso de cúpulas que forman la cubierta principal de la iglesia lo tenemos en la de Saint-Front de Périgueux (1120-1150), que con sus cinco grandes cúpulas sobre pechinas, apoyadas en pilares cuadrados que definen una planta en cruz griega, parece repetir con carácter románico la construcción bizantina de San Marcos, en Venecia y su lejano modelo de los Santos Apóstoles de Constantinopla.

El “fenómeno” de Saint-Front de Périgueux se ha explicado hasta la actualidad por una influencia veneciana, porque los venecianos tenían en la cercana Limoges una colonia y hacían un importante comercio en la Francia Central. En realidad, la iglesia de Saint-Front de Périgueux no tiene con las iglesias bizantinas construidas en ladrillo más que un parecido de planta, pero tanto la construcción como las proporciones son completamente distintas. Además, hay antecedentes en la propia Francia. La iglesia de Saint-Front no es un fenómeno aislado; tenía también una estructura con cúpulas la catedral de Angulema, y Notre-Dame la Grande de Poitiers poseía remates con cúpulas alargadas. Finalmente, la iglesia de Saint-Front fue muy restaurada en el siglo pasado por arquitectos obsesionados con la idea de la influencia bizantina, y es ahora imposible precisar lo que tenía de original francés y lo que fue de importación veneciana y oriental. Modernamente, además, sus formas han sido imitadas en las catedrales con que la piedad católica francesa ha querido hacer exhibición de riqueza, ya que no de buen gusto. La basílica del Sagrado Corazón, en Montmartre, y la iglesia de Nuestra Señora de Fourbiéres, cerca de Lyon, tienen cúpulas como las de Saint-Front.


Pantocrátor; en la iglesia de San Trófimo de Aries (Bouche-du-Rhóne). La fachada oeste del siglo XII es un magnífico ejemplo de escultura románica realizada sobre el tímpano del pórtico, en la que aparece el Pantocrátor rodeado de tetramorfos.

Otra escuela modesta en sus orígenes, pero de incalculables resultados, pues de ella surgió el arte benedictino cluniacense, es la de Borgoña. Todo el esfuerzo de los constructores borgoñones se emplea en familiarizarse con las bóvedas por arista, con arcos diagonales, llamados aristones. Serán las bóvedas características de la Edad Media. Los arquitectos de Borgoña disponen primero las bóvedas por arista a la romana, o sea sin aristones, en las naves laterales; después se atreven ya en la nave mayor, y así van lanzando las bóvedas en espacios cada vez más anchos que exigen los arcos diagonales.

La obra capital de la escuela de Borgoña era la tercera iglesia de la abadía de Cluny, de cinco naves, construida en los años que van desde 1088 hasta 1131, y por largo tiempo la mayor de la cristiandad. Fue un modelo del que se derivaron muchas otras construcciones grandiosas, como, por ejemplo, la catedral de Autun y la iglesia de Vézelay, de 1120, donde se suponía que se conservaba el cuerpo de Santa Magdalena. La iglesia de Paray-le-Monial (hacia 1100) fue levantada siguiendo los modelos de Cluny III y de Autun, como demuestra la articulación de sus muros que acusan fuertemente al exterior la presencia del transepto. Hay que acudir a esta clase de monumentos para imaginarse lo que era la gigantesca tercera basílica de Cluny, pues aquella casa, madre de toda la primera reforma de la Orden benedictina, fue destruida en tiempos de la Revolución. Como quiera que Cluny influyó enormemente hasta en el arte de su rival, la Orden cisterciense, y se extendió por toda Europa.


Pantocrátor, en la iglesia de Saint-Pierre de Moissac (Tarn-et-Garonne). En el tímpano del portal sur de la iglesia está una escultura románica fechada hacia el año 1130, en la que se representa a Cristo rodeado por los símbolos de los cuatro Evangelistas y los 24 ancianos del Apocalipsis.

Otra escuela, que debía producir también obras importantísimas, es la del Dominio Real, o territorio situado alrededor de París, llamado Île-de-France. Allí estaba la vieja iglesia-panteón de Saint-Denis, fundada por Dagoberto, reconstruida en el siglo VIII y más tarde reedificada por Suger. Con todo, el monumento de mayor pureza románica en esta región es el monasterio de Fleury en Saint-Benoit-sur-Loire, del que en 1004, fue nombrado abad Gauzelin, bastardo del rey Hugo Capeto. El gran templo tiene un enorme transepto casi en el centro y girola con capillas.

En el norte de Francia está bien caracterizada la escuela de Normandía, que por la invasión de los normandos en Inglaterra, en el siglo XI, tenía que extenderse al otro lado del canal. Las iglesias normandas son altas, armoniosas, bien dispuestas, y con luz tan abundante, que hace pensar fuera ella la preocupación principal de los juiciosos constructores del norte de Francia. Allí el clima exigía que la nave central fuese más alta que las laterales para poder abrir ventanas en los muros. Por eso, en un principio, la nave mayor fue cubierta de madera, con armaduras, ya que no se hubiera podido contrarrestar el empuje de una bóveda de cañón en aquella altura; pero después, al familiarizarse los arquitectos con las bóvedas por aristas, estas naves fueron modificadas, sustituyendo la antigua cubierta de madera por las bóvedas de piedra. Esto es lo que sucedió en las dos grandes iglesias de Caen (Saint-Etienne y La Trinité), ambas construidas en la segunda mitad del siglo XI y cubiertas con bóvedas de arista hacia 1110.

Interior de la puerta central de Santa Magdalena de Vézelay, en Borgoña. Esculpida entre 1125 y 1150, es otra de las piezas clave de la escuela de Borgoña por la refinada espiritualidad de las figuras que componen la Ascensión.

La decoración del estilo normando es sumamente característica: no tiene apenas motivos escultóricos, sino que los frisos, las archivoltas y los capiteles están revestidos de ornamentos geométricos, reminiscencia del gusto nórdico. La misma dinámica enérgica se manifiesta en las fachadas de las iglesias de Caen, perforadas por tres puertas que corresponden a las tres naves, y flanqueadas por dos altas y potentes torres con contrafuertes que subrayan su impulso vertical. Es la disposición que copiará Suger en 1137 al iniciar Saint-Denis, el edificio creador del estilo gótico. Zonas y fajas de carácter normando se encuentran también en los monumentos ingleses del siglo XII y en los edificios construidos por aquellos audaces aventureros en otros países más alejados de Francia, por ejemplo, en las iglesias normandas de Sicilia, que por dentro parecen obras árabes y bizantinas y por fuera se confundirían con catedrales inglesas o francesas de las regiones donde el estilo normando fue empleado con toda su pureza.

En Francia son numerosos los castillos que conservan restos de las primitivas fortalezas románicas, aunque se les hayan superpuesto nuevas construcciones durante la época gótica y el Renacimiento. Los castillos feudales de esta época tenían, por lo común, una robusta torre, el donjon, donde habitaba el señor con su familia y servidumbre. Era de dos o tres pisos, con una espaciosa habitación en cada planta: la inferior estaba destinada a depósito de armas, utensilios y alimentos; en el piso principal estaba la sala, donde la familia hacía vida en común, pues servía de comedor y aun de dormitorio; las partes altas estaban destinadas a la servidumbre más adicta. A veces esta gran torre tenía otra torrecilla adosada, para la escalera, y ambas estaban separadas del resto de la fortaleza por un foso interior. Rodeando la torre había el recinto que encerraba las granjas de las familias de los siervos y los establos para el ganado, protegido por un segundo foso y otra muralla. En los castillos más importantes, aquella cortina o muralla exterior se interrumpía por torres distanciadas regularmente, con almenas, y que comunicaban por un camino de ronda.


Eva de Gislebert (Museo Rolin, Autun). Esta figura alucinante de Eva, que repta y se esconde entre las hojas para coger furtivamente la manzana del mal, fue realizada entre 1135 y 1140 sobre el portal norte de la catedral de Autun. El autor fue el primer escultor románico que firmó su obra.
Un castillo así defendido es el de Foix, en lo alto de una roca que domina la ciudad. Pero en el Mediodía de Francia el mayor de todos estos recintos fortificados es el de la Ciudadela de Carcasona, pues aunque una parte de sus murallas sea de la época visigoda y otras partes estén tan restauradas que pueden llamarse modernas, dentro hay todavía muchas dependencias antiguas, calles completas formando una urbanización medieval con sus pórticos, plazas e iglesias.


Personaje femenino, en la catedral de Chartres (Eure-et-Loir). Esculpida en la puerta Real de la fachada oeste hacia 1150, representa a la Virgen como a una reina. Este pórtico es una de las partes de la primitiva catedral románica que quedó en pie después de incendiarse a finales del siglo XII.

Las obras públicas más importantes de esta época son los puentes, casi siempre estrechos, y, si podía ser, de un solo arco, para evitarse el trabajo de cimentación de los pilares. Esto obligaba a construir arcos atrevidísimos que se apoyaban sobre las rocas, a cada lado del cauce. Sin embargo, en los grandes ríos tenían que construirse puentes de varios tramos. El más famoso de Francia, en este tiempo, fue el de Aviñón, que mandó hacer San Benezet, sobre el Ródano, a imitación de un antiguo puente romano. El puente del Bonpás, también en Provenza, sobre el Durance, obligó a cambiar el nombre de Malpas, que tenía aquel paraje desde muy antiguo. En general, faltan en Francia monumentos civiles de este período románico; los grandes palacios municipales no fueron edificados hasta la época gótica, cuando las communes o municipios cobraron importancia. Excepcionalmente se ha conservado una casa comunal románica en el pueblo de Saint-Antonin, en la Costa Azul.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario.

Punto al Arte