Derivado del nombre de Micenas, es un
arte que, en sus orígenes, fue independiente por completo del cretense, pero
que, a partir del momento (hacia 1450
a .C.) en que los llamados "aqueos" hubieron
puesto el pie en Creta, quedó por él grandemente influido.
Su
moderno campeón, Heinrich Schliemann, antes de proceder a excavar, en 1876, en
los yacimientos básicos de esa cultura artística en la Argólida, Micenas y Tirinto,
había realizado excavaciones en Troya.
La
Troya que descubrió Schliemann era una pequeña ciudad amurallada, con puertas y
torres de piedras sin labrar, coronadas de una segunda defensa, hecha de
ladrillos crudos, trabados con vigas de madera. El palacio era una sencilla
construcción de tres cuerpos, mayor el del centro, con el hogar para las
reuniones, y precedido todos ellos de una antesala.
Hoy
se piensa que si Schliemann exploró en realidad el sitio de la antigua Troya , se
equivocó al fijar como contemporánea de los héroes homéricos la capa de restos
arqueológicos más profundos. La Troya de Homero no es tan antigua y está más
arriba, como dejó demostrado Dörpfeld con excavaciones. Schliemann excavó
también en Micenas, la ciudad de Agamenón, caudillo de los aliados durante la
guerra de Troya, y además excavó en Tirinto que no es ciudad, sino una
acrópolis o castillo.
El
emplazamiento de Micenas era bien conocido, puesto que los antiguos griegos
describen con todo detalle sus murallas y su recinto. Asentada dominando un
llano, su recinto se dibujaba perfectamente gracias a los restos de la muralla. Schliemann
emprendió la exploración, y a los pocos días descubrió una serie de tumbas con
cadáveres, que él creyó reconocer como los de Agamenón, Clitemnestra, Egisto y
otros individuos de la familia de los Atridas. Se les había enterrado con todas
sus joyas: en ninguna parte se había encontrado oro con más abundancia que en
estas sepulturas de Micenas.
⇦ Puerta del Tesoro de Atreo, en Micenas. El historiador Pausanias decía de Micenas: "Hay una
tumba de Atreo y también de aquellos que fueron asesinados por Egisto a su
regreso a Troya ... ". Pausanias situaba el lugar "junto a la puerta
sobre la que se encuentran los leones". Esto, y su firme creencia en la
épica homérica, condujeron a Schliemann al éxito. Pero fue Dörpfeld en 1886,
quien reconstruyó las tumbas o tholos.
Un largo corredor de grandes bloques de piedra perfectamente labrados conduce
hasta la puerta.
Estas
sepulturas estaban dentro del recinto de Micenas, en un lugar que Schliemann
llamó el "ágora" porque se hallaba rodeado de un poyo de forma
circular, donde supuso que se sentaría el consejo para celebrar sus asambleas.
Actualmente se sabe que lo que Schliemann llamó ágora era el heroón, o santuario de los héroes.
Schliemann reconoció también dentro de la ciudad de Micenas restos del Palacio
Real con una sala rectangular que está dividida por columnas, el megarón.
La
excavación del resto de la ciudad fue más que sumaria. Tenía prisa por pasar a
otro lugar donde los hallazgos fueran más positivos, y los arqueólogos de la
Escuela inglesa de Atenas tuvieron que completar las excavaciones de Micenas.
En cambio, Schliemann se dedicó a explorar las sepulturas antiguas, llamadas tesoros, de que hablaba Pausanias. Estas
construcciones se hallaban fuera de las murallas. Son, evidentemente,
sepulturas del tipo de cámara, como los dólmenes; las precede un corredor que
da ingreso a una gran sala circular para el culto, de donde se pasa a una
pequeña cámara adyacente para el cadáver. Estas construcciones, cubiertas con
bóveda, no son únicas; había otras parecidas, arruinadas, por los alrededores
de Micenas. La planta es siempre circular, y están cubiertas por losas de
piedra que van avanzando, superpuestas.
La
más importante de tales tumbas es la conocida, tradicionalmente, con el nombre
de Tesoro de Atreo, situada en la
ladera de una colina que se levanta enfrente de la acrópolis de Micenas. Ha
conservado intacta su bóveda, aunque el relieve triangular que debió adornar su
entrada ha desaparecido. Sus dimensiones son imponentes; su interior tiene un
diámetro de 14 metros
y medio, con una altura máxima que sobrepasa los 13 metros . Grandes
bloques sirven de dintel a su puerta, y lo que acaba de provocar la impresión
de asombro en el visitante es la regularidad de talla del aparejo. Las mismas
cualidades se admiran en el recinto amurallado principal que rodea la acrópolis
de Micenas. La Puerta de los Leones,
así llamada a causa del relieve triangular que la adorna, parece datar, así
como los muros y el bastión de que forma parte, de mediados de siglo XIV antes
de Cristo. Encima de su dintel horizontal, el gran relieve monolítico de piedra
gris ocupa el triángulo de descarga; representa a dos leones afrontados cuyas
cabezas se debieron labrar en bloques de piedra añadidos, y se han perdido.
Estos animales se yerguen a ambos lados de un pilar exactamente igual a los
hallados en el palacio de Cnosos, y apoyan firmemente sus patas anteriores en
el pedestal de aquella breve columna sagrada, que, encima de su capitel,
sostiene una especie de breve friso. Aunque el tema incluye un símbolo sacro o
heráldico cretense, su técnica, de escultura monumental, es peculiarmente
griega.
Murallas de la acrópolis de Micenas. Un fragmento de las murallas ciclópeas, que se franqueaban por la
Puerta de los Leones.
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Un
tercer tipo de sepulturas fue encontrado en las afueras de Micenas, y prueba que
existió una población inferior que vivía, separada, en los arrabales de la ciudad. Consistían
en unas cajas de piedra o de cerámica en forma de pequeños sarcófagos, de los
llamados larnax, como los que se
hallan también en todas las excavaciones de la Grecia prehelénica. Están
decoradas con pinturas o relieves de espirales, y otros motivos de
ornamentación geométrica. La decoración de estos sarcófagos recuerda los
adornos propios del arte europeo prehistórico de Occidente.
Esto
no tiene nada de sorprendente; los individuos enterrados en larnax, o cajas mortuorias de cerámica, serían
los primeros dorios que se iban infiltrando en el seno de la sociedad
prehelénica. La decoración nórdica de sus ataúdes resulta perfectamente
explicable. Así, las tres clases de sepulturas de Micenas reflejan los tres
tipos de población, por no decir castas, que ocuparon aquel territorio un siglo
antes del año 1000 anterior a nuestra era. Los sepulcros monumentales o tesoros
en forma de cámara serían los de los antiguos señores prehelénicos de origen
puro; los sepulcros del suelo del lugar sagrado o heroón serían ya de los príncipes aqueos que suplantaron a los
viejos monarcas, por conquista o por enlaces matrimoniales; y los larnax de cerámica corresponderían a los
primeros dorios, quizás infiltrados sigilosamente al principio o como
inmigrantes. Creciendo su número, se facilitó la invasión doria, ya de carácter
militar y enemiga intransigente de la antigua cultura prehelénica, que
respetaron los aqueos.
El
temor de una rebelión o invasión está patente en las formidables
fortificaciones de la acrópolis de Tirinto, quizás última defensa de los
señores aqueos de Micenas. Se llega a lo alto siguiendo el borde de las
murallas sin desbastar; y franqueada la entrada del recinto, que está en la
parte superior, hay que seguir por el pasadizo abovedado hasta que al final se
encuentra la entrada, a modo de propileos, con un pórtico a cada lado. Después
de un primer patio, en el extremo norte de la acrópolis, hay que torcer en
ángulo recto y atravesar otros propileos para llegar al patio principal, donde
están el altar doméstico y la entrada del megarón,
que tiene un hogar muy grande en el centro; el techo lo sostenían cuatro
columnas, seguramente de leño, cuyas bases quedan aún en el suelo. Otro megarón
parecido, aunque menor, abría su fachada en otro patio. En una prolongación del
recinto fortificado estarían las habitaciones de la servidumbre.
La
fortaleza prehelénica de Tirinto era la única residencia real cuya planta
completa se había podido excavar antes de los descubrimientos de Creta. Tirinto
fue abandonada en la época de la invasión doria, y no recibió más tarde
pobladores nuevos ni fueron aprovechadas sus ruinas para santuario, como
ocurrió con las de la acrópolis de Atenas. Esto explica el enorme interés que
despertaba aquel castillo raquero, que había sido alcázar de uno de los más
poderosos señores de la Grecia primitiva. Pero su interés resulta secundario
después de la excavación de los grandes palacios prehelénicos de Creta, que se
verificó posteriormente.
Bueyes arando (Museo de Atenas). Taza micénica de oro, cuya decoración en relieve muestra a los bueyes arrastrando un arado. El vaso procede de la tumba de un rey micénico localizada en Vafio.
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Los
historiadores clásicos sabían de manera vaga que Creta había ejercido antes de
la invasión doria una hegemonía sobre todo el mundo griego, basada
principalmente en su poder marítimo. Tucídides habla de las primeras
talasocracias, o imperios navales, y de Minos, el monarca cretense que imponía
sus tributos severamente a los griegos del continente y del archipiélago. Pero
en la última guerra de Troya ya son los señores de la tierra firme los que dirigen
la coalición de las ciudades griegas en los poemas homéricos. Agamenón y
Menelao, reyes de Micenas y Esparta, son los que extienden su autoridad sobre
los demás príncipes de Grecia y de las islas, incluso a los cretenses.
El arte decorativo ofrece, en la civilización micénica, fuertes
elementos de originalidad junto a claros influjos cretenses que hay que
supeditar al entronque que tal cultura prehelénica estableció con la que de
antiguo florecía en Creta, cuando se puso en contacto con aquella isla,
alrededor del año 1450 a .C.
Así, varios ejemplares muestran cuál debió ser, con anterioridad a tal hecho,
el impulso propio de ese arte autóctono continental; por ejemplo, las dagas que
proceden de las tumbas de Micenas se conservan en el Museo Nacional de Atenas,
presentan en sus hojas labores de relieves embutidos en plata y oro que nada
tienen de cretense, y revelan un concepto extraordinariamente dinámico y vivaz,
en sus temas finamente realizados: leones corriendo; una escena de hombres
afrontando a un león, mientras dos de estas fieras huyen; un felino cazando
pájaros.
Ciertas
copas de oro de la misma época micénica demuestran que la orfebrería debió de
ser ya importante, antes de que aquel contacto quedase establecido. Así (en el
citado museo) la llamada Copa de Néstor, de dos asas, y la taza,
admirablemente repujada, hallada en Vafio, con la figura de un toro corriendo.
Otros restos artísticos, en cambio, denotan la influencia que lo minoico
ejerció, entre ellos el de la pintura, hallada en Tirinto, de una joven
vistiendo el conocido indumento propio de las muchachas tan representadas en
Cnosos, y llevando en sus manos una caja a modo de ofrenda.
⇦ La Dama con píxide (fresco del palacio de Tirinto). La civilización minoica influyó poderosamente en la Grecia continental, antes y después de la invasión aquea. Los palacios de Micenas y Tirinto estuvieron también decorados con frescos donde se repiten los temas del salto del toro y las procesiones de oficiantes halladas en Tirinto, es una clara muestra de la pervivencia del influjo cultural de la isla en el continente. Indumentaria, postura, ritos, son idénticos. La dama tirinta podía haberse paseado por los corredores de Cnosos sin despertar el menor asombro.
La
cerámica es precisamente en sus formas, más que en su ornamentación (que es
aquí principalmente figurativa), donde muestra algunos indicios de influencia
cretense; pero sus pinturas muestran ya otras ambiciones; son de intención
narrativa y en cierto modo señalan, así, una de las principales direcciones en
que se desarrollará la ornamentación cerámica griega.
Los
asuntos son todavía con gran frecuencia marítimos, pero carecen de finura e
invención, cualidades que son patentes en las obras de arte del período
anterior. No se puede hablar aún de decadencia; las magníficas bestias de la Puerta de los Leones en Micenas se
yerguen solemnes con dignidad y grandiosidad. El arte micénico se hace
hierático, estiliza los temas, efecto que probablemente produce la presencia de
los aqueos.
Fuente: Historia del
Arte. Editorial Salvat.
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