El retrato de la joven pintado por Metzinger diluye las
formas en una fragmentación caleidoscópica sin apenas preocuparse por dar
profundidad al cuadro. El interés del autor estribaba más bien en hacer encajar
cada parte de la obra de manera lógica en el conjunto, procurando que cada una
de ellas hallara su justificación espacial por el detalle de aquello que se
observaría en la realidad, desde el gesto de la cuchara, hasta la sonrisa de
medio lado de la muchacha.
(Museo de Arte, Filadelfia)Fuente: Historial del Arte. Editorial Salvat