A raíz de un viaje a Africa realizado en 1930, la obra de
este pintor experimentó un cambio definitivo: las formas se hicieron más
precisas, salieron del océano para mostrarse sobre la tierra y a pleno sol. En
este cuadro de 1935, los extraños objetos que pueblan este universo desolado,
recuerdan minerales o huesos gigantescos reunidos en una visión apocalíptica
que sobrecoge y sorprende a la vez.
(Fundación Emanuel Hoffmenn, Offentliche Kunstsammlung,
Basilea)
Fuente: Historia del Arte. Editorial
Salvat
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