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Nacimiento de la ciudad moderna

El pensamiento urbanístico moderno se divide en dos categorías antagónicas que pueden designarse con los términos de “desurbanista” y de “progresista”.

En el momento en que la Revolución industrial y la explosión demográfica provocan el desbordamiento de las ciudades antiguas, resulta notable comprobar que la mayor parte de los ideólogos del urbanismo, desde Owen y Fourier hasta Marx y Engels, creen en la desaparición de las grandes ciudades en beneficio de una síntesis entre ciudad y campo. Esta idea es recogida especialmente en el mundo anglosajón, donde vemos que Wright y Lewis Mumford echan mano de la naturaleza para ayudar al hombre agredido por la máquina. El inglés Ebenezer Howard (1850-1928) construirá, bajo esta perspectiva, su teoría de las ciudades-jardín, en el año 1898. Su idea es construir pequeñas ciudades de 30.000 habitantes como máximo, rodeadas de terrenos agrícolas. Cada ciudad tenía que estar enlazada con las demás mediante vías de comunicación rápidas. Howard construirá dos prototipos de ciudad-jardín: Letchworth y Welwyn, pequeñas ciudades autónomas, con sus industrias.

Welwyn Garden City Townhouses en Welwyn (Gran Bretaña), de Ebenezer Howard. En consonancia con las ideas urbanísticas del momento, Howard desarrolla su teoría de ciudades-jardín a las cuales concibe como unidades urbanas autónomas de unos 30.000 habitantes, integradas por barrios residenciales de estilo rural, amplios terrenos para cultivo, áreas comerciales, culturales y un parque central con equipamientos recreativos.  

En el bando opuesto, y paralelamente, dos arquitectos franceses, Eugéne Hénard y Tony Garnier, y un ingeniero español, Soria y Mata, repensaban la ciudad en función de la máquina y la circulación.

Arturo Soria y Mata (1844-1920) es cronológicamente el primer práctico del urbanismo moderno. Ya en 1882, propone la teoría de la “ciudad lineal”, basada en el principio de una vía de circulación bordeada por una estrecha banda urbanizada que no podía crecer en espesor, sino tan sólo longitudinalmente. En 1892, Soria y Mata experimentó su sistema en el sudeste de Madrid, construyendo una línea de tranvía de 50 kilómetros de longitud, con lo que formaba la columna vertebral de una ciudad lineal. El proyecto de Soria y Mata resultó irrealizable a causa de la especulación del suelo, pero fue llevado a cabo a partir del año 1930 en la Unión Soviética, de modo especial en la construcción de Stalingrado, actual Volvogrado.

Poco conocido, Eugéne Hénard (1849-1923) se preocupó principalmente por la reurbanización de las ciudades antiguas. Así, para París traza lo que en nuestros días se convertirá en “el periférico”.

Plano de la Ciudad Lineal Arturo Soria de Chamartín, obra de Facundo Cañada. El proyecto de Arturo Soria escapaba de las utopías finiseculares del siglo XIX aproximándose a lo que serían las ciudades modernas a finales del siglo XX. Su modelo, a diferencia de las propuestas de Howard, se basaba en las líneas de comunicación, carreteras y ferrocarriles que facilitarían el acceso a los centros urbanos situados en un idóneo marco natural. 

Estudia por primera vez de forma científica las circulaciones y las congestiones, propone cruces de vías superpuestas e incluso “pisos” de circulación diferenciados mediante “suelos artificiales”. Incluso inventa lo que actualmente se denominan intercambiadores. Con Renard, empieza la ciudad motorizada, con todos los inconvenientes que de ella se derivan.

Tony Garnier (1869-1948), que fue llamado “el Jaurés del urbanismo”, replantea la ciudad en función de tres datos nuevos: la gran industria, el hormigón armado y la sociedad socialista. Su “ciudad industrial”, que proyecta a partir de 1901, que no será publicada en un álbum hasta 1917 y que no será comprendida hasta 1925, constituye en realidad la síntesis de toda la prospectiva arquitectónica del siglo XIX. Previendo la separación entre peatones y vehículos mediante calles de actividades diferenciadas, generalizando el uso del hormigón en bruto, del techo tenaza, de las zonificaciones industriales y comerciales, de partesoles, y de ventanas en línea continua, organiza su tejido urbano en función de los grupos escolares.

Proyecto de ciudad industrial, de Tony Garnier. El llamado «Jaurés del urbanismo» por su adscripción al ideario socialista proyectó una ciudad de unos 35 .000 ha bitantes con un barrio residencial, un centro urbano, una zona industrial, una estación ferroviaria y los edificios públicos, de los que excluía las comisarías de policías, las cárceles e iglesias. Asimismo, antes que Perret, propuso la utilización del hormigón armado como material principal para la construcción de los nuevos edificios.

Separando radicalmente las diferentes funciones de la ciudad: habitat, trabajo, ocio, tráfico; aislando la zona industrial mediante un “cinturón verde”, Tony Garnier precede en veinticinco años lo que se denominará el “estilo internacional”. Con cuarenta años de antelación define los principios urbanísticos de la Carta de Atenas. Tony Garnier abre el camino de un urbanismo que desembocará tanto en nuestros actuales “grandes complejos”, como en “ciudades radiantes” de Le Corbusier.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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