En Wankani, departamento de La
Paz (Bolivia), existe un centro arqueológico, estilísticamente relacionado con
la tercera época de Tiahuanaco. Se encuentra en la antigua región de Pacajes
entre los pueblos de Jesús de Machaca y Caquiaviri. Allí se pueden ver
plataformas con restos de muros de contención cuya estructura es semejante a la
de Kalasasaya. Lo más notable del conjunto son tres estelas, parecidas al
monolito “barbado”. Tienen entre tres y cuatro metros de altura y representan
figuras humanas. Se decoran con ofidios y pumas, mostrando además algunos
animales míticos, como cuadrúpedos alados.
Por su lado, el imperio panandino
de Tiahuanaco señala el fin de las culturas regionales y el nacimiento del
período urbano. Huari, que parece ser la clave de la expansión tiahuanacota, es
ya una cultura urbana fuertemente militarizada.
Mesita 8 de San Agustín (Huila, Colombia). Las mesetas artificiales del parque arqueológico de San Agustín reúnen gran cantidad de tumbas, templetes, urnas crematorias y cámaras funerarias como ésta, dedicada al dios solar, custodiada por dos guerreros armados y un águila con una serpiente en sus garras y su pico en primer término. Detrás, varios sepulcros revestidos con lajas de piedra albergan los cuerpos de personajes importantes.
Urbanísticamente, la ciudad de
Huari se divide en barrios rodeados de murallas, que tienen entre 6 y 12 metros
de altura. A veces, presentan doble muro con la parte central rellena de barro.
Los edificios son de piedra cortada.
Se encuentran en Huari una serie
de estatuas de piedra de tipo tiahuanacoide.
El centro más importante de
difusión huari-tiahuanaco en la costa es Pachacamac, impresionante santuario
erigido en adobe hasta formar una pirámide asimétrica que presenta cámaras y
recintos que aún conservan pinturas al fresco. La cerámica de Pachacamac,
variedad del estilo tiahuanaco, es característica; en ella abunda la
representación de felinos.
Los guerreros
huari-tiahuanacoides conquistaron a los nazcas, sustituyendo su arte colorista
por una cerámica más sobria de color, donde se entroniza el personaje central
de la Puerta del Sol; suben luego a Pachacamac y de allí se lanzan a la
conquista del imperio moche. Dejan huellas de su dios y de su cultura en la
cerámica y en los espléndidos tejidos hechos con la técnica de tapiz. Se
decoran con motivos geométricos y es frecuente ver en ellos las figuras aladas
de la Puerta del Sol. Después de las bordadas telas de Paracas Necrópolis,
estos tejidos de estilo de Tiahuanaco son los mejores de la zona andina.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
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