Erigido por deseo de Felipe II para conmemorar la batalla de San Quintín, para servir de residencia real y para albergar a la Orden de los Jerónimos, intervinieron en su construcción distintos arquitectos hasta que fue Juan de Herrera el que le dio su estructura actual. De planta rectangular con torreones en las esquinas, los elementos decorativos se reducen a pináculos y grandes bolas de piedra. El conjunto comprende el monasterio, la basílica, el palacio y el panteón real.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.