Múltiples son
las obras que no se han podido mencionar hasta ahora. Las atribuciones de
Caravaggio son siempre difíciles, ya que exceptuando la Decapitación de San Juan, nunca firmó sus telas. Las fechas suponen aún
otro problema que hay que resolver de manera provisoria gracias a un mosaico de
crónicas, contratos, cartas antiguas y las opiniones contemporáneas más
autorizadas.
Aparte de los
ya mencionados, los cuadros más famosos de la primera época podrían ser: dos
dudosos retratos de Maffeo Barberini (1593-1594, colecciones
privadas, Florencia); una Santa
Catalina (1595-1596, col. Thyssen, Lugano); el Narciso (1594-1596, Galería de Arte Antiguo, Roma); el Sacrificio de Isaac (1594-1596, Uffizi); la Cena en Emaús (1596-1598, National Gallery,
Londres); un San Juan Bautista (1597-1598, Museo Capitolino,
Roma); el Amor victorioso (1598-1599, de los Staatliche Museen, Berlín).
Cena de Emaús de Caravaggio (National Gallery, Londres). Pintor precoz, como suelen serlo los artistas geniales, Caravaggio estaba llamado a alzarse, en la pintura barroca italiana, contra el "sentimentalismo mecánico de los Carracci y de sus discípulos ", según Pi erre Francastel. Este cuadro fue pintado entre 1596 y 1 598, época de plena afirmación de su estilo y muestra a Jesús en el momento de bendecir el pan durante la cena que celebró con los apóstoles después de su Resurrección. Más tarde, en 1506, habría de pintar otra versión del mismo tema.
Hacia esta
época -anterior a las obras de la capilla Contarelli- el primer estilo de
Caravaggio parte un poco en todas direcciones, como si aún buscara su argumento
principal. Aunque ya había en él novedad temática, cuando pinta escenas que
pasan al aire libre sigue dependiendo de la pintura veneciana en lo que al
paisaje se refiere, a pesar de que los efectos figurativos sean crudos (Sacrificio de Isaac). Pronto llegará a inventar unos espacios cerrados (La buenaventura, La Magdalena, Santa Catalina) neutros e indeterminados; y
unos espacios abiertos de fondos muy oscuros (Narciso,
San Juan Bautista) que, en cuanto se decida a acentuar las luces, darán la fórmula
tan imitada y que ha pasado a la historia con el nombre de “tenebrismo”. Sin
olvidar tampoco el elemento color, que le sirve para expresar su temperamento,
color que él suele usar saturado aunque en una gama sorda.
Después de los
cuadros para San Luis de los Franceses se puede estimar que, prácticamente, su
estilo está completo y sólo se asiste con asombro a las variaciones que el
pintor se permite. Se nota una disposición muy teatral, pero perfectamente
válida en los grandes cuadros de La Valetta, Siracusa, Mesina. Las escenas son
de un gran dramatismo y están hechas para impresionar al espectador: grandes
espacios vacíos en penumbra cálida, en un ángulo o en la parte inferior la
escena retratada en todo su patetismo. Con sabiduría, Caravaggio rebaja el color,
lo hace más difuso y consigue que los episodios se vean en una vaga claridad
más “impresionista” y menos contrastada que anteriormente.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.