Todos los mecenas del
Renacimiento tenían, a imitación de los antiguos romanos, sus casas de. campo
adornadas con obras de arte y apropiadas para gozar en ellas de vez en cuando
algunos días de esparcimiento, con diversiones más o menos espirituales. Se han
conservado en relativo buen estado algunas de las casas de recreo y residencias
de verano de los Médicis, con un carácter mixto de finca rústica y retiro
refinado.
En Nápoles, el rey aragonés Alfonso V, llamado el Magnánimo, hizo construir dos de estas casas de recreo. Una de ellas era una construcción casi abierta, de planta cuadrada, con un patio central y pórticos en cada fachada; las únicas habitaciones que se podían cerrar eran las dispuestas en los cuatro ángulos.
Las relaciones personales de
Alfonso V de Aragón con Lorenzo de Médicis, el nieto del gran Cosme, explican
la afluencia de artistas de Florencia a Nápoles, a mediados del siglo XV.
Alfonso era ya, antes de ir a Italia, un espíritu refinado, dotado de
extraordinario buen gusto; su biblioteca, inventariada cuando sólo era infante,
estaba llena de textos clásicos. Alfonso aprovechó las simpatías que la casa de
Aragón tenía en Sicilia y los derechos más o menos dudosos de la misma al reino
de Nápoles para aventurarse en una guerra de conquista de la Italia meridional,
logrando, después de mil vicisitudes; hacer una entrada triunfal en la antigua
Parténope.
El rey aragonés ya no
regresó a sus estados de España y se convirtió en un príncipe italiano, decidido
protector de las ideas nuevas del Renacimiento. Sólo son dignos de ponerse a su
lado, por la elevación de espíritu de que dieron pruebas, Cosme de Médicis,
Nicolás V y Federico de Montefeltro.
Para conmemorar la entrada
de Alfonso en Nápoles, su hijo, Férrante, mandó construir un arco triunfal en
la puerta del Castelnuovo. El castillo era una construcción gótica del tiempo
de los reyes franceses de la casa de Anjou, y en su remozamiento, bajo Alfonso,
intervino el mallorquín Guillem Sagrera. Tenía torres cilíndricas provistas de barbacanas y en el muro que
quedaba entre dos de estas torres los artistas venidos a Nápoles en 1458
realizaron el más extraordinario monumento a la gloria del rey aragonés. Esta
obra del arco y gran parte de su labor escultórica suele atribuirse hoy al
hermano de Luciano Laurana, Francesco, aunque algunos la han atribuido al mismo Luciano. La
parte baja imita los arcos de triunfo romanos, con una puerta de arco de medio
punto flanqueada por dos columnas adosadas y dos magníficos grifos en las
enjutas del arco, que sostienen el escudo de la Casa de Aragón.
Más arriba, sobre el friso,
hay un alto relieve que representa la entrada triunfal de Alfonso en Nápoles,
precedido por los grupos de sus guerreros, los heraldos con trompetas y el rey
en el carro triunfal, tal como lo describen sus biógrafos, tirado por cuatro
caballos blancos, con la llama símbolo de sus virtudes.
Más arriba aún, como la
pared tan alta de la fortaleza medieval pedía más decoración marmórea, hay un
nuevo cuerpo, formado por una logia o balcón abierto que repite el motivo del
arco inferior. Por último, en el remate, todavía un nuevo friso de nichos con
estatuas simbólicas, y otro remate curvo, con el retrato de bulto del Magnánimo.
Patio interior del Palacio Ducal de
Urbino, obra del arquitecto
dálmata Luciano Laurana. Este palacio, considerado el más bello de todo el
quattrocento italiano, había de tener directa influencia en la obra de
Bramante, que pasó en él su juventud. Obsérvese en este patio el pórtico
inferior con arcos de medio punto que sostienen el friso que lleva una
inscripción en latín. Por su refinamiento exquisito, por su escueta sencillez,
recuerda Laurana los mejores logros de Brunelleschi.
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El arco de Alfonso proclama,
lleno de esculturas, la gloria del rey aragonés, no sólo como político, sino
también como hombre ilustrado. De los registros reales de Barcelona se ha
averiguado el curioso detalle de que el mármol procedía de Mallorca, y constan
asimismo los nombres y salarios de algunos de los canteros y tallistas que
trabajaron en su decoración, la mayoría florentinos; pero no revelan, en
cambio, ni el del arquitecto que trazó este original conjunto, ni el de su
principal escultor.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
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