Punto al Arte: El reino de Asturias

El reino de Asturias

De hecho, la invasión musulmana de España no determinó la desaparición de la arquitectura característica del período de la dominación visigoda. Esta arquitectura sobrevivirá en los magníficos edificios levantados por los reyes de Asturias y en las iglesias mozárabes, edificadas luego según las normas que los cristianos sometidos al dominio musulmán habían logrado preservar; de igual modo que los relicarios y cruces votivas que hicieron labrar los monarcas asturianos antes del año 1000 enlazan con el estilo de las fastuosas piezas de orfebrería que constituyen el tesoro de Guarrazar.

Iglesia de Santa María (Quintanilla de las Viñas, Burgos). Considerado uno de los mejores ejemplos del arte visigodo del siglo VII por la perfecta regularidad de la decoración esculpida en sus paredes exteriores, el santuario conserva algunas antiguas reminiscencias del simbolismo paleocristiano como el sol y la luna entre escenas bíblicas y figuras de ángeles de piedra. La obra de sillería se alterna con tres frisos con bajorrelieves de austero diseño que representan racimos de uvas, aves, símbolos estrellados y anagramas varios en cada una de las rodelas, típicos del arte visigodo. 
Hacia fines del siglo VIII, los reyes de la monarquía asturiana de Oviedo construyeron edificios de piedra y abovedados, cosa rara en el resto de Europa. Muchas de estas construcciones han desaparecido, pero las que se conservan son bastante bellas para merecer su estudio. Este estilo arquitectónico, llamado prerrománico asturiano, floreció bajo los reyes de Asturias, Alfonso II (789-842) y su hijo Ramiro I (842-850), y ya había cesado cuando la capitalidad del estado se trasladó de Oviedo a León, a principios del siglo X. Alfonso II el Casto -contemporáneo de Carlomagno, con quien tuvo contactos diplomáticos- fue quien edificó en Oviedo la Cámara Santa (cuyo piso superior fue reformado en época románica) y la pequeña iglesia de San Tirso, cuyos restos (una ventana de triple arco, de intención clásica) corroboran lo que acerca de su hermosura se dice en el Cronicón Albeldense, en el elogio hecho a aquel rey: basilicam qua que Sti. Tirsi miro edificio cum multis angulis fundamentavit. Alfonso II hizo erigir también cerca de su capital la iglesia de San Julián de los Prados, o de Santullano, templo espacioso que luce ya bien definidos los caracteres del estilo. 

Tiene planta basilical de tres naves separadas por pilares cuadrados que sostienen arcos de medio punto. Resulta tan sorprendente la grandiosidad de este templo como su originalidad de concepción que tanto se aleja de los modelos visigodos. Probablemente también pertenecen al reinado de Alfanso II las pequeñas iglesias de Santa María de Bendones y San Pedro de Nora.

Estrellas y anagramas (Iglesia de Santa María, Quintanilla de las Viñas). En los muros exteriores del templo burgalés se esculpieron frisos corridos de roleos que encierran diversas figuras de difícil interpretación. Entre formas vegetales, representaciones de aves, árboles sagrados y racimos de uvas, se encuentran también conchas de peregrino y símbolos de inspiración oriental. 
En una colina próxima a Oviedo se encuentran los monumentos mejor conservados y al mismo tiempo las más brillantes muestras del prerrománico asturiano. En el monte Naranco, que domina la ciudad, hay dos venerables edificios que son construcciones de mediados del siglo IX. El primero se llamaba Santa María del Naranco porque servía de iglesia y se creía que era la capilla de un palacio de Ramiro I. El segundo edificio del Naranco se erigió para ser capilla del primer edificio construido con carácter palacial, y estaba dedicado a San Miguel, que, como santo guerrero, defendía un liño, leño o astilla de la Cruz, probablemente la reliquia más santa del tesoro de Toledo.

Ambos edificios son de singular belleza: El Aula Regia, por el hecho de haber servido de iglesia rural, sufrió algunas modificaciones, que la alteraron algo, pero modernamente ha sido restaurada a su forma primitiva. Es un monumento importantísimo, pues en toda Europa no se conserva otro Salón Real de aquella época, a pesar de los muchísimos que mencionan las sagas nórdicas. Es una sala cubierta con bóvedas sin ventanas; la luz entra por los pórticos abiertos de las dos testeras, los famosos salarios que existían también en el Aula Regia de Carlomagno, en Aquisgrán.

Cuadrúpedos (Iglesia de Santa Marra, Quintanilla de las Viñas). Se cree que fueron dos grupos de canteros los que trabajaron los relieves del templo burgalés, ya que se distinguen dos estilos muy diferenciados. Si bien se evidencia una mano más clásica en la ornamentación vegetal, en el trabajo figurativo se notan más las influencias de la escultura oriental. 



Como ésta, el Aula del rey Ramiro tiene dos pisos: en el inferior, la planta está dividida en tres secciones, la central para la guardia y la servidumbre, mientras debajo de uno de los salarios había una capilla real privada, y debajo del otro estaba el baño. El conjunto del monumento tiene una planta rectangular muy alargada. El rey y sus compañeros, pares, armígeros y escuderos, yantarían y dormirían en promiscuidad teutónica en la gran sala superior; a lo más, subdividida por cortinas.

Una iglesia o ermita, abovedada, bastante alta y con porche, del mismo tipo de las dos iglesias del Naranco, es Santa Cristina de Lena (en el término de Pala de Lena, cerca de la carretera que va de Oviedo a León). Los arcos son de medio punto algo pasado. El prebisterio, al que se accede por escalones, está separado de la nave por un triple arco y por la iconostasis primorosamente labrada con relieves geométricos.

Pentateuco Ashburnham (Biblioteca Nacional, París). Aunque se han fechado en el siglo VI, no queda claro si las 19 miniaturas que componen esta obra están ejecutadas por una mano hispánica. Las afinidades judías y orientales son evidentes en el uso del color, en la manera de yuxtaponer los tonos para destacar fondos y figuras y la segmentación general de las figuras en parcelas, a modo de viñetas de cómic.



Otro monumento importante de la escuela asturiana es la iglesia del monasterio benedictino de San Salvador de Valdediós, fundado por Alfonso III el Magno en el año 893 y adonde se retiró para terminar su vida después de ser destronado por sus hijos. Es iglesia de tres naves; los ábsides son aún cuadrados, como en San Juan de Baños. Además del nártex, en la fachada tiene un pórtico lateral, y en las ventanas hay calados de piedra con dibujos como las cadenas de las coronas de Guarrazar.

Planta de Santa María del Naranco (Oviedo), arriba. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985, esta iglesia presenta una planta rectangular de 20 m de longitud y dos pisos comunicados entre sí por una escalera externa, siendo el superior mayor en altura. A la izquierda, Planta de Santa Cristina de Lena (Pola de Lena). Cinco cuerpos cuadrangulares componen este templo proclamado Patrimonio Mundial el mismo año que Santa María del Naranco. El cuerpo central corresponde a una única nave conectada a los otros cuatro, dedicados al albergue de peregrinos, al servicio del templo, a la capilla y al vestíbulo. 
Los edificios mencionados son todos rurales o suburbanos, pero los reyes de Asturias, además, edificaron con el mismo estilo grandes monumentos en su capital de Oviedo. Allí tenían su palacio, al lado del cual construyeron un conjunto monumental de notables proporciones: la catedral, consagrada al Salvador, con capilla adosada dedicada a la Virgen, el Panteón, la Cámara Santa para custodiar en ella las reliquias, y, además, un baptisterio.

Así empezó en la región asturiana un primer estilo prerrománico independiente del que estaba cuajando en el resto de Europa. A lo más, pudo estar relacionado con el arte de los vikingos escandinavos, que asolaban a menudo las costas de Asturias y Galicia.

Sala de audiencia (Iglesia de Santa María del Naranco, Oviedo). Uno de los pocos vestigios que se conservan del primitivo palacio de recreo original es el mirador que abre la vista sobre la panorámica de las laderas del monte Naranco y que presumiblemente sirvió en un principio como sala de baños antes de ser habilitada como templo por orden del rey Ramiro I. 
Estos monumentos que hoy aparecen desnudos, se sabe que estuvieron suntuosamente decorados con pinturas, mobiliario y alhajas. Se poseen algunos dibujos coloreados que se hicieron hace varias décadas copiando las grandes pinturas murales -hoy casi totalmente desaparecidas- de San Julián de los Prados. Sus temas arquitectónicos y simbólicos recuerdan los del "solarium" carolingio de Lorsch. Otros restos de Lillo, con representaciones humanas, preludian la violencia expresionista que un siglo más tarde desarrollarán las miniaturas mozárabes. Pero sólo las fantásticas piezas de orfebrería asturiana pueden darnos idea de la suntuosidad de ese pequeño reino.

Fachada lateral (Iglesia de Santa María del Naranco, Oviedo). Todos los elementos que componen arquitectónicamente el edificio presentan evidencias del palacio romano que lo antecede. Sobre una base rectangular de sillarejo se levantan dos plantas superpuestas de planta tripartita, flanqueadas por dos pórticos· que sirven de mirador a cada lado del edificio.
La pieza más antigua es la Cruz de los Ángeles, que Alfonso II mandó hacer en 808 para la catedral de Oviedo, con la amenazadora inscripción: quienquiera que osase quitármela de donde mi libre voluntad la donare, sea fulminado por el rayo divino. Más elegante y suntuosa es la Cruz de la Victoria, donada por Alfonso III en 908. Las piedras preciosas verdes y rojas, mezcladas con esmaltes, recorren los brazos de oro cubiertos de filigranas granuladas semejantes a las de las joyas carolingias. Parecida a ella, y del mismo reinado, es la caja de las reliquias de la catedral de Astorga.

Finalmente, la última pieza conocida de esta serie de joyas fabulosas es la Caja de las Ágatas que Fruela II regaló a la catedral de Oviedo en 910. Su sabia utilización de los veteados del ónice, sus esmaltes en dos tonos de azul y en rojo rubí, las piedras preciosas y los relieves en metal, evocan un lujo bárbaro que enlaza con la tradición visigoda aún más directamente que la arquitectura.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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