Además del Partenón,
Pericles hizo levantar otras construcciones, tanto en el interior de la ciudad
como
en lo alto de la Acrópolis. La primera obra importante fue la de los Propileos,
o entrada monumental, que forma como la fachada de todo el santuario por la
parte del oeste, la única que da fácil acceso a la colina rocosa de la
Acrópolis. De la dirección de la obra se encargó el arquitecto Menesicles, cuyo
plan, excesivamente grandioso, se desarrolló sólo en parte.
Una reconstrucción ideal del conjunto de la
Acrópolis muestra el valor decorativo de esta entrada monumental, con frontón
en su cuerpo central y las dos alas avanzadas. Más tarde, en la época romana,
se construyó la gran escalera de acceso y la puerta inferior, llamada en la
actualidad puerta Beulé porque su
descubrimiento, en 1840, se debió a los trabajos del arqueólogo francés Beulé.
Tal como quedaron los Propileos, su
construcción era asimétrica. Además del pasadizo entre columnas, tienen dos
pequeñas alas desiguales: una, destinada a pinacoteca, se completó; la de la
derecha quedó sólo en embrión. Las columnas de las fachadas son dóricas y sin
ninguna decoración de escultura; las puertas de la Acrópolis tienen aún aquella
magnífica severidad que se podía conseguir con el estilo dórico. Pero es
curioso observar como las columnas del interior del pasadizo pertenecen ya al
orden jónico; es un primer ejemplo de la combinación de los dos órdenes en un
mismo edificio.
A un lado de los Propileos, en un bastión
que se adelanta para defender la entrada, se construyó un pequeño templo de
estilo jónico dedicado a la Victoria sin alas, o Nike Áptera. Con aquel monumento se quería confirmar sencillamente
la aserción de que la Victoria ya no volaría ni se movería nunca más de Atenas.
El templete de la Victoria sin alas tiene su friso decorado con escenas de la
batalla de Platea, entre griegos y persas. Por lo tanto, los escultores de
Atenas se habían familiarizado con los temas históricos, preferentemente con
los asuntos tradicionales heroicos. El antepecho del bastión sobre el cual se
levanta el templo se decoró con unos portentosos relieves de Victorias, en las
cuales el estilo maravilloso de Fidias y su manera especial de dar importancia
a los pliegues del ropaje finísimo de lana revelan la belleza humana como en
las estatuas del Partenón: una de las Victorias se adelanta para subir al
carro, otra levanta el pie para atarse la sandalia, y su bello cuerpo, hoy en
día decapitado, se inclina con admirable suavidad de forma femenina,
transparentándose bajo el manto sutilísimo.
Jóvenes jinetes (Museo Británico, Londres). Las doncellas caminan
lentamente mientras los jóvenes presumen montados en encabritados corceles.
Toda la vitalidad griega está en los frisos del Partenón.
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Todavía más tarde, muertos ya Pericles y
Fidias, tenía que levantarse en la Acrópolis un último edificio para completar
aquel conjunto maravilloso. El motivo fue, seguramente, para recoger los viejos
cultos, que con la construcción del Partenón habían quedado sin santuario. En
el lugar venerable del Viejo Templo se
veían aún las señales del tridente de Poseidón y de la lanza de Atenea, y se
tenía que desagraviar a Cécrops y Erecteo, héroes desdeñados, en apariencia,
impíamente, a consecuencia de la construcción del gran templo a Atenea. Para
todas estas devociones se construyó el templo llamado Erecteo, que se levantaba cerca del lugar donde había estado el Viejo Templo.
El Erecteo fue edificado entre 421 y 407
a.C., en mármol pentélico y puro estilo jónico, el nacional de Atenas, y su
distribución y funciones constituían un verdadero enigma antes de las
excavaciones. El Erecteo es un santuario triple. En una parte está la cella, destinada a cobijar las divinas
marcas dejadas por el tridente y la lanza en la roca; en la otra, las dos
cámaras del culto de Cécrops y Erecteo. A un lado, como única innovación, hay
una tribuna graciosísima sostenida por seis cariátides, en forma de figuras de
muchacha. Esta tribuna está dedicada a Pandrosia, hija de Cécrops. El empleo de
la figura humana como soporte vertical es bastante frecuente en el arte griego
jónico (como, por ejemplo, en la puerta del Tesoro de Cnido, en Delfos), pero
no llega a ser artísticamente satisfactorio hasta que se utiliza en aquellas
figuras de la Acrópolis de Atenas. Las cariátides
del Erecteo aparecen inmóviles, pero no rígidas; sin doblarse por el peso, no
dan tampoco impresión de insensibilidad; descansan sobre una pierna y juntan
los brazos al cuerpo para aumentar la sección del soporte.
El conjunto de cuerpos y pórticos del
Erecteo contrasta con la masa dórica del Partenón. Atravesados los Propileos,
después de haber encontrado la gran Atenea de bronce, la Vía Sacra de la
Acrópolis pasaba por delante del Erecteo. El Partenón, que se encontraba algo
más lejano, no podía aplastar con su masa este edificio menor. Tenía que
seguirse aún andando a todo lo largo de la fachada lateral del Partenón para
llegar a la entrada del templo, que quedaba detrás, mirando a Oriente.
El contraste entre el Erecteo y el Partenón
no consiste única y exclusivamente en su masa, sino también en su estilo: el
Partenón es una construcción de formas severas, de molduras simples y casi
siempre rectas; en cambio, el Erecteo es un prodigio de delicadeza, cuyas
ligeras molduras superpuestas constituyen los más graciosos elementos de la
arquitectura griega. El Erecteo estaba policromado, como todos los templos
griegos. Por una inscripción que se ha conservado, con las cuentas de la obra
del edificio, se sabe lo que se gastó en color y sobre todo en oro, el cual debía
de hacer destacar los filetes y rosarios de las molduras sobre el fino mármol
en que están labrados.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
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