La visión de la guerra que vivió en el frente inspiró la
obra de este pintor, enraizada en el gótico alemán y orientada a modo de
revulsivo social. En este cuadro, pintado en 1918, expresa el drama de la
tortura y de la brutalidad, el terrorismo que dominó el Berlín posterior a la I
Guerra Mundial. Las figuras, pálidas y repulsivas, el horror descrito con toda
suerte de detalles hasta herir la sensibilidad y una meditada deformación del
espacio, fueron los recusos de un arte comprometido y realista.
(Colección Günther Franke, Munich)
Fuente: Historia del Arte. Editorial
Salvat
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