Pintado en 1937 con trazo duro y grueso como los
emplomados de un vitral, esta estilizada figura parece una versión femenina de su
galería de Pierrots. El simbolismo religioso domina la obra de este artista que
se atrevió a pintar a Cristo en la figura de un payaso y de un obrero. Llevó una
vida solitaria y no participó de las inquietudes de los fauves, sino que buscó el expresionismo que a veces llega a la
caricatura para presentar su apologética
temática.
(Instituto Carnegie, Pittsburgh)