Se trata de la
representación al óleo de una acuarela que el propio artista expuso en el Salón
de 1876. La historia de Salomé, símbolo de la mujer atractiva, decadente y
perversa, apasionó en gran medida a este pintor, máximo exponente del
simbolismo francés. Aquí la plasmó en un marco de recargada suntuosidad, aterrada
ante esta acusadora visión, pero, aún así, irresistiblemente seductora.
(Museo de Gustave Moreau, Paris)