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Arte barroco

 Período de la cultura europea y su proyección en América, en que prevaleció dicho estilo artístico, y que va desde finales del s. XVI a los primeros decenios del S. XVIII.


Definiciones y delimitación histórica

Tres interpretaciones sobresalientes se han dado al término barroco: la que le atribuye un mero significado estético de "no estilo" (Benedetto Croce); la que le otorga el valor ideal de constante histórica dentro de un repertorio de dominantes formales (Émile Faguet, Eugenio d'Ors), y la que le da un significado histórico concreto, aplicándola al período que va desde el final del Renacimiento hasta los inicios del neoclasicismo (Jacob Burckhardt).

Otro problema lo plantean los deslindes del barroco, ya que se ha intercalado entre Renacimiento y barroco otra gran fase estilística denominada manierismo. Sin omitir las distintas dificultades y críticas posibles, pueden fijarse las fechas de 1600 y de 1750 para delimitar su duración histórica. Vinculado históricamente a la Contrarreforma, se convirtió en instrumento de la Iglesia y de la Compañía de Jesús. En el dominio de la historia del arte, la expresión define la característica actitud estilística del s. XVII, originada en Roma hacia 1630 y representada por las tres figuras centrales de Gian Lorenzo Bernini, en la escultura y la arquitectura, Pietro da Cortona, en la pintura, y Francesco Borromini, en la invención de estructuras arquitectónicas. Al final del barroco, tanto en la arquitectura, como en las otras artes plásticas, se origina una fase extrema, con marcado interés por las dimensiones reducidas y las artes menores (influencias orientales), a la que se denomina rococó.

La Venus del espejo o Venus y Cupido es una de las obras más famosas y singulares de Velázquez, no tanto por su indiscutible calidad técnica sino por el tema representado: una Venus desnuda, tema insólito en la pintura española de la época. De hecho, es la única obra conservada del pintor sevillano en la que aparece un desnudo femenino integral, aunque, según los inventarios redactados aún en vida del artista, realizó otros dos más.


Características

Aunque el barroco fue una continuación del Renacimiento -ya que se basó en el estudio de los grandes maestros del s. XVI y compartió con ellos una visión sintética del espacio a través de la perspectiva y el predominio de un motivo central al que se subordinan los demás elementos-, el nuevo estilo se opuso al ideal clasicista mantenido por el Renacimiento, al tratar de traducir la sensación de lo ilimitado y de lo infinito, recurriendo a un dinamismo exacerbado, a un sentido de la forma abierta y de la visión en profundidad, y al cultivo de efectos dramáticos mediante movimientos de masas y fuertes contrastes de luz y sombra (técnica del claroscuro). En la arquitectura se dan las superficies onduladas, las plantas elípticas y las trabazones ininterrumpidas, acompañadas de una exageración de la monumentalidad. En la escultura, que adquiere un papel decorativo, se tiende a integrar el arte escultórico como parte esencial de la composición general. En las grandes pinturas murales se corrobora el gusto por la teatralidad, que asimismo se refleja en los fondos de los retratos y en los grandes altares de los templos, con sus complicadas estructuras y dramático dinamismo.

El barroco y la Contrarreforma

Los motivos heroicos de la cultura renacentista implicados en la Contrarreforma adquirieron una nueva valorización; el arte escurialense y la pintura de El Greco y de Caravaggio aportaron nuevos contenidos religiosos y morales y contribuyeron a una radical renovación de la expresión figurativa. la Iglesia católica aportó una vigorosa incorporación de motivos estrictamente renacentistas y, al mismo tiempo, se abrió paso en la pintura a un eclecticismo académico y a un creciente interés por la decoración. En este eclecticismo y naturalismo, de tipo decorativo, tienen su origen las alegorías de los cuadros devotos (la calavera, el éxtasis celestial, la mirada en rapto doloroso o apasionado). Por otra parte, se estabiliza la iconografía sacra y, paralelamente, se produce el cultivo de una serie de nuevos temas de devoción y de ilustraciones de las verdades de la fe y de los sacramentos.

El barroco en España

La arquitectura. El punto de partida de la arquitectura barroca española es el particular clasicismo escurialense de Juan de Herrera. En el primer tercio del s. XVII aparecen importantes figuras, que confieren a la arquitectura barroca española carácter propio; entre ellas cabe citar a Juan Gómez de Mora (plaza Mayor y Ayuntamiento de Madrid), Francisco Bautista (catedral de San Isidro, Madrid), Alonso Carbonell (palacio de El Pardo, también en Madrid). Más tarde se produce una evolución hacia formas que proporcionan la ilusión de movimiento; en esta línea destacan los hermanos Churriguera, máximos exponentes en el uso de la columna salomónica y de los efectos pictóricos. Alberto Churriguera construyó la plaza Mayor de Salamanca, y su hermano José Benito el gran retablo de la iglesia de San Esteban, también en Salamanca. Ya en el s. XVIII, florece un barroco exaltado, de contrastes violentos, de atrevidos juegos de luces, con el uso del estípite como elemento sustentante; ejemplo de él son las obras de Pedro de Ribera (Hospicio de San Fernando, con su enorme portada profusamente decorada, y el puente de Toledo, ambos en Madrid) y de Narciso Tomé (transparente de la catedral de Toledo), así como numerosos retablos monumentales, iglesias y capillas. De esta época es la estructura barroca de la catedral de Santiago de Compostela, en Galicia, de Fernando Casas y Novoa que, respetando el maravilloso interior románico, proporciona, con su imponente fachada principal o del Obradoiro y las plazas que rodean el templo, un impresionante aspecto de monumentalidad; lo mismo sucede con la fachada barroca de la catedral gótica de Murcia, obra de Jaime Bort. En Valencia destaca la bella fachada del palacio del marqués de Dos Aguas, diseñada por Hipólito Rovira Brocantel y esculpida por Ignacio Vergara (h. 1740). En Sevilla se levantaron en esta época numerosos palacios, iglesias y capillas, construidas por Leonardo de Figueroa y su familia (entre las que destaca la fachada del palacio de San Telmo). Con la llegada al trono de los Barbones se introduce en España un arte oficial de carácter netamente francés: palacio real de Madrid, palacios de Aranjuez y la Granja de San Ildefonso, que enlaza con el estilo neoclásico de la segunda mitad del siglo.

La escultura. La escultura barroca española se inspiró en un naturalismo de hondo sentido religioso y se plasmó, sobre todo, a través de la madera policromada. los imagineros andaluces y castellanos realizaban sus imágenes generalmente con la intención de figurar en las procesiones (imágenes de "vestir"); cabe destacar la obra de escultores como Gregorio Fernández en Valladolid, Juan Martínez Montañés en Sevilla y Alonso Cano en Granada.

La pintura. En pintura domina el realismo de sentido ascético y su evolución, iniciada con la corriente tenebrista (que tiene su origen en el claroscurismo de Caravaggio), en la que participan Sánchez Cotán, Juan de Herrera, Zurbarán y el Velázquez joven, marcará un gradual predominio de la luz. Esta tendencia realista adquiere en España más importancia que en otros países. Son realistas no sólo las figuras románticas de Ribera, las evocaciones macabras de Valdés Leal y las cándidas figuras de Murillo, sino también la fría elegancia de los santos y frailes de Zurbarán.

El barroco en el resto de Europa

Aunque la aparición de las "formas barrocas" se produjo en cada país en momentos y de modos distintos y estuvo determinada por causas variables, esas formas nacieron de un fondo común, cuyo origen se halla en la Roma de los papas, concretamente de Paulo V, Urbano VIII e Inocencia X, que impulsaron grandes transformaciones en la ciudad al patrocinar la construcción de importantes edificios religiosos y civiles. Los antecedentes de la evolución hacia la arquitectura barroca son la iglesia de Il Gesu de Giacomo Barozi da Vignola y G. della Porta, y el interior de Santa Maria della Vittoria, de Carlo Maderno. El ejemplo máximo y característico de la plenitud del desarrollo del barroco es la transformación de la basílica de San Pedro, tanto en su interior: baldaquino, cátedra de San Pedro, Scala Regia, realizadas por Bernini, como en el exterior, con la extraordinaria columnata que da acceso a la basílica, obra asimismo de Bernini, al que también se debe la iglesia de San Andrés del Quirinal. Otras muestras del barroco romano son obra de Borromini (templo de San Cario alle Quattro Fontane, renovación de San lvo alla Sapienza, e interior de Santa Agnese in Agone); a Cario Fontana corresponden las iglesias de la Magdalena y de San Marcelo. La arquitectura civil del barroco romano ofrece obras admirables y más sobrias que las eclesiásticas, como la fachada del palacio Barberini, de Bernini, y el palacio Pamphili, obra de Borromini. En Venecia la plenitud del barroco está representada por el templo de Santa Maria della Salute de Langhena y, en Turín, por las fantásticas creaciones de Guarino Guarini (San Lorenzo y la capilla del Santo Sudario de la catedral).

La escultura en Roma estuvo dominada por la gran personalidad de Bernini, con su enorme dominio de las perfectas formas clásicas, la expresión del movimiento y el patetismo de sus figuras (Apolo y DafneÉxtasis de Santa Teresa). Los grandes monumentos arquitectónicos aparecen decorados con motivos en relieve, esculturas exentas y adosadas, grupos de figuras, columnas salomónicas y profusión de guirnaldas y de suntuosos y envolventes cortinajes. Asimismo aparecen profusamente decorados los altares, sepulcros, y hornacinas, columnatas, grandes escaleras y, sobre todo, las enormes portadas de los templos y palacios.

En la pintura italiana de la época destacan los artistas surgidos del taller boloñés de los Carracci, cultivadores de un estilo ecléctico, sucesores de la escuela de Caravaggio; entre estos artistas destacan Guido Reni, Il Guercino y Il Domenichino, que alcanzaron gran éxito en su época, tanto por sus cuadros religiosos o de género, como por los grandes frescos que sirvieron para decorar magníficos edificios romanos.

En Francia, la arquitectura barroca italiana tuvo una influencia considerable en cuanto a la decoración del interior de construcciones civiles y religiosas, pero en el exterior se mantuvieron las líneas austeras del clasicismo renacentista, sólo modificado por la adición de majestuosas cúpulas. El llamado clasicismo francés se manifiesta especialmente en las grandes edificaciones civiles (palacios de la realeza o de la aristocracia), realizadas por arquitectos como Le Va u, F. Mansart, e. Perrault y Ch. Le Brun.

La escultura realizada durante el llamado siglo de oro francés sirvió, en su mayor parte, para decorar los grandes palacios y fue obra de artistas como J. GoujonA. Coysevox, Puget y F. Girardon, que cultivaron además, en su mayoría, y con gran acierto, los retratos de busto.

En pintura el influjo italiano se manifiesta en Claudio de LorenaN. Poussin, que se inspiraron en el clasicismo romano, pagano, en pinturas de tema histórico, mientras que otra generación de pintores de gran personalidad se inspiraba en el realismo italiano (Ph. de Champaigne, Le Nain o G. de La Tour).

En Flandes. la influencia de las formas barrocas se plasma en la decoración de construcciones renacentistas e incluso góticas (casas de la Gran PIaza de Bruselas). Pero donde el triunfo del barroquismo se manifiesta con mayor fuerza es en la pintura, con la figura del genial Rubens y de sus discípulos y seguidores Jordaens y sobre todo Van Dyck.

En Holanda surge, en el s. XVII, una arquitectura con características propias y en la que predomina el uso del ladrillo, que contrasta con la piedra blanca con la que se enmarcan los vanos de puertas y ventanas, así como los piñones escalonados de los remates. Este tipo de construcción se extendería por la mayoría de los países protestantes, especialmente Alemania septentrional y Escandinavia. El culto protestante no era favorable al desarrollo de la escultura, pero, por otra lado, la rica burguesía holandesa estimuló la práctica de la pintura en todos sus géneros, siendo Rembrandt su más prestigioso representante; junto a él, Vermeer de Delft y Frans Hals resumen el altísimo nivel alcanzado por la pintura holandesa de la época.

En las ciudades alemanas del norte, de religión protestante, se manifiesta la influencia de la arquitectura holandesa, mientras que, en las cortes católicas del sur y del centro, predomina la influencia del barroco italiano, tanto en arquitectura como en escultura y decoración. En sus ciudades (Viena, Praga, Dresde) se erigieron construcciones religiosas italianizantes y se desarrollaron formas decorativas exuberantes. que alcanzaron su máximo desarrollo y esplendor en el s. XVIII con el rococó.

La arquitectura barroca en América del Sur

A mediados del s. XVII se introdujo en América, a través de España, el estilo barroco imperante en gran parte de Europa, que en aquel continente alcanzó características propias que llegaron a configurar la fisonomía de las futuras nacionalidades. Cualidad común de las construcciones fue el fabuloso desarrollo de la decoración, mientras que, al igual que en España, no aparecieron grandes variaciones en el trazado de las plantas, que siguieron los cánones renacentistas.

En México, el estilo barroco alcanzó una variedad ornamental extraordinaria, especialmente en el exterior de templos y palacios, gracias al uso de materiales de brillante policromía, muy contrastados, y a la abundante utilización de las formas poligonales y mixtilíneas. Pero las manifestaciones más originales se produjeron en la ciudad de Puebla, con las llamadas "yeserías poblanas" (trabajos decorativos en yeso, coloreados, en los que se aplicaba profusamente el pan de oro), que mezclaban los temas hispánicos e indígenas (templo del convento de Santo Domingo en Puebla y también de su homónimo de Oaxaca). Entre los monumentos del s. XVIII destaca el Sagrario de la catedral de Ciudad de México, en el que, por primera vez, se utiliza la pilastra llamada estípite como elemento sustentante, y se realiza una fachada muy semejante a los grandes retablos de las catedrales españolas; de este tipo son las fachadas de la capilla de la Balbanera, en la iglesia de la Santísima, y la portada del templo de las Vizcaínas de la capital mexicana y, sobre todo, la magnífica fachada de la iglesia de Tepotzotlan. En Puebla se creó otro estilo decorativo mediante la aplicación en las fachadas de baldosines policromados: Santa María de Tonantzintla e iglesias poblanas de San Francisco, Guadalupe y la Compañía; en Ocotlán, región de Tlaxcala, se encuentra la más alta expresión de este rico estilo. En la capital, en el último tercio del siglo se inició una nueva tendencia artística que introdujo el uso de plantas de complicado diseño (capilla del Pocito, junto a la basílica de Guadalupe y Santa Maria la Redonda).

En el Virreinato del Perú el barroco, muy próximo a los cánones del barroco español, alcanzó un importante desarrollo. La plenitud del estilo se hace patente en el imponente convento de San Francisco de Lima, así como en los de la Merced y San Agustín; en la ciudad de Cuzco, destruida casi por completo por un terremoto en 1640, los principales monumentos renacentistas del siglo anterior fueron reconstruidos en estilo barroco, como en el caso de la catedral, el convento de los jesuitas, el de la Merced y los de San Pedro, Belén y San Sebastián. En la ciudad de Arequipa, muy perjudicada por los movimientos sísmicos, surgió un nuevo sistema decorativo que consistía en recubrir muros, portadas, columnas y marcos de ventanas con motivos vegetales trazados en relieve muy poco profundo, a modo de tapices (iglesia de la Compañía, edificios civiles).

Cabe destacar, asimismo, los ri cos y bellísimos monumentos que se erigen en las capitales de Ecuador, Bolivia, Colombia y Venezuela y, en América Central, la ciudad de Antigua, en Guatemala.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat

Artistas del Barroco

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