Para acompañar al arte
monumental, la escultura se aplicó con ardor a imitar los modelos italianos,
pero es principalmente en los monumentos sepulcrales donde se encuentran algo
más que esculturas puramente decorativas. En general, los mausoleos de los
Valois forman un templete abierto con columnas clásicas, en cuyo interior se
halla la caja marmórea. En lo alto, arrodillados, están el monarca y su esposa;
sobre las gradas del pedestal hacen guardia alegorías de las virtudes. Así era
el mausoleo de Luis XII y Ana de Bretaña, en Saint-Denis, y así fueron también
los de Francisco I y Enrique II, y hasta los de algunos de sus consejeros, como
el cardenal Duprat. Es un modelo que hizo fortuna y realmente estaba dentro del
espíritu de la época. Hay que recordar que Miguel
Ángel también proyectaba el sepulcro del papa Julio II como una logia
abierta, con estatuas de profetas y virtudes.
En su origen, cabe destacar que
el impulso renacentista en escultura fue debido a artistas italianos: los
hermanos Antonio y Giovanni Giusti (llamados Juste, pues estos florentinos se
naturalizaron completamente como franceses) a quienes se debe la citada tumba
de Luis XII y Ana de Bretaña, realizada entre 1517 y 1531. En ella es visible,
por ejemplo, la influencia del mausoleo de Gian Galeazzo Visconti en la cartuja
de Pavía. Sin embargo, un tipo de sepulcro completamente distinto es el que, ya
en la segunda mitad del siglo XVI, realizó para Enrique II y Catalina de
Médicis el escultor Germain Pilón. La cruda y noble evidencia de estas dos
figuras yacentes, semidesnudas, recuerda la tradición gótica francesa de los gissants, pese al áspero realismo que la
caracteriza.
Pero hay que señalar que Jean
Goujon es, sobre todo, un artista esencialmente francés. Ello lo vemos en su
tipo de belleza aristocrática, en su cultura y refinamiento, que no pueden ser
más que de un francés; los gestos de sus personajes femeninos no sabe
imaginarlos más que con formas y cuerpos de la Francia eterna, perenne, real.
Es, principalmente, la Francia de Ronsard, Marot, Du Bellay y hasta de
Montaigne. A pesar de las pocas obras que se conservan actualmente de Jean
Goujon, su manera se ha mantenido hasta casi nuestros días.
De todas formas, poco se sabe de
la persona y la vida de Jean Goujon. Una de las hipótesis más probables que se
barajan sobre su origen es que acaso fuera oriundo de Normandía, como también
lo fuera, por ejemplo, Diana de Poitiers; al menos se cree obra suya la tumba
del marido de Diana, que puede admirarse en la catedral de Rúan. Lo que sí que
se ha podido comprobar es que en 1542 se encontraba en París, donde, por haber
asistido a un sermón hugonote, se le condenó a un paseo infamante por las
calles de la capital y a presenciar después la muerte en la hoguera del
predicador protestante. En el año 1544 trabajó por encargo del condestable de
Montmorency en Ecouen y en seguida, acaso protegido por Diana de Poitiers, ya
elevada al rango de favorita del rey, fue asociado al arquitecto Fierre Lescot
para las obras del palacio del Louvre.
Mausoleo de Enrique II y Catalina de Médicis, de Germain Pilon (basílica de Saint-Denis, París). Una construcción que se asemeja a un arco de triunfo recoge a los yacentes. Cada uno de los ángulos está soportado por unos orantes y cuatro virtudes de bronce les velan y, arriba, los reyes la coronan. Fue diseñada de acuerdo con las premisas de la arquitectura del autor renacentista Donato Bramante.
Fuente de las Ninfas, de Pierre Lescot y Jean Goujon (solar del antiguo Cementerio de los Inocentes, París). La colaboración de Lescot y Goujon en la realización desembocó en una composición de clásica belleza. Este es uno de sus relieves (Louvre), muestra del refinado y aristocrático estilo francés de Goujon, "el escultor más excelente de la época".
Como testimonio de las relaciones
de Jean Goujon y Diana de Poitiers queda su famoso retrato de la favorita
representada como Diana, con el ciervo y los perros. Es una de las obras más
excelentes de la escultura francesa de todos los tiempos; el cuerpo eternamente
joven de Diana tiene proporciones bien francesas y está colocado con singular
elegancia. Diana, completamente desnuda, está recostada sobre el ciervo. Este
retrato parece haber sido estimado como una maravilla desde sus primeros días.
Estaba en el castillo de Anet, residencia de la favorita; en los dibujos de Du
Cerceau se ve trazado en medio de un patio, la
cour de la Diane, que parece haber sido construido expresamente para la
escultura. Después, cuando Anet fue destruido por la Revolución, esta escultura
se salvó de milagro, y ha pasado al Louvre.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.