Klee, Paul (Münchenbuchsee, Suiza, 18 de diciembre de 1879 - Muralto, Suiza, 29 de junio de 1940) Pintor, grafista y teórico suizo.
En
su juventud se interesó vivamente por la música, y durante toda su vida
las estructuras musicales ejercieron una fuerte influencia en su obra
creativa. Estudió en la Academia de Bellas Artes de Munich y se integró
en la vida artística alemana. Su obre temprana consta de grabados (Virgen en un árbol; Héroe alado,
entre otros), dibujos y acuarelas en un estilo expresionista, a veces
agresivo, cargado de humor satírico. En 1912 participó, junto con Wassily Kandinsky y Franz Marc, en la segunda exposición del grupo
expresionista Der Blaue Reiter. Durante una de sus estancias en
París se interesó por el cubismo, en especial por la versión colorista
de Robert Delaunay, conocida como cubismo órfico, así como por
los pintores que dieron origen al expresionismo, como Vincent Van Gogh y
James Ensor. Entre sus contemporáneos, los que más le influyeron fueron Paul Cézanne y Henri Matisse.
Un
viaje a Túnez, en 1914, le abrió los ojos al color y le inspiró el
arabesco sutil de su pintura, en la que plantas, animales y los objetos
temáticos son intercambiables con el fondo que los ambienta. Esta
experiencia fue para él fundamental y cambió profundamente su pintura,
que se orientó de forma decidida hacia la abstracción. A partir de 1919
empezó a pintar básicamente al óleo, y tras la experiencia de la I
Guerra Mundial, renunció definitivamente a considerar la naturaleza como
motivo que debía ser imitado: para él el dibujo y el color procedían
sólo del mundo interior del artista, y éste debía crear una realidad
propia, que penetrara en aquel ámbito que sólo es posible conocer a
través de la obra de arte. Las obras más representativas de este período
son Villa R (1919) y Jardín zoológico (1918).
En 1920 el arquitecto Walter Gropius le invitó a ejercer como profesor de pintura en la escuela de la Bauhaus. Allí desarrolló un método pedagógico original hasta que renunció a la docencia en 1931. En 1925 participó en la primera gran exposición surrealista de París. Este período fue extremadamente fértil y se caracteriza por un colorido de rojos y verdes apagados, que rehúye las estridencias. Viajó a Sicilia, Córcega, Bretaña y Egipto; expuso en Berlín (1929) y en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (1930). Con el ascenso del nazismo en Alemania la pintura de Klee empezó a ser muy criticada por su modernidad. En 1933 abandonó el país y se instaló de nuevo en Münchenbuchesee, su ciudad natal; al cabo de dos años contrajo una grave enfermedad pulmonar. En 1935 se celebró su primera retrospectiva en Berna. Las obras de los años 1939-40 reflejan el presentimiento de su muerte: El ángel olvidadizo, Muerte y fuego.
Por su originalidad, la obra de Paul Klee es muy difícil de adscribir a un movimiento determinado: participa de la corriente expresionista, de la abstracción y del surrealismo, en una evolución muy personal, que busca básicamente la plasmación visual de la emoción individual.
La otra personalidad auténticamente
genial que salió de Der Blaue Reiter
fue el suizo Paul Klee (1879-1940), nacido cerca de Berna, hijo de un organista
alemán. Sus obras, en su mayoría dibujos y acuarelas, son de pequeño tamaño y
parecen superficiales y poco importantes; muchos se diría que son el resultado
de un deseo de jugar, casi infantil. Sin embargo, Klee fue el primer artista
que se adentró deliberadamente en la región inexplorada del inconsciente
humano, sobre la que, poco antes, Freud había llamado la atención.
Aventura de una joven de Paul Klee (Tate Modern, Londres). De 1922, el ritmo, la fuerza expresiva que marcan las líneas de la composición, son elementos tan interesantes como la figuración que sugieren, diluida en una telaraña de colores. Es una obra de fantasía, mágica, realizada con elementos abstractos. A caballo entre lo figurativo y lo abstracto, Klee reúne los elementos formales de modo tan lógico que cada uno ocupa un lugar determinado en perfecta armonía con los demás. "La obra de arte abre caminos al ojo del espectador que quiera explorarlos como un animal que pace en un prado", decía Klee, que veía el acto creador como una experiencia mágica.