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Frida Kahlo (1907-1954)


Kahlo, Frida (Coyoacán, 6 de julio de 1907 – 13 de julio 1954) Pintora mexicana. 

Considerada como una de mejores pintoras de México de todos los tiempos, su cuadros fueron a menudo adscritos al movimiento surrealista, a pesar de que ella rechazara esta etiqueta. Casada con el muralista Diego Rivera, formaron una pareja de enorme fama en México que compartió la casa natal de la artista, la llamada "Casa Azul", donde fueron anfitriones de personajes tan importantes, dentro del arte y la política, como León Trotsky o André Bretón; dicha casa se convirtió en el actual Museo Frida Kahlo cuatro años después de la muerte de ésta. Comprometida, al igual que su marido, con el ideario comunista, ambos fueron integrantes del Partido Comunista mexicano en varias ocasiones, y tomaron parte activa en la lucha obrera de su país.

Su arte, tan original como profundamente personal, no siguió más directriz que la de representar las experiencias de su propia existencia, afirmando su condición de mujer, su ideal comunista y su arraigo a la tierra mexicana, valiéndose para ello de innumerables símbolos que expresan tanto el erotismo, la desesperación, el amor y el sufrimiento. Precisamente, será ese sufrimiento el que esté presente en toda su obra; no en vano, la artista padeció durante toda su vida dolorosísimas convalecencias que le postraron durante largas temporadas en la cama, sobre todo a raíz de un gravísimo accidente de autobús que sufriera cuando era adolescente.

Su obra está diseminada por todo el mundo, algunas de las piezas en pinacotecas tan importantes como el Museo del Louvre, el Museo de Arte Moderno de Nueva York y el Centro Georges Pompidou de París, además de en el propio museo dedicado a la artista en Coyoacán.

Biografía

Magdalena Carmen Frieda Kahlo Calderón quiso nacer el 7 de julio de 1910, el mismo año en que se produjo la Revolución Mexicana. La realidad fue que ya llevaba tres años en el mundo cuando Madero llamó a la revolución desde Texas. Sin embargo, el derrocamiento de Porfirio Díaz fue para muchos mexicanos el nacimiento de un nuevo México, y Kahlo quiso nacer al mismo tiempo que lo hiciera su nueva nación.

Su padre fue Guillermo Kahlo, un fotógrafo de origen judío-húngaro que abandonó su tierra natal para probar fortuna en América. Se casó con una lugareña, Matilde Calderón (que provenía de una familia mestiza, con sangre española e india), y con ella vivió años de prosperidad, gracias al encargo que el dictador Díaz le hiciera de retratar con su cámara todos los rincones de México, buscando monumentos arquitectónicos de la época prehispana y colonial. Kahlo amasó una pequeña fortuna con la que pudo adquirir un terreno de 800 m2 en Coyoacán, antigua propiedad de los carmelitas. En ella construyó, en 1904, una casa que vería nacer a la pintora, un inmueble muy especial que incluía espacios al aire libre en su interior y que estaba pintada de un color azul intenso.

Cuando aún era muy niña, en 1913, Frida enfermó de poliomielitis. Este sería el primero de los confinamientos forzosos que sufrió en su vida, que en este caso le mantuvo encerrada en casa durante nueve meses. Las secuelas hicieron mella en su cuerpo de niña: la pierna derecha adelgazó mucho, y el pie derecho se quedó atrás en el crecimiento. Sus compañeros de escuela comenzaron a llamarle “Frida la coja”, algo que le hería profundamente y que hizo que intentara por todos los medios disimular su defecto; así, pronto comenzó a utilizar pantalones, de donde vino la costumbre, ya de adolescente, de vestirse como un hombre, tal y como aparece en algunas fotografías familiares.

Su padre le inició en la fotografía y en la pintura, de la que era muy aficionado. Tras obtener el certificado escolar, ingresó en la selectiva Escuela Nacional Preparatoria, la que mejor fama tenía en México, donde los alumnos se preparaban para ingresar en una carrera superior, al modo de los colleges británicos. Frida fue una de las treinta y cinco alumnas de la Escuela, frente a los cerca de dos mil varones que estudiaban en el centro.

En la escuela había numerosas pandillas, cada una con distintos intereses y actividades; Frida pertenecía a los “Cacuchas”, comprometidos con la literatura y el arte en general, e identificados con el ideal social del ministro de cultura José Vasconcelos. Del grupo saldrían algunos de los líderes de la izquierda mexicana posterior, y entre ellos se encontraba el que fuera el amor de juventud de Kahlo, Alejandro Gómez Arias.

Los planes de futuro de la joven pareja incluían viajes, estudios y una vida en común dedicada al arte. Sin embargo, un terrible suceso cambió la vida de ambos; el 17 de septiembre de 1925, Frida y Alejandro, que habían tomado un autobús para dirigirse desde la escuela a Coyoacán, sufrieron un aparatoso y grave accidente que provocó la muerte de varios pasajeros. Alejandro recibió lesiones de poca consideración, pero Kahlo sufrió graves heridas, sobre todo una producida por una barra de hierro que le atravesó la cadera, además de la clavícula, varias costillas rotas y serios destrozos en el pie derecho. El accidente le obligó a pasar un mes en el hospital inmovilizada y tres meses guardando cama, e hizo que le quedaran secuelas para toda la vida; de hecho, un año después del accidente le hicieron una radiografía de la columna (algo que obviaron en un principio) en la que descubrieron que tenía una rotura en la vértebra lumbar, por lo que se vio forzada a usar diversos corsés de escayola.

El confinamiento le impedía hacer prácticamente ningún movimiento, pero el aburrimiento era tal que su madre se las ingenió para que pudiera pintar tumbada con un aparato ortopédico puesto; le añadió, además, a la cama un baldaquín con un espejo en todo lo largo, lo que hizo que Frida comenzara a pintar lo primero que tenía delante: a sí misma: “me retrato a mí misma porque paso mucho tiempo sola y porque soy el motivo que mejor conozco”.

Hacia finales de 1927 Frida pudo, al fin, llevar una vida relativamente normal, y volvió a frecuentar a sus antiguos compañeros de escuela (la mayoría ya universitarios). Por aquellos tiempos un grupo de intelectuales de izquierdas propugnaban una revolución cultural que buscara la igualdad social y la revalorización de la cultura autóctona mexicana y del arte popular. Kahlo se adhirió a este movimiento hacia 1928, y fue así como conoció al pintor Diego Rivera, cuyas inclinaciones políticas (hacía poco que había visitado la Unión Soviética) y éxito como artista corrían en boca de todos.

Kahlo fue a visitar a Rivera a la Secretaría de Educación Pública, donde éste pintaba un mural, y le mostró algunas de sus obras, solicitándole su opinión. El artista quedó gratamente sorprendido, por lo que ella le pidió que fuera a su casa a ver el resto de su obra. Fue así como se inició una relación entre ambos que acabó en una profunda amistad y, a la postre, en un matrimonio, que se celebró el 21 de agosto de 1929. Rivera sacaba a Kahlo más de veinte años, y su aspecto, corpulento, orondo y de rostro ancho, se distanciaba mucho de la menuda y frágil pintora, por lo que hacían una peculiar pareja. El matrimonio resultó un escándalo para la sociedad mexicana no sólo por la diferencia de edad, sino por la fama de mujeriego del pintor y por las reconocidas ideas comunistas de ambos.

Tras una temporada en un piso alquilado en el centro de la ciudad, la pareja marchó a Estados Unidos, donde Rivera había recibido el encargo de pintar varios murales en San Francisco, Nueva York y Detroit. La estancia en esta última ciudad fue traumática para Kahlo, aburrida en una ciudad industrial sin ninguna vida, donde además, en 1930, sufrió un aborto que le sumió en una profunda depresión. En Nueva York, sin embargo, ambos fueron bien acogidos por el círculo de artistas, donde Kahlo se sentía más cómoda, aunque criticó, de igual manera, a la alta sociedad neoyorquina.

La pareja volvió a México en diciembre de 1933, después de que las referencias, demasiado explícitas, al comunismo en la obra de Rivera terminaran por eximirle de sus contratos en territorio estadounidense (a pesar de que hubiera sido expulsado años atrás del Partido Comunista, lo que fue refendado por el abandono voluntario de Kahlo). El pintor, fascinado por la tierra gringa, regresó a México de mala gana, algo que hizo que la relación con Kahlo se resintiera. De hecho, las infidelidades del artista fueron en aumento, hasta el punto de que acabó teniendo una relación con la hermana de Frida, Cristina. La gota que colmó el vaso estaba servida, y Frida abandonó a Rivera y se instaló en un apartamento en el centro, pensando incluso en el divorcio.

Poco después viajaría a Nueva York de nuevo. Kahlo comenzó a cultivar nuevas relaciones, tanto con hombres como con mujeres, aunque el paso del tiempo y la situación política hizo que volviera a acercarse a Rivera, preocupados ambos por el inminente estallido de la Guerra Civil Española; de hecho, firmaron, junto a otros simpatizantes, un comité de solidaridad para apoyar la causa republicana. Fruto de este nuevo entendimiento fue la petición que la pareja hizo al presidente Lázaro Cárdenas para que aprobara la solicitud de asilo realizada por León Trotsky al gobierno mexicano, ya que se encontraba en esos momentos exiliado y había sido expulsado de Noruega. El matrimonio Trotsky fue, así, acogido en la Casa Azul, dando lugar a toda una serie de movimientos intramuros encaminados a organizar la Cuarta Internacional y a una estrecha relación entre ambos matrimonios que incluso devino en una relación sentimental entre Kahlo y el propio Trotsky, aunque fue mantenida en secreto por ambos.

Por otra parte, André Bretón y su compañera Jacqueline Lamba, quienes se encontraban de viaje por México, también pasaron una larga temporada en la Casa Azul, donde mantuvieron largas conversaciones sobre política y arte con los Rivera y los Trotsky, e incluso realizaron algún viaje a los lugares más destacados de la geografía mexicana.

En 1953 Kahlo realizó una primera exposición individual en la galería de Julien Levy, en Nueva York, e inició una relación amorosa con el fotógrafo Nickolas Muray. A partir de este momento, Kahlo tomó una mayor conciencia de su condición de artista, y como tal comenzó a recorrer diversos lugares de América y Europa, debido a la falta de galerías en su país natal. Así, expuso en París, en la galería Renou & Colle, donde coincidió con algunos pintores surrealistas, e incluso el mismo Louvre se interesó por la artista, hasta el punto de comprar uno de sus cuadros, el Autorretrato “The Frame” (1938), la primera obra de un artista mexicano adquirida por el prestigioso museo. Sin embargo, los problemas con su columna comenzaron a agravarse, lo que se sumó a las dificultades que atravesaba su matrimonio, las cuales culminaron con el divorcio de la pareja, llevado a cabo a finales de 1939.

Diego en mis pensamientos (Frida como Tehuana). (Óleo sobre lienzo, 1943). Colección Jacques & Natasha Gelman (México D.F.)

A pesar del divorcio y la separación, la pareja continuó en contacto, y cuando Frida sufrió una recaída en sus afecciones que le llevaron a ser ingresada en el hospital Saint Luke de San Francisco (donde se puso en manos del doctor Eloesser, célebre cirujano), Rivera permaneció muy atento a su estado de salud. Así, el matrimonio que fuera roto hacía un año volvió a unirse el 8 de diciembre de 1940, y volvieron de nuevo a instalarse en la Casa Azul, la cual ya nunca fue abandonada por Kahlo. El inmueble sería, además, el centro de reunión de numerosos intelectuales y artistas mexicanos y extranjeros, algunos venidos de la vieja Europa; así, por ella pasaron el fotógrafo Fritz Henle (con quien Kahlo mantuvo una intensa relación), Concha Michel, Dolores del Río, María Félix, Lucha Reyes y Chavela Vargas.

En 1943 Kahlo fue nombrada profesora de pintura en la Escuela de Pintura y Escultura de La Esmeralda, adonde acudía a dar clases a un reducido grupo de alumnos; sin embargo, al poco tiempo tuvo que abandonar éstas debido al agravamiento de su enfermedad. Sus alumnos decidieron trasladarse a Coyoacán, a la Casa Azul, para recibir allí sus lecciones. El grupo se redujo a cuatro jóvenes apodados "Los fridos": Fanny Rabel, Guillermo Monroy, Arturo "el Güero" Estrada y Arturo García Bustos, quienes se convertirían en importantes pintores de la vanguardia mexicana.

La actividad de Kahlo como profesora, no obstante, se vio interrumpida definitivamente por sus problemas de salud. Confinada a guardar cama, la artista no renunció a seguir pintando, y su labor fue reconocida con el Premio Nacional de Pintura, otorgado por el Ministerio de Cultura mexicano a su obra Moisés. Por esta época reanudó su militancia política activa, para lo cual se adhirió de nuevo al Partido Comunista, aunque su salud empeoró de nuevo, y tuvo que ser operada hasta en siete ocasiones de la columna, lo que le obligó a pasar nueve meses en el hospital. Cuando acabó su calvario hospitalario, Kahlo se vio obligada a desplazarse en una silla de ruedas y a tomar una fuerte medicación que hizo aún más mella en su maltrecho organismo.

Sus últimas apariciones públicas vieron a una Kahlo agotada, aunque firme en sus convicciones; así, participó en la recogida de firmas en apoyo del Movimiento Pacifista. Su amiga, la fotógrafa Lola Álvarez Bravo, organizó en la primavera de 1953 la primera exposición individual de la artista en México, a la que ésta acudió, en un estado deplorable y anestesiada por las drogas, en su propia cama, trasladada en una ambulancia.

Los dolores en su pierna derecha eran ya insoportables, y los médicos no tuvieron más remedio que amputársela a la altura de la rodilla. Una infección pulmonar se sumó a sus dolencias; aún así, y sin el permiso de los médicos, tuvo fuerzas para acudir a una manifestación contra la intervención americana en Guatemala. Diez días más tarde fallecía en la que fuera su casa natal. La autopsia declaró que una embolia pulmonar fue la causa de su muerte, aunque nunca se ha descartado que la artista decidiera acabar con su vida, harta ya de tanto sufrimiento.

Tras la muerte de Rivera, en 1957, la Casa Azul se convirtió en el Museo Frida Kahlo, entregado al pueblo mexicano según expreso deseo de su marido y compañero durante tantos años.

Obra

La pintura de Frida Kahlo está marcada por una constante: mostrar el dolor y la soledad que la artista sentía durante los largos confinamientos que se veía obligada a padecer a causa de sus continuos problemas físicos. En sus cuadros refleja su cuerpo maltrecho y lacerado por las llagas que le acosaron continuamente, aunque también fue una constante en su obra la búsqueda de su identidad y de un ideal que, precisamente, le alejara de ese sufrimiento. Es por ello que la mayor parte de su obra sean autorretratos, pintados desde que fuera una adolescente (el primero de ellos en 1923) hasta poco antes del momento de su muerte.

La mezcla de culturas e incluso razas que suponía el tener ascendencia germana por parte de padre e india y española por parte de madre, hizo que fuera recurrente en sus obras el uso de símbolos que plasmaran esa diversidad, a menudo reflejándolos en peculiares retratos de familia, a modo de árboles genealógicos, donde se pintaba a sí misma en diferentes edades, así como a todos los miembros de su familia. Es particularmente destacable la búsqueda de la afirmación de su identidad mexicana, sobre todo de su raíz india, de la que tanto hizo gala y que tan del gusto fuera de su marido, Diego Rivera, ferviente defensor, al igual que la artista, de la revalorización de la cultura ancestral de su país. De hecho, era muy propio de la imagen de la artista el aparecer con los atributos de las culturas mesoamericanas que tanto arraigo tienen en México; así, vestía largos vestidos típicos y portaba vistosos adornos folclóricos, y con ellos se retrataba en sus cuadros. Es especialmente destacable esta característica en los cuadros que realizara en suelo estadounidense, donde al progreso y la frialdad propias de ciudades como Detroit contrasta con la exuberante naturaleza mexicana, el arraigo a la tierra como madre de su cultura, de donde brotan los símbolos propios de su país.

La simbología en sus cuadros está muy presente, desde los colores, que inundan sus obras de una impactante mezcla de tonalidades, hasta los elementos que reflejan sus inquietudes y las experiencias propias, vividas o sufridas, que se convierten así en temas recurrentes de sus pinturas y en las que afirma su condición de mujer, su ideal comunista y su arraigo a la tierra mexicana, valiéndose para ello, como ya se ha afirmado, de innumerables símbolos que expresan tanto el erotismo, la desesperación, el amor y el sufrimiento que rodearon su vida. La artista no dudaba en retratarse con los objetos cotidianos que la rodeaban, aunque fueran símbolos de su dolor (como la cama, la silla de ruedas o algunos de los corsés que se vio obligada a llevar), o en incluir en sus cuadros a personajes de su círculo íntimo (miembros de su familia, amistades cercanas, amantes de uno y otro sexo, etc.), aunque también los retratara en solitario. La figura más habitual de sus composiciones, como pueda imaginarse, fue Rivera, por el que la artista sintió tanto amor como admiración, a pesar de las desavenencias que surgieron entre ellos; de hecho, la pareja admitió sin rodeos su libertad sexual, aunque fuera una de las parejas más sólidas del círculo artístico mexicano.

Son también destacables aquellas obras que plasman la maternidad frustrada de la artista, donde más fuerza si cabe tiene el simbolismo propio de su arte; entre ellas, la más impactante quizá sea Mi nacimiento, donde la artista relata su propio alumbramiento, el cual se mezcla con la reciente muerte de su madre (que aparece con una sábana ocultándole el rostro) y con el aborto que hacía poco había padecido (el bebé, con los rasgos de la artista adulta, yace muerto entre las piernas de su madre).

La Tate Modern de Londres inauguró en junio de 2005 una gran retrospectiva de su obra en la que expuso ochenta y siete trabajos, sesenta y siete de los cuales eran óleos.

Fuente: Texto extraído de www.mcnbiografías.com

Obras comentadas

Galería


Autorretrato, 1922

Autorretrato con traje de terciopelo, 1926

Diego y yo de Frida Kahlo



Al poco de casarse surgieron ya problemas en su matrimonio con Diego Rivera. En 1949, año en el que Kahlo pintó este autorretrato, la relación tocó a su fin a raíz de un rumor sobre un posible idilio entre su marido y la artista de cine María Félix. Llevando continuamente a Diego en su pensamiento, quien aparece caracterizado con un tercer ojo por la admiración que sentía Frida por su inteligencia, la pintora se representó a sí misma ahogándose con sus propios cabellos alrededor del cuello.

(Colección privada, Monterrey)

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

La columna rota de Frida Kahlo

La columna rota es una pintura en la que Frida Kahlo alude al terrible accidente de autobús que sufrió cuando tenía tan sólo 17 años. Como consecuencia se rompió la columna vertebral.

Las secuelas del grave percance se prolongaron durante toda su vida y, por este motivo, es frecuente ver en sus obras elementos que aluden a la tortura física a la que la artista se vio sometida. Ella misma decía como "Desde que el accidente me desvió del camino ya emprendido y me privó de muchas cosas, no me ha sido posible satisfacer los deseos considerados como normales por el mundo. Nada se me hizo más natural que pintarlos ( ... ) mis cuadros constituyen ( ... ) la expresión más  franca de mí misma sin tomar en cuenta ni los juicios ni los prejuicios de nadie".

En 1944, Frida redujo las horas que pasaba dando clases debido al constante deterioro de su salud. El dolor de su columna y del pie aumentó considerablemente. El doctor Alejandro Zimbrón le mandó reposo absoluto e hizo fabricar un corsé de acero para aminorar el sufrimiento por un tiempo.

"Cada día estoy peor (...) al principio me costó mucho trabajo acostumbrarme (...) pero no puedes imaginarte cómo me sentía de mal antes de ponerme este aparato. Ya no podría materialmente trabajar, pues me cansaba de todos los movimientos por insignificantes que fueran. Mejoré un poco con el corsé, pero ahora vuelvo a sentirme igual de mal y estoy ya muy desesperada, pues veo que nada mejora la condición de la espina dorsal", escribía el 24 de junio del mismo año al doctor Eloesser desde la cama. En ese año, llevaba ya cinco meses con el aparato, la espina le dolía demasiado para sentarse en una silla.

Este empeoramiento de su salud y la obligación de llevar corsé hizo que en La columna rota se autorretratase tal y como se veía. Frida aparece erguida, en el centro del cuadro, desnuda, de pie, de frente. Situada en mitad de una llanura agrietada, mira llena de dolor.

Como la mayoría de sus pinturas está cargada de un intenso dramatismo, pero aquí, a diferencia de otros cuadros suyos, muestra su herida como si fuese una mártir cristiana al aparecer con las caderas envueltas de una tela blanca que de alguna manera sugiere el paño de Cristo.

Una columna jónica con diversas fracturas simboliza su columna vertebral herida, que divide su cuerpo en dos. Frida está llorando, lo que simboliza su padecimiento constante.

Asimismo, la rasgadura de su cuerpo, acribillado de clavos que representan el suplicio de su vida, pues se sometió a treinta y dos operaciones, y la imagen de un paisaje desolador, enfatizan aún más el dolor y la soledad de la artista mexicana.

Al igual que en su pintura La venadita, de 1946, otro autorretrato en el que se presenta con el cuerpo de un joven venado, en La columna rota también utiliza metáforas sencillas para demostrar su sufrimiento. Es una escena fantástica y al mismo tiempo llena de un dolor intenso.

Pero el cuadro también puede señalar el sufrimiento psicológico. De hecho, el padecimiento físico y psíquico estaba muy relacionado tanto en la vida como en el arte de Frida Kahlo. En realidad, a partir del divorcio con Diego Rivera, y probablemente desde antes, las enfermedades que contrajo correspondían la mayoría de las veces a períodos de trauma emocional. Quizás, estos problemas de salud eran el motivo para retener a Diego o convencerlo de que regresase con ella.

Este óleo sobre masonita, de colores vivos y brillantes, mide 40 x 30,5 cm y pertenece a la Fundación Dolores Olmedo Patiño, de México, D. F.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Moisés de Frida Kahlo



La célebre pintora mexicana quiso siempre distanciarse del estilo directo de su marido, el muralista Diego Rivera, desarrollando un lenguaje pictórico más próximo al surrealismo. Sin escapar tampoco de la denuncia social y de la reivindicación de sus ideales políticos, Kahlo integraba a menudo retratos de sus héroes en cuadros que imitaban las composiciones religiosas y los exvotos populares como en esta obra de 1945, conocida también con el título de Núcleo solar, y en la que pueden identificarse a Moisés junto a Cristo, Stalin, Buda y Marx, entre otros personajes.

(Tate Modern, Londres)

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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