Canova, Antonio (Possagno, 13 de octubre de 1757 - Venecia, 25 de octubre de 1822) Escultor italiano.
Biografía
Perteneció a una familia de
canteros y picapedreros; su padre y su abuelo hacían obras de artesanía,
especialmente de ornamentación litúrgica. Su temprana formación de escultor, le
permitió en 1774, a los 17 años, abrir un taller de escultura en Venecia, en el
que realizó obras de tema clásico y mitológico, como Dédalo e Ícaro,
todavía dentro de la tónica del barroco veneciano, pero pronto se convirtió en
una figura clave de la escultura del Neoclasicismo. A pesar de las críticas
adversas que mereció su obra a su muerte, Stendhal dijo de él que había hecho
la escultura que realmente convenía a sus contemporáneos, la cual comprendían y
sentían antes que la de Fidias. Esto resume la trayectoria de Canova, su
evolución y su adaptación a las modas de su tiempo, motivo por el que luego
sería censurado y olvidado.
Canova había nacido en el Alto
Veneto; inició su formación como tallista de piedra en el taller de Giuseppe
Bernardi, en Pagnano di Asolo, y continuó más tarde en la Academia de Venecia,
dentro del esplendor artístico del Rococó veneciano. Pronto se ganó una justa
fama por la gracia y el movimiento que era capaz de transmitir a sus obras, y
por su técnica precisa, próxima a la realidad (aunque esto también le acarreó
críticas por considerarse que copiaba del natural). De este época veneciana son
obras como Dédalo e Icaro (1778, Venecia, Museo Correr) y Apolo
(1778-79, Galería de Venecia) que dejan ver la deuda con los modelos barrocos
de Bernini en la interpretación de los temas clásicos.
En 1780 marcha a Roma, dispuesto
a integrarse en el inquieto ambiente artístico de la ciudad. Allí conoció a
teóricos como Milizia y a artistas como Gavin Hamilton (1723-1798), inglés que
se había distinguido por sus pinturas de temas homéricos. Las colecciones
artísticas romanas y el Museo Pío-Clementino le proporcionaron suficientes
fuentes de inspiración para sus obras que, poco a poco, se despojaron de la
tradición barroca y adoptaron una pureza de líneas y una severidad, propias de
las teorías que Winckelmann y sus colegas habían extendido. Su obra Teseo y
el Mino tauro muerto (1781-82, Londres, Victoria and Albert Museum) le
valió la admiración general y la posibilidad de recibir encargos de mayor
importancia. Ya en 1783 se le encomendaron los monumentos funerarios de los
papas Clemente XIV y Clemente XIII. En el primero de ellos (1783-1787, Roma,
Basílica de los Santos Apóstoles) todavía se halla la huella de Bernini, pero
corrigió y simplificó el modelo al sustituir los mármoles multicolores por un
mármol blanco que confiere sobriedad y clasicismo a la obra. También evita
cualquier alusión a la muerte, ya sea en forma de esqueleto o de símbolo del
paso fatal del tiempo, muy del gusto teatral del Barroco, para representar al
Papa bendiciendo, flanqueado por las figuras femeninas de la Humildad y la
Templanza, que manifiestan su tristeza con una discreción y sencillez de
actitudes que es fiel reflejo de las doctrinas neoclásicas.
El monumento a Clemente XIII
(1783-1792, Roma, Basílica de San Pedro), el Papa de la familia veneciana de los
Rezzonico que había muerto en 1769, es un paso más en la depuración del modelo
berninesco, aún más manifiesto por estar situado junto a los monumentos
barrocos de la Basílica de San Pedro. El sarcófago presenta un tratamiento como
en el mundo romano clásico, coronado con frontón y acróteras en los ángulos,
sobre el que se representa al pontífice arrodillado en oración. A la izquierda
aparece la figura de la Fe con una cruz y a la derecha el Genio de la Muerte,
encarnado por una figura juvenil alada que destaca por su melancólica y clásica
sencillez, alejada del dramatismo del barroco.
Ya bien establecido, la carrera
de Canova transcurre en Roma con multitud de encargos que puede atender gracias
a su taller de la calle de San Giacomo, donde trabaja junto a Antonio d'Este,
amigo desde los tiempos de Venecia. Con un crecido número de ayudantes, que
resuelven los problemas mecánicos de la ejecución de las piezas, el maestro se
ocupa de los bocetos previos y de terminar y dar los toques personales a los
mármoles o bronces.
El estilo de Canova se hizo más y
más depurado en las formas, pero sus obras nunca tuvieron la cuidada frialdad y
sequedad de los modelos griegos seguidos por escultores como Thorvaldsen, sino
que se caracterizaron por una estilización y una gracia contenida que
entusiasmó a sus seguidores. Amor y Psique (1787-1793, París, Louvre)
manifiesta la ambigüedad entre movimiento y contención como reflejo de un
planteamiento racional donde todos los elementos están calculados.
Cuando Napoleón tomó el poder,
Canova recibe encargos de la familia Bonaparte; para ellos creó un tipo de
retrato en el que los protagonistas encarnan dioses clásicos, como habían hecho
los antiguos romanos. Así Paolina Bonaparte Borghese aparece en el papel de
Venus Victrix (1804-1808, Roma, Galería Borghese), el mismo Napoleón es
representado desnudo como un Marte Pacificador (1806, Londres), mientras que su
madre Letizia Ramolino (1804-1807, Chatworth Collection, Devonshire) semeja una
matrona romana, inspirada en la Agripina sentada del Museo Capitolino de Roma.
Hasta su muerte, Canova vivió
rodeado de honores y respeto, reclamado por diferentes cortes que deseaban
contar con sus servicios. El archiduque Albert de Austria le encomendó el
sepulcro de su esposa María Cristina para la iglesia de los Agustinos de Viena
(1798-1805), en el que Canova planteó un nuevo esquema de monumento funerario,
en el que la forma de pirámide ya sugiere el destino fúnebre.
Tras la muerte de Bonaparte, en
1815, fue enviado de nuevo a París por el Papa, con la misión, casi
diplomática, de rescatar, seleccionar y embalar las obras de arte que Napoleón
había arrebatado al patrimonio artístico italiano, gestión que le valió el
título de Marqués de Ischia. En una estancia en Londres, tuvo oportunidad de
contemplar los relieves de Fidias en el Partenón ateniense, los cuales le
impresionaron grandemente, y produjeron una alteración en la evolución natural
del artista; allí se le invitó a restaurar los mármoles del Partenón de Atenas
que habían sido llevados a Inglaterra años antes, tarea a la que renunció. Todo
ello no supuso un cambio en su estilo, que hasta sus últimos años manifestó un
detallismo y una delicadeza en los tipos femeninos (Hebe o Las tres Gracias)
dentro de un sobrio clasicismo (Venus y Marte, 1816-1822) que le
granjearon la general aprobación.
Fuente: http://www.mcnbiografias.com/
Obra comentada