Vivió en Éfeso y Cos; pintó a Filipo de Macedonia y a Alejandro Magno, de quien fue retratista oficial. De entre sus pinturas, caracterizadas por su gran realismo y hoy todas desaparecidas, los autores antiguos recuerdan Afrodita Anadiomene, La Calumnia, Artemisa con un coro de vírgenes y Triunfo de Alejandro.
En Grecia, al mismo tiempo que disminuye el interés por el gran arte monumental, la pintura desciende también de los frescos decorativos a los cuadros de caballete. La evolución de la pintura griega es más rápida que la de la escultura. Es interesante recordar en este sentido, que Polignoto, hijo y discípulo de un pintor de Taso, Aglaofón, y que es el maestro característico de los grandes frescos de Delfos, Atenas y Platea, ya pintó cuadritos de género sobre tablas a las que se había dado previamente una ligera capa de estuco; en el fondo, la técnica continuaba siendo la misma de la pintura al fresco, y los colores utilizados eran los cuatro fundamentales.