La escuela de Siena o escuela
sienesa agrupa al conjunto de pintores allí establecidos durante los primeros
años del Trecento. Caracterizados por una metodología diferenciada de Giotto y
de la escuela florentina, más inspirada en los modelos y la técnica a la
«maniera greca», los sieneses también lograron formular el tema del espacio
pictórico. En lo formal, se identifican por mostrarse ajenos a los problemas
técnicos o de proporciones, que se manifestó en la estilización y el
amaneramiento (‘manierismo’) de las figuras, así como en el uso de los fondos
ornamentales dorados y una gama de colores subjetiva; todo ello proporcionaría
un notable lirismo a las composiciones de esta escuela. Una visión amplia
cubriría cuatro siglos de producción, entre 1251 y 1650, aunque concebida en su
conjunto más como ámbito geográfico que como unidad de estilos o escuela
propiamente dicha.
La ciudad de Siena tuvo su máximo
esplendor entre finales del siglo xiii y la primera mitad del siglo xiv cuando
constituyó una potencia política y económica que rivalizaba con Florencia.
Siena fue siempre una ciudad gibelina, en contacto permanente tanto con las
fuentes bizantinas del arte italiano, como con el estilo cortesano del otro
lado de los Alpes, lo que modeló la sensibilidad para lo ornamental que
caracteriza el arte de esta ciudad.
El taller de Duccio
En el año 1285, Duccio di Buoninsegna pintó la Madonna Rucellai, rodeada de ángeles, con cuyos gestos
agraciados parece que sostengan el trono calado de la Virgen mientras la
armonía cromática de sus vestidos rosado, verde y azul proporciona la nota de refinamiento
que va más allá del icono bizantino que inspira el cuadro.
La obra más celebrada de Duccio
(y única totalmente documentada como suya), es la "Maestà" de la
Catedral de Siena, donde retoma el tema bizantino de la Madonna entronizada
rodeada de ángeles y santos dispuestos, en este caso, en series paralelas,
horizontales y simétricas. El estudio individual de los [rostros de cada
personaje y el gusto refinado expresado en la vestimenta ribeteada por una
línea dorada, constituyen los elementos destacables de este cuadro.
Pero fue en las historias de la
Pasión de Cristo de la parte posterior de la “Maestà” donde Duccio se plantea
los temas de la perspectiva, de la arquitectura pintada y del paisaje de fondo
o el espacio pictórico, mediante la propia disposición de los elementos y
detalles en su relación con el ambiente como forma alternativa a la claridad
espacial de los cuadros de Giotto. En la escena de La entrada de Jesús en
Jerusalén (abajo a la izquierda) podemos ver como son las líneas oblicuas
de la composición las que ordenan los temas: Jesús encima del asno, la
multitud, la puerta de la muralla y los edificios polícromos de la ciudad al
fondo. También vemos como en la escena de las Marías en el sepulcro
(arriba, la segunda a la derecha), Duccio sitúa en primer plano las figuras, en
las cuales el volumen de la ropa se resuelve con medias tintas, mientras que el
fondo se resuelve con el tema recurrente de las montañas inclinadas para
simular la perspectiva.
El taller de Simone Martini
El gusto por la línea, propio del
gótico francés y de las miniaturas de la escuela de miniaturistas de París, fue
un elemento esencial en la estética de Simone Martini, el segundo gran pintor
de la escuela sienesa, quien asimismo fue el más reputado maestro en el dominio
del color. En la "Maestà" del Ayuntamiento de Siena pintada al fresco
en el año 1315, Martini abandona la rigidez de una composición en líneas
horizontales para adoptar otra de personajes en movimiento que se acercan o se
alejan produciendo un efecto de gran naturalidad. El baldaquino de seda y
cintas que se mueven al viento, da la réplica a la asamblea humana que en forma
de dos semicírculos rodea la Virgen, la cual ha abandonado también el
hieratismo bizantino mostrando una actitud pensativa y dulce.
Las Historias de San Martín,
pintadas por Simone Martini (1317) en la Iglesia inferior de San Francisco en
Asís, muestran la asimilación del espacio pictórico en unas escenas con
anécdotas muy detalladas, llenas de color en sus figuras perfectamente
delineadas, igual que los elementos del fondo, por la línea omnipresente del
pintor.
Pero es en el retablo de la
Anunciación realizado conjuntamente con Lippo Memmi para la catedral de Siena
(actualmente en la "Galleria degli Uffizi" de Florencia), donde se
muestra con mayor claridad la asimilación de los ideales del arte gótico por
los pintores de la escuela sienesa. Las formas delicadas, el aire lírico, la
magneficencia de los vestidos y la belleza de los cuerpos delgados aproximan
este retablo a la orfebrería gótica o al arte de las miniaturas. En este
retablo, Martini va más allá del arte gótico y muestra cómo ha asimilado los
descubrimientos de Giotto, cuando sobre el fondo dorado entre el ángel y la
Virgen, existe el aire para moldear en esta ocasión el espacio arquitectónico.
Los tonos ocres que usaron
Duccio, Martini, los hermanos Lorenzetti y otros pintores de la escuela sienesa
quedaron asociados a la ciudad de Siena, en los colores así bautizados: el
siena natural y el siena tostada, que se extraían de unos pigmentos de tierras
de color procedentes de la campiña toscana.
Fuente: https://es.wikipedia.org/