Fragonard, Jean-Honoré (Grasse, 5 de abril de 1732 - París, 22 de agosto de 1806) Pintor y grabador francés. Discípulo de Chardin y de Boucher, hizo un primer viaje a Italia en 1756, en compañía de Hubert Robert, y allí admiró la pintura de Tiépolo y de los barrocos. Abandonó la pintura académica de asuntos históricos para desarrollar libremente su propia fantasía y trabajar para una clientela privada aristocrática. Hasta 1769 realizó una serie de cuadros eróticos, reflejo de la sensualidad refinada del s. XVIII francés, que, pese a lo atrevido de sus temas, no resultan vulgares gracias a su agudeza psicológica y a una ternura poética muy personal: Les hasards heureux de l'escarpolette, en España llamado El columpio (Colección Wallace, Londres), La linda camarera (Museo de Estocolmo), La gimblette (La rosquilla) (Colección Bondonneau, París), etc. A partir de 1769 predominan en su obra los temas infantiles o de la vida familiar, y cuando trata temas "galantes", sus obras se caracterizan por la expresión de un sentimiento apasionado en lugar del erotismo ligero del período anterior: El beso furtivo (Ermitage, Leningrado), la serie de seis piezas titulada Progresos del amor en el corazón de las muchachas (Colección Frick, Nueva York), etc. Mostró gracia y soltura inigualables en sus numerosos dibujos a la pluma, a la sanguina y a la tiza.
Las Baigneuses de Jean-Honoré Fragonard (Musée du Louvre, París) Una atmósfera llena de luces impregna estos cuerpos triunfantes de los que no está ausente la vena erótica. La morbidez de las formas, la fluidez de los paisajes y el preciosismo de las tonalidades de Fragonard son debidos a un meditado estudio de las obras de Jordaens, Rubens y -aunque parezca sorprendente- Rembrandt, a quien tanto admiró.
Singular empuje manifiesta la carrera, de variado estilo, de Jean-Honoré Fragonard (1732-1806), pintor meridional, nacido en Le Grasse, pueblo de olivares y viñedos en Provenza. En 1752 obtuvo el codiciado Prix de Rome y consiguió aprovechar el tiempo en la Ciudad Eterna, aunque se sentía en ella un poco ahogado con tanto mármol y tantas estatuas y pinturas. Antes había sido discípulo de Chardin y Boucher.
El lienzo que le valió el premio era de tema bíblico (Jeroboán sacrificando a los ídolos), con noble estilo académico que supo cultivar en otras obras.
En Roma dibujó los paisajes y jardines italianos, corriendo las regiones circundantes junto con Hubert Robert y el curioso Abbé de Saint-Non, estudioso de las antigüedades. Jamás perdió su recia personalidad, y, vuelto a París, ingresó en la Academia, en 1765, con su obra Coreso y Calirroe, y en 1769 se dedicó a la pintura de escenas galantes o intencionadas, con más vigor y más verve pictórica que Boucher. Más tarde, una vez que se hubo casado se dedicó preferentemente a la evocación de escenas familiares. Realizó un segundo viaje a Italia en 1773, y desde 1789 se estableció en su patria. Frago -como se le llamó, y como firmó a veces-, si se mostró atrevido en algunos de sus temas, en otras obras suyas denota ya una especie de obsesión romántica. Como buen meridional, se interesó por la Revolución, la cual, sin embargo, le dejó sumido en el olvido.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
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