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Vicente Carducho (1576-1638)

 


Carducho, Vicente (Florencia, 1576-Madrid, 1638) Pintor italiano.

Biografía

Su obra es de suma importancia para la pintura española no tan sólo por su producción artística, que evolucionó desde un frío manierismo inicial hacia un naturalismo vital (según Calvo Serraller; véase naturalismo), sino sobre todo por su afán de elevar la pintura al rango de arte liberal a través de sus escritos, entre los que destacan los Diálogos de la Pintura, publicados en 1633.

En 1585 Carducho llegó a España con su hermano mayor, Bartolomé, que fue también su maestro. Sus primeras experiencias artísticas en España se desarrollaron dentro del círculo de los artistas italianos que habían llegado a España llamados por Felipe II para la decoración de El Escorial. En 1596 y 1601 hay constancia de obras suyas que cobró en nombre propio.

Carducho estaría vinculado a la Corte española a lo largo de toda su vida, así que en 1601 la siguió a Valladolid y a Lerma. Según Palomino, realizó los frescos del Tocador de la Reina y de la Sala de las Comedias del Palacio Real de Valladolid (destruido en la Guerra Civil). De 1604 a 1606 trabajó con su hermano en las pinturas para el retablo mayor del convento franciscano de San Diego por encargo del Duque de Lerma. De los tres cuadros, Ascensión de San Diego de Alcalá, Estigmatización de San Francisco y La Anunciación, los dos últimos (Valladolid, Museo Nacional de escultura) están firmados y llevan fecha de 1606. De entre 1604 y 1605 consta también su labor como dorador de la reja y del altar del presbiterio de la misma iglesia y un documento que dice que trabajó para el convento hasta 1610 (ya que el último pago consta de 1611), aunque volvió en 1606 con la corte a Madrid, colaborando ahí entre 1606 y 1610 en la nueva decoración del Palacio de El Pardo, destruido en 1604 por un incendio.

Se considera segura su colaboración en las labores de dorar y pintar al fresco en la Galería del Mediodía, con las que siguió incluso después de la muerte de su hermano en 1608, así como la realización entre 1611 y 1612 de los frescos de las bóvedas (destruidos) en la Capilla del Palacio, cuyo programa y composición se conocen por el estudio completo y la descripción exhaustiva que el mismo Carducho les dedica en su tratado de arte Diálogos de la Pintura.

El 28 de enero de 1609 fue nombrado pintor de Corte por Felipe III. Entre 1614 y 1616 colaboró con el también pintor de la Corte Eugenio Caxés en pintar al fresco la Capilla del Sagrario de la Catedral de Toledo, y entre 1618 y 1619 compartieron nuevamente el trabajo en el retablo mayor de la iglesia Nuestra Señora de Guadalupe (Guadalupe, in situ), y después colaboraron en el retablo mayor de la iglesia parroquial de Algete (Madrid, in situ).

Carducho realizó numerosos trabajos para iglesias y conventos en Madrid y alrededores, además de en distintas ciudades, tales como Segovia, Cuenca, Burgos, Valladolid y Toledo. Hay que recordar, aparte de los ya mencionados, los retablos de El Parral de Segovia de 1611, el retablo de la Iglesia de la Encarnación de Madrid de 1613, el retablo de la iglesia de San Sebastián de Madrid, el retablo de las Carboneras de Madrid y, sobre todo, el importantísimo ciclo de 56 pinturas para el monasterio de cartujos de El Paular, cerca de Madrid, empezado en 1626 y terminado en 1632, y que representa escenas de la vida de San Bruno y historias de la orden (Patrimonio Nacional, en parte en el Museo del Prado).

Una faceta menos religiosa y más bélica presentan los tres cuadros de batallas realizados entre 1633 y 1635 para el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro (actualmente Museo del Prado).

Su obra, en términos generales, se caracteriza por un estilo pictórico cercano a la pintura florentina y veneciana de su tiempo, pintura que ha podido conocer en la Corte y en las colecciones reales de Felipe II y Felipe III. Hasta el momento no se ha podido confirmar un supuesto viaje a Italia, y tampoco se sabe a ciencia cierta si los viajes que Carducho realizó (según Palomino y Ceán Bermúdez) a Valencia y Granada para conocer las obras de Francisco Ribalta y Juan Sánchez Cotán se hicieron realmente. Lo que si se sabe es que Carducho fue el pintor más famoso y más estimado bajo el reino de Felipe III, y es seguramente el representante más importante de la escuela madrileña del primer tercio del siglo XVII. Muchos pintores de la primera generación del barroco español, entre ellos Félix Castelo, Francisco Rizi, Francisco Fernández, Pedro de Obregón y Bartolomé Román, fueron alumnos suyos (véase el Arte barroco en España en la entrada barroco).

Pero la importancia de Carducho para el arte español del siglo XVII no se limita a su obra artística, ya que su afán por elevar la pintura a rango de arte liberal y, por consiguiente, de mejorar la situación laboral y social del pintor en España, hace de su tratado de arte, los Diálogos de la pintura, una de las fuentes de referencia más importantes, incluso hoy día, para cualquier investigación dedicada a la pintura española del siglo XVII.

Carducho fue uno de los representantes líderes del movimiento académico de los pintores madrileños. En 1606 fundó con otros pintores una Academia del Arte de la Pintura (de la que no hay constancia documental), con el fin de que ésta representara a todos los pintores residentes en Madrid. Aunque no se sabe mucho del estatus exacto de esta aún enigmática academia, existen más datos para confirmar la preocupación de Carducho por la situación de los pintores, sobre todo dos memoriales (pareceres de opiniones y peticiones) que los pintores de la corte dirigieron a Felipe III. Se cree que Carducho fue el autor del primer memorial. El segundo se relaciona, según relata Carducho en su tratado, con el Duque de Olivares y su apoyo directo para la fundación de una academia.

Pero el intento de enseñar pintura, tanto en la teoría como en la práctica, bajo el protectorado del rey falló, también según Carducho, por la oposición en las propias filas; así, entre 1625 y 1633 Carducho y otros artistas pusieron pleitos a favor de la liberalización de la pintura de la alcabala, un impuesto sobre la venta que aparte, de ser un cargo económico para los pintores, también era una cuestión de prestigio en el contexto del rango de la pintura como arte liberal. Por esto los Diálogos de la pintura, publicados y dedicados a Felipe III en 1633, el mismo año en el que el veredicto de uno de los pleitos del 11 al 13 de enero significaba solamente un éxito parcial para los pintores madrileños, se puede considerar como el manifiesto del movimiento académico español. En estos diálogos entre un maestro y un discípulo se tratan la teoría (Diálogo I a VII) y la práctica (Diálogo VIII) de la pintura. Aunque este tratado se puede situar perfectamente dentro de la tradición de la teoría italiana del arte del siglo XV a XVI, ya que las obras de Vasari, Lomazzo y Zuccari son reconocibles como fuentes directas, resalta la fuerte preocupación en la formación de los pintores y en su situación dentro de una sociedad que todavía los considera meros artesanos, equiparándolos con sastres y zapateros.

El espíritu luchador y reformador de Carducho se refleja también en su autorretrato (Glasgow, Pollock House), en el que el artista se representa a sí mismo con una pluma de escribir en el momento de redactar los Diálogos de la pintura y rodeado de los atributos de la pintura y el dibujo, identificándose de esta manera con el ideal del pintor docto y perfecto, ideal que el mismo Carducho define en sus Diálogos. Este autorretrato de Carducho, con su fuerte carga programática, abrirá las puertas para retratos y autorretratos de artistas en España que van más allá del mero retrato individual o de oficio para ser un memorial pintado.

Fuente: http://www.mcnbiografias.com/       

Obra
El prior Boson resucita a un albañil, 1631

La Sagrada Familia,1631

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