Durante los siglos XVI y XV a.C., los hititas
constituyeron uno de los tres estados más importantes del Próximo Oriente. Y
durante el siglo XIII compartieron con Egipto la hegemonía del mundo oriental y
crearon una civilización de una gran originalidad.
Vasijas
hititas, en Bogházkoy (Turquía). Estos inmensos recipientes de cerámica
semienterrados eran utilizados para almacenar productos agrícolas, como
cereales o legumbres.
|
Ruinas
hititas, en Hattusa. Vista aérea del yacimiento arqueológico que
permitió reconstruir esta importante cultura de la Antigüedad. A pesar de su
relevancia histórica, su existencia cayó en el olvido y hasta el siglo XIX no
se descubrió la localización de la que fue la capital del imperio, la ciudad de
Hattusa.
El arte hitita
alcanza su apogeo durante el Imperio. La escultura monumental y la arquitectura
empiezan a florecer en este momento. El arte se ve reflejado en la construcción
de templos y palacios. Los hititas crearon la mejor arquitectura militar de
Oriente. Su sistema de obras ofensivas a la vez que defensivas heredada del
Antiguo Reino aboca a un tipo excepcional de fortificaciones en la época del
Imperio. Los impresionantes muros ciclópeos de Hattusa y de Alaca Höyük
presuponen un alto nivel técnico. Los hititas fueron maestros en el arte de
crear recintos estratégicos en terrenos extraordinariamente difíciles y
construyeron obras tanto ofensivas como defensivas, tal como demuestran las murallas
de Hattusa.
Durante la
excavación de esta ciudad se descubrieron seis templos, que, por sus
dimensiones y por su técnica arquitectónica, se hallan entre las mejores realizaciones
del II milenio. El más grande es el dedicado al dios de la Tempestad y a su
esposa, la diosa del Sol, que se conserva bastante bien y ofrece una viva
impresión de su época. El conjunto consta de un templo de planta rectangular
con un patio interior, con nueve departamentos, donde se ubicaba el lugar del
culto con las estatuas del dios de la Tempestad y la diosa solar Arinna, y un conjunto
de almacenes. En total medía 160 metros de longitud por 135 de ancho.
La
característica principal de la arquitectura hitita es la planta totalmente
asimétrica. Los hititas utilizaron pilares cuadrados como soportes y no
utilizaron columnas ni capiteles. Las grandes ventanas, abiertas no sólo al
patio sino al exterior, son también un elemento estructural característico.
Las estatuas de
las divinidades se colocaban en una pared de la habitación y recibían la luz
por tres lados. Este deseo de luz lleva a pensar que el culto religioso hitita
tenía lugar principalmente al aire libre, como era costumbre en el santuario de
Yazilikaya. Es de lamentar que las estatuas de culto no hayan sobrevivido. Pero
sí un gran número de magníficos relieves se han conservado en las paredes
rocosas de Yazilikaya, el santuario sagrado situado a poco más de un kilómetro
al noreste de Hattusa y visible desde su acrópolis.
La gran galería
a cielo abierto, con relieves representando divinidades masculinas y femeninas,
forma un santuario del templo adyacente cuyas bases de fundación han sido
descubiertas. Mientras que, en Hattusa, los ritos religiosos se realizaban en
habitaciones cerradas delante de una estatua de culto, en Yazilikaya se
desarrollaban al aire libre delante de los relieves de las divinidades. Estos
relieves representan el panteón hitita. La cámara lateral estaba reservada al
culto real y a la estatua del rey Tudhaliya IV. Los relieves existentes en la
cámara representan a este rey abrazando al dios Sharruma, al dios-espada y a
una procesión de otros doce dioses.
Los leones de la
puerta del mismo nombre de Bogázkoy y las Esfinges de Alaca Höyük se encuentran
situadas en su original emplazamiento. Las Esfinges de Bogázkoy se conservan,
en cambio, en los museos de Berlín y de Estambul. El Museo de Ankara posee el
relieve de un dios procedente de la jamba de la puerta real de Hattusa y los
ortostatos que revestían la base de la Puerta
de las Esfinges de Alaca Höyük. La iconografía de los relieves hititas
indica que los escultores trabajaban según unas reglas impuestas. No solamente
los detalles concernientes a los peinados y a los vestidos de los personajes,
sino también el modelado de los miembros, siguen invariablemente un esquema
preestablecido.
Los rasgos de la
cara, ojos, cejas, boca, orejas, eran siempre modelados de la misma forma. Una
característica de la representación del hombre hitita es que éste llevaba
siempre un pendiente, a veces, barba, pero nunca bigote. La posición de los
brazos es siempre similar, tanto si el personaje sostiene o no alguna cosa. En
las representaciones de los hombres, el brazo más próximo al espectador está
doblado en ángulo agudo y pegado al cuerpo, mientras que el otro brazo se
coloca extendido hacia adelante y ligeramente flexionado. En las
representaciones femeninas, los dos brazos se mantienen extendidos y
ligeramente doblados.
Los relieves en
la roca caracterizan esta época imperial. Se trata, en general, de figuras
aisladas en superficies rocosas que sobresalen en el paisaje. Los más conocidos
son los de Cilicia, cerca de Keben, o los de Akpinar, cerca de Manisa; algunos
son representaciones de reyes y llevan el nombre de éstos, lo que favorece la
posibilidad de datación. Por ejemplo, en Ceyhan se representa al rey Muwatalli
II (1306-1282 a.C.). También, en gargantas montañosas, se aprovecha alguna roca
para dejar en relieve enormes figuras, como sucede, por ejemplo, en el paso de
Karabel.
La escultura de
bulto redondo no se ha conservado apenas y sólo algunos fragmentos dan
testimonio de su existencia. También se realizaron esculturas en materiales
preciosos, en cuyo caso el tamaño es reducido, pero en todas estas obras el
estilo hitita está presente tanto en la forma y el modelado como en los temas.
Comparada con la escultura, la cerámica de la época es insignificante, aunque
se perfecciona una técnica policroma. En Bitik se encontró un recipiente
cerámico con unos personajes en relieve cuyas caras se parecen a los relieves
de Alaca Höyük; este recipiente se fecha alrededor del 1400 a.C. Otras piezas
excepcionales fueron las encontradas en Bogázkoy, con las representaciones de
dos toros en arcilla que debemos considerar rituales, por el significado
simbólico de este animal.
Durante el
período hitita existían otros estados en Anatolia. Al este y el sureste, se sitúa
el reino de Mitani, el más poderoso del país de los hurritas, cuyo mayor
esplendor se desarrolló hacia 1650-1450 a.C. y cuya civilización ejerció una
profunda influencia sobre los hititas. Fue durante la época imperial cuando los
hititas adoptaron la concepción hurrita de las divinidades. Los relieves de
Yazilikaya son la expresión de esta concepción. En el estado actual de las
investigaciones del arte hurrita sólo se conocen la glíptica y la cerámica.
Gracias a los textos tenemos noticia de la importancia de este pueblo y la
relación directa en la introducción y utilización de los caballos y los carros
de guerra en el Próximo Oriente.
En el sur de la
península de Anatolia vivían los luvitas, un pueblo indoeuropeo cuya existencia
conocemos por su herencia lingüística. Así también sabemos de la existencia de
los palaitas indoeuropeos que vivían en Paphagonia. El país de Artzawa y el de
Kitzawadna se localizan en el sur de Anatolia, y en el sudoeste quizás habría
que ubicar el país de Ahhiyawa, mencionado en los textos hititas.
Fuente: Texto extraído de Historia del Arte. Editorial
Salvat.