Punto al Arte: Obras renacimiento en Europa Central
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La Danza de la Muerte

Detalle de La Danza de la Muerte, de Bernt Notke (Museo de Arte de Estonia, Tallinn). 
El tema de la Danza de la Muerte fue muy recurrente durante buena parte de la Edad Media y siglos posteriores. Hay numerosos grabados en los que se representan esqueletos bailando macabramente, una visión delirante en la que aparecía, por ejemplo, un esqueleto que jugaba con sus propios intestinos, otro que resucitaba mientras era devorado por los gusanos y otros que bailan con una especie de mueca que pretendía semejar una sonrisa.

Con esta suerte de obras se buscaba dejar bien claro al pueblo que debían seguir los preceptos católicos, pues, en caso contrario, si morían y el veredicto que recibían por parte de Dios no les era favorable, les esperaba una complicada e incómoda eternidad en el infierno. Cabe recordar que la muerte era algo a lo que los ciudadanos más pobres de la Europa de aquellos tiempos debían enfrentarse casi a diario, ya que, por culpa de las epidemias, las guerras y las hambrunas la esperanza de vida era muy baja. Asimismo, otro de los mensajes era que la muerte igualaba a todo el mundo, ricos y pobres, y que todos perdían sus posesiones y placeres cuando morían.

Por otro lado, también se realizaban representaciones dramáticas tras los sermones en los que se trata el tema de la muerte. Parece ser que estas representaciones, en las que uno de los argumentos principales era ver cómo la Muerte llamaba a un personaje y este, en vano, intentaba negarse a ir con ella, aparecieron en Alemania en el siglo XIV, donde eran muy populares.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

Maximiliano I, emperador de Alemania

Aunque Durero estuvo al servicio del emperador, só-
lo tuvo ocasión de retratarlo directamente cuando, du-

rante la Dieta de Augsburgo, posó ex profeso para él 

y pudo dibujarlo al carbón. Este retrato del Emperador 

Maximiliano I (Kunsthistorisches Museum, Viena), que 

tiene entre las manos la granada, símbolo de unión en-

tre los pueblos, se considera el mejor de los dos que 

realizó. El mentón autoritario y la sobriedad del traje 
son atributos inconfundibles del "último de los caba-
lleros".
Maximiliano I era hijo de Federico III y se convirtió en el gobernante de un imperio que él habría de hacer mucho más grande e importante. Incluso mucho antes de ascender al trono, su matrimonio con María de Borgoña le permitió gobernar los territorios que regentaba su esposa. Ya en 1493, tras la muerte de su padre, se convirtió en emperador, Maximilano I, y sus esfuerzos se concentrarán en dos frentes.

Quizás el más importante de ellos sea su denodada política por ampliar los límites del imperio. Efectivamente, Maximiliano quería recuperar el esplendor del mismo y para ello optó preferentemente por una hábil política de matrimonios. Por ejemplo, su mismo matrimonio con María de Borgoña tenía esta finalidad, y nuevos pactos matrimoniales le otorgaron poder en Bohemia y en Hungría.

A pesar de que durante su gobierno hubo de ver el inicio de la decadencia de su imperio, pues numerosos territorios reclamaron y consiguieron la independencia, como, por ejemplo, la confederación de Suiza en el año 1499, peor resultado obtuvo en el segundo de sus frentes: la reforma interna. La intención de Maximiliano era crear un estado eficaz y para ello promulgó diversas Dietas, o medidas centralizadoras, y creó un consejo permanente de regencia para asegurar la unidad imperial en tiempos de crisis. Pero estas medidas nunca llegaron a buen puerto pues con ellas Maximiliano pretendía algo que se antojaba imposible: la cohesión de un vasto imperio que aglutinaba demasiados pueblos y sensibilidades.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

El caballero la muerte y el Demonio


Entre 1513 y 1514, Alberto Durero casi abandonó su actividad artística; pero de aquellos años ha llegado este magnífico grabado de El Caballero, la Muerte y el Demonio (Ritter, Tod und Teufel).

La obra ilustra la vida del cristiano en el mundo práctico de la decisión y la acción. Durero hace alusión a un libro de Erasmo de Rotterdam titulado Enchiridion militis christianis (“Manual del Caballero Cristiano”), publicado por primera vez en 1504. El camino de la virtud es largo y lúgubre, por lo que el caballero ha de estar lúcido, sereno y fuerte, para esquivar los peligros y las tentaciones que le puedan acechar. Esto es precisamente lo que el maestro alemán expresa en su grabado.

En Durero, los adversarios del caballero no parecen reales y han de ser ignorados. En la escena vemos al principal protagonista, con rostro firme y revestido con armadura, lanza y espada, acompañado de su perro que atraviesa calmadamente un siniestro valle de rocas y árboles desnudos. En este viaje, que tiene como meta un imponente castillo que se divisa al fondo y que sin duda es la única visión agradable de toda la composición, surgen de entre las sombras personajes fantasmagóricos, a los que el caballero pasa sin verlos, manteniendo los ojos fijos en adelante y sin espantarse.

Las dos figuras monstruosas que le acompañan son la Muerte y el Demonio. La Muerte, como un cadáver en descomposición y coronada de serpientes que se retuercen, le asalta montada en un caballo descarnado. Esta figura, de clara inspiración tardomedieval, va vestida de blanco y tiende un reloj, cuya arena se ha filtrado hasta la mitad, alegoría de como la muerte llega pero no es inminente. Entre tanto, un demonio repugnante, con hocico de puerco, sonríe en una macabra mueca, blandiendo su pica. Con aire decidido y una sonrisa en los labios, el caballero prosigue tranquilo, indiferente, ante sus dos espantosas escoltas. Todo tiene un ambiente terrorífico, además la calavera depositada en el ángulo inferior izquierda, refuerza lo tenebroso de la escena.

El caballo monumental, basado en los estudios de Leonardo para el monumento a Francisco Sforza, va con paso mesurado y sin azararse, al igual que el perro de caza. Lo mismo que el hombre vestido de armadura personifica la fe cristiana, el canino denota tres virtudes: celo incansable, saber y razonamiento veraz.

La cabeza y cola del caballo están adornadas con ramos de hojas de roble, mientras que la lanza con una cola de zorro, signos que sugieren el retorno de una cacería.

El camino de la virtud parece largo y lúgubre, por lo que la dignidad del Jinete exige que para vencer a las tentaciones, ignore completamente sus manifestaciones. Se trata de una caza mística que conducirá al “Caballero de Cristo” por senderos abruptos hasta el castillo que se yergue a lo lejos, sobre las cumbres. Durero representa al soldado de Cristo, no obstante ha habido otras interpres-taciones: el caballero sería Savonarola o un vándalo, cómplice y víctima de la muerte y el diablo.

El grabado en buril sobre cobre, con una iconografía compleja sobrecargada de significados, es de una ejecución meticulosa. Además, en la imagen se estrena un nuevo monograma del artista, en el mismo lugar de siempre: una “S”, abreviatura de la palabra “Salus”.

Realizado hacia 1513, de aproximadamente 246 x 190 cm, se conserva en la Biblioteca Nacional de Francia de París.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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