El cloisonismo (del francés
cloissoné) es una técnica desarrollada en la segunda mitad del siglo XIX por
Émile Bernard, uno de los primeros integrantes de la Escuela de Pont Aven y por Gauguin. Su influencia procedía principalmente del japonismo y de Louis
Anquetin. Es un estilo de pintura postimpresionista donde se utilizan colores
planos, en contornos oscuros silueteados perfectamente delimitados. Se
caracteriza por su efecto decorativo, su calidad formal y sus pinturas no
tienen profundidad ni sombras. Necesita algún efecto decorativo.
Su nombre viene dado por su
similitud con el esmalte cloisonné, donde los alambres o láminas están soldados
al cuerpo de la pieza formando alvéolos o compartimentos (cloisons),
depositando allí la masa vitrificable (polvo de vidrio) y posteriormente
calentándolo.
El término fue acuñado por el
crítico Edouard Dujardin con ocasión del Salón de los Independientes, en marzo
de 1888.1 Los artistas Émile Bernard, Louis Anquetin, Paul Gauguin, Paul Sérusier y otros, comenzaron a pintar en este estilo a finales de la década de
1880. Muchos de los pintores también describen sus obras como sintéticas (de
sintetismo), un movimiento muy relacionado. Otros artistas como Maurice Denis, Vincent Van Gogh o Henri de Toulouse-Lautrec se aproximaron al cloisonismo,
cada uno a su manera.
En El Cristo amarillo (1889),
citada a menudo como la obra cloisonista por excelencia, Gauguin redujo la
imagen a zonas de un solo color, separadas por grandes contornos negros. En la
obra, presta poca atención a la perspectiva clásica y elimina sutiles
gradaciones de color (dos de las principales características de la pintura
postrenacentista.
La separación cloisonista de los
colores refleja una apreciación de la discontinuidad que caracteriza al
modernismo.2
Al día de hoy, la técnica del
cloisonismo está asociada inseparablemente a los cómics y dibujos animados. Artistas
contemporáneos como Valerio Adami y Pierre Alechinsky utilizan esta técnica de
pintura.