Punto al Arte: Obras arte de Japón
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Santuario sintoísta de Ise

Torii del santuario de lse. 
Erigido en el siglo V, el santuario sintoísta de Ise es una de las construcciones más antiguas e importantes que se conservan en Japón, y exhibe las formas más originales y refinadas de la arquitectura primitiva.


Dentro de la historia del arte japonés ocupan un lugar privilegiado los santuarios dedicados al sintoismo, la religión principal, cuyo origen y fundador se desconoce.


El caso de los dos santuarios de Ise, el Interior y el Exterior, llamados respectivamente, de Naiku y de Geku, es buen ejemplo de estos monumentos sagrados, que a pesar de su diminuto tamaño mantienen elegantes proporciones y se han convertido en un excelente ejemplo de la sutileza de los artistas del país.

En general, mantienen una coherencia global en su simplicidad, pues carecen de cualquier adorno. Su forma simple deriva del diseño de los graneros y depósitos del primitivo Japón. Esta ausencia de complejidad aumenta con el material utilizado: troncos de madera de ciprés (kinokí). La madera es uno de los materiales más usados en la construcción gracias a la abundancia de bosques. Estos troncos componen todas las partes del edificio, excepto para cubrir los techos. La estructura se corona con una gran techumbre de paja.

Ambos santuarios se alzan sobre solares exactamente rectangulares, dispuestos en un eje perfecto de norte-sur, en una zona de densa vegetación. El santuario Interior, que alberga el espejo de la Diosa del Sol, se encuentra sobre una pendiente, probablemente, porque se empezó con unas dimensiones menores y luego se agrandó. A través de una escalerilla se accede al interior.

Ofrendas de sake en el salón Kaguraden del santuario de lse. 
El santuario Exterior está dedicado a la Diosa del Grano, y se parece bastante al Interior, quizás fue su modelo ya que, según la tradición, se erigió durante el reinado del emperador Yuryaku, a fines del siglo V.

Estos edificios sagrados se reconstruyen cada veinte años, si lo permiten las condiciones, conservando concienzudamente todos los detalles, de acuerdo con las técnicas tradicionales. La costumbre de reconstruirlos meticulosamente tiene su punto culminante en la celebración solemne del rito del rejuvenecimiento de la Diosa del Sol, que está documentada a partir del reinado del emperador Temmu. Como no siempre fue posible realizarla, por cuestiones de política interna, en el año 1973 tuvo lugar la sexagésima reconstrucción. Los japoneses pueden tener razón al negar cualquier influencia budista en estos santuarios, ya que dichas influencias son escasas en Ise. Sin embargo, el encierro claustral es propio de los primeros templos budistas. 

Históricamente, los santuarios sintoístas son conjuntos arquitectónicos de colina, a los que no habría sido adecuado aplicar tal cercado.

Los santuarios de Ise tienen, todos ellos, un muro “pantalla-espíritu” taoísta frente a la puerta sacra principal, elemento desconocido, por lo demás, en Japón, pero bastante común en la China tradicional, donde se colocaba en la vía de acceso como barrera que rechazaba los malos espíritus. Es más probable que esta concepción pertenezca al taoísmo, que llegó al Japón primitivo por medio del arte budista.

El santuario de Ise, situado en la costa, al suroeste de Tokio, es una de las joyas de la arquitectura construida en madera.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

En búsqueda de mono no aware

Una escena del rollo que ilustra la Historia de Genji (siglo XII), ejemplo del 

estilo "Yamato-e" y a la vez del refinamiento de la vida cortesana. 

La obra Genji monogatari, o Historia de Genji, es uno de los hitos de la literatura japonesa, pues retrata magistralmente la sociedad cortesana de su época y es la primera novela que se conoce de la escritura japonesa, exclusivamente centrada hasta entonces en la recreación de mundos fantásticos a mayor gloria de las leyendas niponas.


Estructurada en 54 capítulos y terminada en el año 1004, el argumento de la historia es de lo más lineal y sencillo, aunque, gracias a las excelentes dotes narrativas de la autora, Murasaki no Shikibu, no por ello la obra deja de estar provista de interés. En ella se narran los sucesivos encantos y desencantos amorosos del joven principe Genji, hijo de una de las concubinas del emperador Ichijo. Genji, a la muerte de se madre, queda bajo la protección del emperador, pero, incapaz de controlar sus pasiones, cae en brazos de otra concubina de Ichijo. De este modo, el resto de la obra nos muestra a un Genji que víctima de sus amores mal escogidos decide, finalmente, apartarse del mundo. Tras su muerte, la novela se centra en las vicisitudes de Karou, hijo de una de las concubinas de Genji, pero no de éste.


Novela de engaños y desengaños amorosos, es una espléndida reconstrucción de la forma de interpretar el mundo que tenía la élite japonesa de la época. En la obra impregnada de la melancolía, algo decadente y afectada, de la opulenta corte, se aprecia la presencia de una tensión que deriva de la aspiración imposible por llegar al mono no aware, la belleza íntima de las cosas, que arrastra a los personajes al sufrimiento y la perdición.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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