Velázquez, Diego Rodríguez de Silva y (Sevilla, bautizado 6 de junio de 1599-Madrid, 6 de agosto de 1660) Pintor español. Es la figura más importante de la pintura barroca española y uno de los grandes genios del arte universal. Su pintura significa en España la culminación de la ruptura definitiva con el clasicismo del s. XVI. Representante del realismo barroco, con su afán de pintar las cosas y no los conceptos de éstas, ve la realidad no como línea o dibujo, sino como masa o mancha de color. A los doce años ingresó como aprendiz en el taller del pintor sevillano Francisco Pacheco. En 1617 alcanzó el grado de maestro y al año siguiente casó con Juana Pacheco, hija de su maestro. Su época sevillana se prolonga hasta 1623, año en que se trasladó a Madrid. Obras características de estos años juveniles son sus bodegones con figuras: El almuerzo (Museo del Ermitage), La vieja friendo huevos (1618, Galería Nacional de Edimburgo), El aguador de Sevilla (Col. Wellington, Londres), y sus cuadros de tema religioso: Cristo en casa de Marta y María (National Gallery, Londres), La Adoración de los Magos (Museo del Prado). Todas estas obras presentan un esquema compositivo típicamente manierista; su idioma pictórico se inspiraba en Caravaggio y sus seguidores y, aunque sus maneras eran "tenebristas", las interpretaba de modo personal. En estas obras se patentiza su capacidad de penetración del natural; en ellas acusa también defectos juveniles que poco a poco fue paliando: claroscuro excesivo, que resalta contornos secos y duros, falta de variedad en la paleta y poco dominio en el paisaje. Un aspecto del barroquismo del joven Velázquez es su preferencia por la composición de medias figuras.
Su época de formación juvenil se cierra con su viaje a Madrid, bajo la protección del conde duque de Olivares, que inicia su primer período madrileño (1623-29). Pintó en esta época diversos retratos reales (Felipe IV, Museo del Prado y Museo Metropolitano de Nueva York), otros retratos (Conde duque de Olivares, Hispanic Society de Nueva York) y bufones de la corte (Calabacillas) y cierra el ciclo con la obra maestra de este período, Los borrachos (1628, Museo del Prado), pintura en la que definitivamente abandona el tenebrismo caravaggiesco y asimila el colorismo de la pintura veneciana (muy bien representada en las colecciones reales del Alcázar y de El Escorial).
En 1628 conoció a Rubens en Madrid y al año siguiente realizó su primer viaje a Italia. Permaneció algún tiempo en Venecia (allí pudo ver las grandes obras de Tiziano y de Tintoretto) y se estableció en Roma durante un año (dibujos en el Vaticano de las Stanze de Rafael y de la Capilla Sixtina). De su estancia en Roma son La túnica de José (1630, El Escorial) y La fragua de Vulcano (1630, Museo del Prado), el retrato de María de Hungría (Museo del Prado) y seguramente las dos exquisitas vistas de la Villa Medici (Museo del Prado).
La vuelta de Italia (h. 1631) señala un gran paso en su pintura: su paleta se enriquece con un colorido más suntuoso, modelando las figuras más con los colores que con las sombras; su pincelada es más ligera. Esta segunda etapa madrileña es abundante en obras: cuadros religiosos (Cristo después de la flagelación, 1641-1643; San Antonio Abad y San Pablo Ermitaño, Museo del Prado, 1641-1643; Coronación de la Virgen, Museo del Prado, y el célebre Cristo crucificado, Museo del Prado). Entre sus retratos de esta época destacan los del rey (Museos del Prado, Viena y Boston; National Gallery, Londres y Frick Coll de Nueva York), del príncipe Baltasar Carlos (Museo del Prado), de la reina Isabel de Francia (Museo del Prado), del conde duque de Olivares (Museo del Prado), del duque de Módena (Módena), del escultor Martínez Montañés (Museo del Prado), o de personajes no identificados Dama del abanico (Wallace Coll., Londres), así como de varios bufones de la corte (Museo del Prado). Destaca de modo especial su gran composición (Rendición de Breda, 1635, Museo del Prado) y su sorprendente Venus del espejo (National Gallery, Londres), que constituye el primer desnudo femenino de la pintura española y es una de las más bellas obras del artista.
A principios de 1649 marchó de nuevo a Italia con el fin de adquirir cuadros para la colección real; en Roma permaneció largo tiempo y realizó uno de sus retratos más importantes, el del papa Inocencio X (1650, Col. Doria), así como el retrato de su ayudante Juan de Pareja (Museo Metropolitano de Nueva York)
En 1651 volvió a Madrid, a requerimiento del rey, e inició su tercera y última etapa madrileña (1651-1660). Los retratos de estos años demuestran la madurez que había alcanzado su arte, en el que domina el problema de la representación atmosférica y de la luz (La infanta María Teresa, Museo del Louvre, Museo de Viena; la reina Doña Mariana de Austria, Museo del Prado; La infanta Margarita, Viena, Prado; Felipe IV, Museo del Prado, etc.). De este período son sus mejores composiciones, Las hilanderas (h. 1657-59, Museo del Prado) y Las Meninas (1656, Museo del Prado), sin duda su obra de mayor complejidad y perfección compositiva y cumbre del arte velazqueño.
El genio de Velázquez
En 1628 conoció a Rubens en Madrid y al año siguiente realizó su primer viaje a Italia. Permaneció algún tiempo en Venecia (allí pudo ver las grandes obras de Tiziano y de Tintoretto) y se estableció en Roma durante un año (dibujos en el Vaticano de las Stanze de Rafael y de la Capilla Sixtina). De su estancia en Roma son La túnica de José (1630, El Escorial) y La fragua de Vulcano (1630, Museo del Prado), el retrato de María de Hungría (Museo del Prado) y seguramente las dos exquisitas vistas de la Villa Medici (Museo del Prado).
La vuelta de Italia (h. 1631) señala un gran paso en su pintura: su paleta se enriquece con un colorido más suntuoso, modelando las figuras más con los colores que con las sombras; su pincelada es más ligera. Esta segunda etapa madrileña es abundante en obras: cuadros religiosos (Cristo después de la flagelación, 1641-1643; San Antonio Abad y San Pablo Ermitaño, Museo del Prado, 1641-1643; Coronación de la Virgen, Museo del Prado, y el célebre Cristo crucificado, Museo del Prado). Entre sus retratos de esta época destacan los del rey (Museos del Prado, Viena y Boston; National Gallery, Londres y Frick Coll de Nueva York), del príncipe Baltasar Carlos (Museo del Prado), de la reina Isabel de Francia (Museo del Prado), del conde duque de Olivares (Museo del Prado), del duque de Módena (Módena), del escultor Martínez Montañés (Museo del Prado), o de personajes no identificados Dama del abanico (Wallace Coll., Londres), así como de varios bufones de la corte (Museo del Prado). Destaca de modo especial su gran composición (Rendición de Breda, 1635, Museo del Prado) y su sorprendente Venus del espejo (National Gallery, Londres), que constituye el primer desnudo femenino de la pintura española y es una de las más bellas obras del artista.
A principios de 1649 marchó de nuevo a Italia con el fin de adquirir cuadros para la colección real; en Roma permaneció largo tiempo y realizó uno de sus retratos más importantes, el del papa Inocencio X (1650, Col. Doria), así como el retrato de su ayudante Juan de Pareja (Museo Metropolitano de Nueva York)
En 1651 volvió a Madrid, a requerimiento del rey, e inició su tercera y última etapa madrileña (1651-1660). Los retratos de estos años demuestran la madurez que había alcanzado su arte, en el que domina el problema de la representación atmosférica y de la luz (La infanta María Teresa, Museo del Louvre, Museo de Viena; la reina Doña Mariana de Austria, Museo del Prado; La infanta Margarita, Viena, Prado; Felipe IV, Museo del Prado, etc.). De este período son sus mejores composiciones, Las hilanderas (h. 1657-59, Museo del Prado) y Las Meninas (1656, Museo del Prado), sin duda su obra de mayor complejidad y perfección compositiva y cumbre del arte velazqueño.
El genio de Velázquez
El año 1581 el rey de España Felipe II fue reconocido rey de Portugal. Tal situación de unión de ambos reinos habría de durar hasta que, en 1640, Portugal se levantó contra España, alcanzando su independencia definitiva. Entre esas fechas, política y cultura fueron, hasta cierto punto, comunes en los dos países.
⇦ Mariana de Austria (Kunsthistorisches Museum, Viena). La segunda esposa de Felipe IV, y sobrina suya, que casó con el monarca a los quince años, ofrece aquí un parecido nada sorprendente con su esposo. Parece que la primera versión de este retrato es la que posee el museo del Prado (otras versiones también en el Louvre y en el museo de Kansas), que acaso fuera una versión de taller, pero consta que fue enviada al archiduque Leopoldo Guillermo en 1653. Mariana tendría entonces unos veinte años, a pesar de que el complicado peinado que tan perfectamente se corresponde desde un punto de vista formal con el aparatoso traje, hace que parezca bastante mayor. Todo, desde el cortinaje hasta la silla en que apoya su mano distinguida, contribuye a crear ese ambiente regio que la convierte en un ser absolutamente por encima de los demás.
Durante este período, no pocos portugueses pasaron a España, huyendo a veces de investigaciones excesivamente detallistas sobre la ortodoxia de sus antepasados. Se ignora por qué razones cierto Diego Rodríguez de Silva, vecino de Oporto, y su esposa, Juana Rodríguez, dejaron esa ciudad, hacia 1581, para establecerse en Sevilla. Parece ser que Diego y su hijo Juan fueron, en Sevilla, Familiares del Santo Oficio de la Inquisición. En 1597 casó Juan con Jerónima Velázquez, de padres sevillanos, y dos años después nació el primer hijo de ese matrimonio, a quien fue impuesto el nombre de Diego: Diego Rodríguez de Silva Velázquez Rodríguez Buen-Rostro y de Zayas, o, para simplificar, como hará él tomando el apellido materno (costumbre portuguesa que también seguirá Murillo), Diego Velázquez, o, como lo llamarán en la corte," el Sevillano".