A pesar de que no tiene título, esta acuarela de Kandinsky, mundialmente conocida como Primera acuarela abstracta, a partir de la primera catalogación de Hill Grohmann, abrió el camino de la abstracción.
Se entiende por pintura abstracta aquella que prescinde por completo del objeto y de la figura y el cuadro se compone mediante la combinación de líneas y colores. Los movimientos anteriores, desde el Impresionismo, ya se habían encaminado hacia una no copia de la realidad. Desde entonces se iba reduciendo el concepto de arte como imitación. Pero la abstracción lleva este principio hasta las últimas consecuencias al prescindir por completo de la referencia a la realidad externa del cuadro.
En 1908, instalado en Murnau, un pueblo de Munich, Kandinsky comienza a desarrollar una pintura que paulatinamente se iría acercando a la abstracción a través de formas simplificadas y colores intensos, como verdes, azules, rojos y amarillos. El alejamiento del naturalismo y la tendencia hacia el arte abstracto se efectuó en Kandinsky entre 1910 y 1913 en una serie de obras que denominó Impresiones, Improvisaciones y Composiciones. En estas pinturas cuesta reconocer la plasmación de una figuración.
Es precisamente en 1910, a pesar de que algunos especialistas tienden a situarla en 1913, cuando pinta su Primera acuarela abstracta. A partir de esta fecha su pintura se basará en los principios expuestos en su obra teórica Sobre lo espiritual en el arte, escrita en 1911 y publicada en 1912, donde relaciona principios de la música y de la pintura, especialmente el concepto del ritmo. Para el artista ruso el arte debe expresar el espíritu, su realidad interior. Es el descubrimiento de que las formas coloreadas presentan propiedades expresivas propias. Su receptividad hacia el color fue la clave del desarrollo de su producción artística.
Kandinsky pinta su primer cuadro abstracto cuando el debate sobre el origen y, por tanto, creador de la pintura abstracta está en auge. La idea de la abstracción aparece también coetáneamente en pintores como P. Mondrian, K. Malevich, R. Delaunay, F. Kupka o F. Picabia.
Sobre un espacio imaginario flotan y se mueven formas abstractas coloreadas en las que no se encuentran referencias miméticas. La obra respira un sentido de libertad, lirismo, que, junto a la fluidez de las manchas de colores, dispuestos arbitrariamente, con gran intuición estética, y el gesto nervioso de la línea configuran un espacio de gran dinamismo. De hecho, esta autonomía del color es lo que le permitió enseñar una concepción de la pintura cercana a la pureza musical. Para él, tanto los colores como los sonidos tienen una capacidad y significado expresivo propio que conduce a una experiencia espiritual.
En definitiva, el resultado es una obra de gran creatividad y movimiento en que los colores son los protagonistas absolutos.
Esta gran acuarela con tinta china y lápiz, sin título, de 497 x 648 cm, grande según los formatos de la época, se conserva en el Museo Nacional de Arte Moderno, Centro Georges Pompidou de París, donada por Nina Kandisnky en 1976.
Se entiende por pintura abstracta aquella que prescinde por completo del objeto y de la figura y el cuadro se compone mediante la combinación de líneas y colores. Los movimientos anteriores, desde el Impresionismo, ya se habían encaminado hacia una no copia de la realidad. Desde entonces se iba reduciendo el concepto de arte como imitación. Pero la abstracción lleva este principio hasta las últimas consecuencias al prescindir por completo de la referencia a la realidad externa del cuadro.
En 1908, instalado en Murnau, un pueblo de Munich, Kandinsky comienza a desarrollar una pintura que paulatinamente se iría acercando a la abstracción a través de formas simplificadas y colores intensos, como verdes, azules, rojos y amarillos. El alejamiento del naturalismo y la tendencia hacia el arte abstracto se efectuó en Kandinsky entre 1910 y 1913 en una serie de obras que denominó Impresiones, Improvisaciones y Composiciones. En estas pinturas cuesta reconocer la plasmación de una figuración.
Es precisamente en 1910, a pesar de que algunos especialistas tienden a situarla en 1913, cuando pinta su Primera acuarela abstracta. A partir de esta fecha su pintura se basará en los principios expuestos en su obra teórica Sobre lo espiritual en el arte, escrita en 1911 y publicada en 1912, donde relaciona principios de la música y de la pintura, especialmente el concepto del ritmo. Para el artista ruso el arte debe expresar el espíritu, su realidad interior. Es el descubrimiento de que las formas coloreadas presentan propiedades expresivas propias. Su receptividad hacia el color fue la clave del desarrollo de su producción artística.
Kandinsky pinta su primer cuadro abstracto cuando el debate sobre el origen y, por tanto, creador de la pintura abstracta está en auge. La idea de la abstracción aparece también coetáneamente en pintores como P. Mondrian, K. Malevich, R. Delaunay, F. Kupka o F. Picabia.
Sobre un espacio imaginario flotan y se mueven formas abstractas coloreadas en las que no se encuentran referencias miméticas. La obra respira un sentido de libertad, lirismo, que, junto a la fluidez de las manchas de colores, dispuestos arbitrariamente, con gran intuición estética, y el gesto nervioso de la línea configuran un espacio de gran dinamismo. De hecho, esta autonomía del color es lo que le permitió enseñar una concepción de la pintura cercana a la pureza musical. Para él, tanto los colores como los sonidos tienen una capacidad y significado expresivo propio que conduce a una experiencia espiritual.
En definitiva, el resultado es una obra de gran creatividad y movimiento en que los colores son los protagonistas absolutos.
Esta gran acuarela con tinta china y lápiz, sin título, de 497 x 648 cm, grande según los formatos de la época, se conserva en el Museo Nacional de Arte Moderno, Centro Georges Pompidou de París, donada por Nina Kandisnky en 1976.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat