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ARTE BIZANTINO

Fruto de una civilización en la que se mezclaron elementos griegos, latinos, orientales y cristianos, el arte bizantino alcanzo la madurez en el s. VI, bajo el reinado de Justiniano. Rasgos típicos de los templos bizantinos (de tipo basilical o de planta central) son las bóvedas de piedra labrada, las cúpulas apoyadas en pechinas angulares, las ventanas geminadas y los capiteles de forma cubica o piramidal. Los muros de los principales monumentos aparecen cubiertos de pinturas al fresco y mosaicos, en los cuales el tono realista de la pintura romana ha sido sustituido por un simbolismo y un hieratismo a veces patéticos. Si bien la escultura bizantina tuvo poco desarrollo a causa de los prejuicios iconoclastas, en cambio la eboraria y la glíptica se cultivaron con profusión. A la época justinianea (527-65) corresponde la iglesia de Santa Sofía, en Constantinopla, y las de San Vital, San Apolinar Nuevo y San Apolinar in Classe, en Ravena, famosas par sus mosaicos. Después de la querella iconoclasta, la época macedónica (867-1 081) significó un segundo período de esplendor durante el cual se construyeron la iglesia de Basilio I, en Constantinopla, y la de Dafni, en Grecia, notable por la belleza de sus mosaicos. La influencia del arte bizantino llegó a Venecia por efecto de las relaciones comerciales entre esta ciudad y Bizancio; así, en el s. X se empezó la construcción de la monumental y suntuosa basílica veneciana de San Marcos. La época de los Paleólogos (1261-1453) supuso el último momento de esplendor cultural. El arte bizantino ejerció una profunda influencia en el desarrollo de arte medieval de toda la Europa Occidental, especialmente Italia, y determinó en mayor medida aun el carácter del arte religioso del Próximo Oriente, Grecia, los Balcanes y Rusia.

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