Renacimiento. Cinquecento.
Buonarroti Michelangelo, llamado Miguel Ángel (Caprese, 1475-Roma, 1564) Escultor, arquitecto, pintor y poeta italiano. Aunque él mismo se consideró fundamentalmente escultor, en pintura y arquitectura se reveló como uno de los genios de todos los tiempos, dejando una obra polifacética, pero de unidad y coherencia extraordinarias. Nacido en el seno de una antigua familia florentina güelfa, pasó su primera juventud en Florencia y, en 1488, su facilidad para el dibujo le llevó al taller de Ghirlandaio. Allí, sin embargo, sólo permaneció un año, ya que Lorenzo el Magnífico le dio la oportunidad de formarse como escultor en la Academia que se hallaba en el jardín de los Médicis. La obra de esta primera época se ha perdido casi en su totalidad; sólo han llegado hasta la actualidad La Virgen de la escalera y la Batalla de Centauros y Lapitas (Florencia, casa Buonarroti}, esculturas de clara tradición clásica.
En 1496 fue llamado a la c. de Roma, donde realizó el Saco (Florencia) y la Pieta (basílica de San Pedro, Roma), que marcaron e! principio de su fama. Entre 1501 y 1505 trabajó de nuevo en Florencia, donde recibió el encargo de esculpir una gigantesca escultura (más de 4 m de altura), que debía de ser colocada junto a la puerta del Palacio della Signoria; el resultado fue David, una de sus obras más destacadas y uno de los mejores ejemplos de la concepción heroica de Miguel Ángel, que se conserva en la Galería de la Academia de Florencia. De esta misma época son San Mateo, figura inacabada que parece surgir del bloque de mármol (Academia de Florencia), la bella escultura de La Virgen con el Niño, de la catedral de Brujas, el denominado Tondo Taddei (Royal Academy, Londres), y el Tondo Pitti (Museo Bargello, Florencia); ambos tondos son esculturas circulares en las que Miguel Ángel muestra su extraordinaria pericia para colocar las figuras en un espacio realmente difícil; en los dos tondos se representa la Virgen con el Niño; en un tercer tondo, en este caso pintado, el Tondo Doni, se representa a la Sagrada Familia (Uffizi, Florencia).
En 1505, el papa Julio II llamó a Roma al ya famoso artista para encargarle su mausoleo, que debía figurar en el ábside de la nueva basílica y que se convertiría en motivo de tormento para el escultor (la obra está hoy en San Pietro in Vincoli, Roma, reducida a un monumento adosado a la pared, del que descuella, por su dinamismo, la figura de Moisés). Con el fin de elegir personalmente los bloques de mármol para el mausoleo, Miguel Ángel viajó a Carrara, circunstancia que aprovecharon Bramante y Rafael para convencer al papa de que disponer de una tumba en vida era de mal agüero. Cuando regresó a Roma, Julio II, olvidando su encargo, le propuso la monumental decoración de la Capilla Sixtina. Desconocedor de la técnica del fresco, Miguel Ángel preparó los cartones para que diversos artistas se encargaran de realizarlos, pero descontento del resultado, se encerró a solas y, en veinte meses, lo concluyó, desmontando rápidamente el andamiaje para no verse obligado a añadir ropajes y dorados. La Capilla Sixtina revela un concepto nuevo de la pintura: el abandono de la elegancia y gracia del arte florentino para centrarse en un ideal abstracto y cerebral del ser humano en toda su plenitud. Las escenas (Dios separando luz y tinieblas, Creación de la Luna y el Sol, Creación de Adán, Creación de Eva, Expulsión del paraíso. Diluvio universal, etc.) están combinadas con un dominio de la plástica nunca hasta entonces alcanzado. Terminados los frescos de la Capilla Sixtina, Julio II propuso a Miguel Ángel que siguiera con la obra del mausoleo; pero el papa falleció muy pronto y su sucesor, León X, de la familia florentina de los Medias, encargó a Miguel Ángel diversas obras arquitectónicas para la iglesia de San Lorenzo de Florencia: la fachada (de la que no existe más que el proyecto), la Sacristía Nueva y la Biblioteca. En la Sacristía Nueva, claramente influido por Brunelleschi, aportó un interesante juego de luz y sombra de intensa y dramática plasticidad. En tan hermoso ámbito, fundiendo arquitectura y escultura, dispuso Miguel Ángel las tumbas de los Médicis, en las que destacan las dos estatuas que representan a Juliano y Lorenzo de Médicis y las personificaciones de las cuatro partes del día: la Noche, el Día, la Aurora y el Crepúsculo. Para la misma iglesia de San Lorenzo, Miguel Ángel diseñó la Biblioteca Laurenciana, acabada mucho más tarde, en la que su concepto de la arquitectura alcanza una pasmosa y equilibrada armonía; cabe destacar en ella la imaginativa escalinata. En 1535 el nuevo papa. Paulo III, de la familia de los Farnesio, le llamó de nuevo a Roma y le encargó una nueva obra pictórica para la Capilla Sixtina, la decoración de la pared del fondo tras el altar mayor; para esta nueva obra el tema escogido fue El Juicio Final, que el gran artista resolvió en una grandiosa composición de gran efectismo y fuerza dramática (1536-1541); otra obra pictórica de esta época (1542-1550) son los frescos pintados en la Capilla Paulina (Conversión de San Pablo, Martirio de San Pedro, etc.).
A partir de 1546, Miguel Ángel se consagro casi exclusivamente a la arquitectura; muerto Antonio da Sangallo, le sucedió en la fábrica del Palacio Farnesio y en 1547 fue nombrado arquitecto mayor de la basílica de San Pedro. Replanteó la basílica a modo de grandioso monumento y propuso de nuevo la planta de cruz griega sugerida por Bramante, coronada por una ambiciosa cúpula. Simultáneamente, Miguel Ángel realizó los planos para la remodelación de la plaza del Capitolio; según ellos se modificaba el Palacio de los Senadores, ya existente, al que se añadían las grandes pilastras salientes y la bellísima escalinata que enlaza el palacio con la plaza; para la plaza del Capitolio ideó el diseño y la orquestación del ámbito, que se completaría posteriormente. En los últimos años de su vida, Miguel Ángel volvió a su actividad favorita, la escultura, con tres magníficos grupos y un único tema, la Piedad: Piedad, de la catedral de Florencia, Piedad de Palestriria (Bargello, Florencia) y, sobre todo, la patética Piedad Rondanini(castillo Sforzesco, Milán). A sus gigantescas y geniales creaciones hay que añadir todavía su obra como dibujante, ya que en el diseño parece haber hallado el medio más apropiado para dar curso a su vertiginosa inspiración, y una excelente vía para expresar sus audaces impresiones plásticas, y sus estudios de desnudos, con esquemática sencillez. Miguel Ángel fue además un excelente poeta, como lo prueban los sonetos y madrigales que han llegado hasta el presente. Por otra parte su epistolario ofrece documentos preciosos para el estudio de su vigorosa personalidad.
El genio escultórico de Miguel Ángel
⇨ El esclavo de Miguel Ángel (Musée du Louvre, París). El genio de Miguel Ángel plasmó aquí una de sus obras más cargadas de emotividad. El esclavo, quizás el alma humana, presa de sus pasiones y miedos, parece intentar romper las invisibles cadenas de su condena.
Hoy no es posible forjarse ilusiones acerca del carácter y el genio de Miguel Ángel. Se conocen perfectamente su persona y sus actos; se tienen sus cartas: las que él escribiera y las que recibió; nada ilustra tanto como esta correspondencia para que pueda entenderse completamente su espíritu. Carácter duro, de trato difícil, sus más caros amigos y parientes tenían que andar con sumo cuidado para no irritarle. “Dais miedo a todo el mundo, hasta al propio Papa”, le escribe su amigo más íntimo, Sebastiano del Piombo. Es inútil que Miguel Ángel proteste y trate de excusarse en la respuesta: sus cartas le denuncian; a su padre y a sus hermanos unas veces les colma de caricias, y otras, amargado por sus propios dolores, les contesta bruscamente, como despidiéndolos para siempre.
El genio escultórico de Miguel Ángel
Michel Angelo, scultore florentino, así firmaba. Este gigante, solitario y extraño, era florentino. De Giotto a Miguel Ángel mediaron dos siglos de suave belleza toscana, de nobles y exquisitas creaciones. Parecía que ninguna persona podía romper aquel encanto. Masaccio, el único que, en su país, vio la belleza real de las cosas, moría cuando apenas había empezado su carrera. De pronto aparece un titán en medio del idílico ambiente artístico de Florencia: lo que era un suave adagio se convierte en tempestuoso finale.
⇨ El esclavo de Miguel Ángel (Musée du Louvre, París). El genio de Miguel Ángel plasmó aquí una de sus obras más cargadas de emotividad. El esclavo, quizás el alma humana, presa de sus pasiones y miedos, parece intentar romper las invisibles cadenas de su condena.
Hoy no es posible forjarse ilusiones acerca del carácter y el genio de Miguel Ángel. Se conocen perfectamente su persona y sus actos; se tienen sus cartas: las que él escribiera y las que recibió; nada ilustra tanto como esta correspondencia para que pueda entenderse completamente su espíritu. Carácter duro, de trato difícil, sus más caros amigos y parientes tenían que andar con sumo cuidado para no irritarle. “Dais miedo a todo el mundo, hasta al propio Papa”, le escribe su amigo más íntimo, Sebastiano del Piombo. Es inútil que Miguel Ángel proteste y trate de excusarse en la respuesta: sus cartas le denuncian; a su padre y a sus hermanos unas veces les colma de caricias, y otras, amargado por sus propios dolores, les contesta bruscamente, como despidiéndolos para siempre.
Solo, sin nadie, hace su camino; el largo camino de su travagliata vita. Es como un Beethoven, a quien, además de sus propias miserias y fatigas artísticas, se le cargara a cuestas un mundo de errores ajenos y tuviera que purgar los pecados de todo un siglo. ¿Qué culpa tenía él de que Bramante dejara en ruinas el viejo templo de San Pedro, sin haber trazado definitivamente el plan de la iglesia nueva del Vaticano? ¿Por qué había de ser la víctima de la vanidad de los papas, inconstantes en sus deseos, pero atentos a la misma idea de explotar su genio, de hacerle trabajar sin descanso, para procurarse también ellos, con sus obras maravillosas, la inmortalidad?