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Escultura

Arte de modelar, tallar y esculpir en barro, piedra, madera, metal u otra materia conveniente, representando de bulto figuras de personas, animales u otros objetos de la naturaleza, o el asunto y composición que el ingenio concibe.  Obra hecha por el escultor.  Fundición o vaciado que se forma en los moldes de las esculturas hechas a mano.

Las tres Gracias de Aristide Maillol (Tate Modern, Londres). Obra representativa del arte del autor en el que la gravedad, la ordenación de los volúmenes, el ritmo ondulante de las posturas y la robustez de los cuerpos femeninos contribuyen a dar a sus figuras un aire de rusticidad, dignamente asumida, que humaniza su intemporal perfección.  
Escultura exenta y relieve

La escultura es la rama de las artes plásticas que se caracteriza por la creación de formas expresivas tridimensionales y puede ser de bulto redondo o en relieve.

Una escultura de bulto redondo o exenta es un objeto aislado e independiente en el espacio, mientras que un relieve forma parte de un elemento mayor - edificio, mueble-- de cuya superficie emerge. Las culturas de la antigüedad se centraron más en el relieve que en la escultura exenta (La leona herida, relieves del palacio de Nínive, hacia 650 a.C.); el relieve se denomina alto o bajorrelieve, según el grosor de la parte que emerge de la superficie.

El proceso para la elaboración de un relieve se inicia a partir de un bloque en el que se dibuja el contorno de la escena, a continuación, se rebaja la zona neutra del fondo de manera que resalte la superfície en la que se coloca el tema (tímpano de la catedral de Moissac, Francia, 1120-30). Las primeras esculturas exentas como, por ejemplo, las del arte mesopotámico, eran en realidad altos relieves recortados, ligeramente modelados en los lados y por detrás, pensados para ser vistos frontalmente (Cabeza de Gudea, hacia 2100 a.C.). La escultura egipcia trabajó ya las cuatro caras del bloque cúbico a partir de dibujos previos realizados sobre la piedra. Finalmente se llegó a la estatua exenta, que no era sino el resultado de cuatro relieves perpendiculares (Micerinos y su esposa, hacia 2600 a.C.). Este procedimiento dio lugar a la denominada "ley de la frontalidad", según la cual era necesario que la figura representada fuera totalmente simétrica para que las cuatro caras coincidieran (kouros de Tenea, hacia 570 a.C.).

El arte griego del período clásico, al estudiar el cuerpo humano en movimiento, rompió, por primera vez, con la rigidez que esta ley imponía (El Doríforo de Policleto, s. -v y Hermes de Praxíteles, 350-330 a.C.): se representaban figuras con una ligera inclinación de las caderas -actitud en contraposto-. Al final del Renacimiento, la investigación del movimiento culminó con la denominada "forma serpentinata" o helicoidal, que gira sobre sí misma y permite una visión circular y total de la escultura (Rapto de las Sabinas de Giambologna, 1583). Fue también durante el Renacimiento cuando surgió un procedimiento que permitió crear la sensación de espacio en el bajorrelieve, el stiacciato o schiacciato, consistente en marcar de forma muy sutil los elementos del fondo, incluyendo arquitecturas y paisajes representados en perspectiva (Puertas del Paraíso, en el Baptisterio de Florencia, Ghiberti, 1425-52). Cuando esta técnica se utiliza para crear amplios espacios el relieve se califica de "relieve pictórico".

El relieve es especialmente apto para el desarrollo de ciclos temáticos en los que se narra una historia. En la antigüedad el friso continuo era la fórmula más utilizada para los ciclos narrativos (Friso de las Panateneas, en el Partenón, de Fidias, s. -v). El friso continuo suponía la inexistencia de separación real entre escenas distintas. Las columnas conmemorativas de época romana, como la columna de Trajano (Roma, 1 06-13), son las que presentan el desarrollo más complejo de este tipo de relieve.

Masa y espacio

Se entiende por masa escultórica el material sólido que ocupa un espacio tridimensional. El espacio vacío forma parte del diseño escultórico de diversas maneras: cuando los componentes sólidos de la escultura se extienden en el espacio (Victoria de Samotracia, 200 a.C.), cuando se forman huecos dentro de la escultura (Laocoonte, de Agesandro, Atenodoro y Polidoro de Rodas, s. I) y cuando se relacionan con otros elementos a través del espacio, es decir, cuando la figura no sólo ocupa el espacio real que le corresponde, sino que, con su actitud y sus gestos, crea la expectativa de que hay algo más fuera de ella (Éxtasis de Santa Teresa, de Bernini, 1645-52).

Antes del s. XX el arte escultórico trabajaba con formas sólidas o masivas, aunque los elementos negativos, los huecos, siempre han sido una parte importante y necesaria para el resultado final. Sin embargo, en la escultura moderna se concede más importancia a los elementos espaciales, es decir al vacío (Construcción lineal I, VariaciónNaum Gabo 1942-43). La historia de la escultura es una oscilación entre estos dos elementos fundamentales de la forma: los llenos (que dan origen a formas en las que los valores de masa son preponderantes) y los vacíos (que originan formas asimiladoras del espacio que rodea la escultura).

Los antiguos egipcios se orientaron en escultura hacia los valores de masa, utilizando piedras de gran dureza (granito, basalto, diorita). En cambio, la escultura en piedra caliza o en mármol llevó a los griegos a la utilización de vacíos, que hacen que la escultura integre el espacio que la rodea y, en cierta manera, viva en él. En la Edad Media la escultura románica se inclinó hacia la creación de bloques compactos con un cultivo de los llenos y de las masas; la escultura gótica, por el contrario, evolucionó hacia la máxima conquista del espacio vacío. Esta última tendencia adquirió un valor preponderante en la escultura barroca, con formas que vuelan en el espacio y sus creaciones características en las que la teatralidad llega hasta la gesticulación. La escultura moderna combina de manera distinta, según los artistas, los valores de masa llena y de espacio vacío, que han adquirido un valor autónomo en el expresionismo contemporáneo (Henry Moore) y, sobre todo, en la escultura abstracta (Hans Arp, Constantin Brancusi, Naum Gabo, Pevsner, etc.).

Materiales y técnicas

La piedra constituye el material más utilizado por los escultores debido a su dureza, su solidez y su resistencia a los agentes atmosféricos. Las rocas sedimentarias como la piedra calcárea y el alabastro tienen la ventaja de que son fáciles de trabajar y permiten acabados de gran finura. Las rocas metamórficas como los mármoles son, por el contrario, más estables y resistentes, presentan mayor dureza y admiten pulidos de gran brillantez. Entre las rocas endógenas o ígneas las más conocidas son el granito, el pórfido y la diorita, muy duras y difíciles de trabajar, pero su abundancia en ciertas zonas como Oriente Medio o Egipto ha determinado su gran utilización.

El uso de la madera suele reservarse, en Occidente, para obras destinadas a interiores, pero en culturas en las que el hierro o los metales son escasos puede ser el material más usado. La madera se adapta muy bien al complemento de color o policromía, que permite un resultado final muy naturalista (San Sebastián, retablo de San Benito, de Alonso Berruguete, 1528-33).

Las dos técnicas escultóricas básicas consisten en la "talla directa", es decir, quitar partes de una masa de material (piedra o madera) utilizando instrumentos cortantes, y el "modelado", es decir, añadir material maleable, yeso o arcilla o a veces cera, hasta crear un volumen. Dado que estos últimos materiales son poco resistentes, es necesario trasladar la forma resultante a un material más duro, en una operación denominada "traslado a la piedra". El modelo de arcilla o yeso también se puede trasladar a un metal, generalmente bronce, por medio de moldes y fundidos. Se trata de un procedimiento muy costoso, que se suele reservar para obras de tipo monumental y de marcado carácter representativo: estatuas de dioses en la antigüedad (Guerreros de Riace, s. V a.C.), o figuras ecuestres de personajes importantes en el Renacimiento (Gattamelata, de Donatello, 1445-50). Miguel Ángel fue el escultor que más destacó en su defensa de la talla directa del mármol (David, 1501-04) como procedimiento legítimo de la escultura, y Auguste Rodin en la técnica del modelado (El beso, 1885).

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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