Punto al Arte: Lisipo (n. Sición, s. -IV)

Lisipo (n. Sición, s. -IV)



Lisipo (n. Sición, s. -IV). Escultor broncista griego. Junto a Escopas y Praxíteles forma la tríada de escultores más importantes de su tiempo. Fue el artista predilecto de Alejandro Magno y su retratista oficial. Introdujo en la escultura griega innovaciones con respecto al estilo y al canon de Policleto y Praxíteles, que se refieren principalmente a la tridimensionalidad y a la esbeltez (en el canon creado por él, la cabeza apenas representa una octava parte de la altura total del cuerpo) dentro de la representación espacial. La primera obra que se le atribuye con certeza es un Eros tensando el arco (copia romana en el Museo Británico, Londres). A un período más avanzado pertenece la estatua del atleta Agios; con la figura de Alejandro manejando la lanza, Lisipo estableció un tipo de príncipe en apoteosis, relacionado con la divinidad, que llegó hasta la Edad Media. A la época de plena formación del artista corresponden la estatua del Apoxiómenos, en la que los cánones de la estatuaria clásica están ya completamente superados, el Hércules Farnese y una estatua sedente de Sócrates. 

El estilo naturalista de Lisipo

Hay que referirse, por fin, al último gran maestro escultor del siglo que dominó con su personalidad poderosa toda la generación que sucedió a la de Scopas y Praxiteles. Este fue Lisipo, el escultor predilecto de Alejandro, el único con privilegio oficial para esculpir sus retratos. Lisipo no era de Atenas, sino de la misma ciudad que Policleto, de Sicione, de donde habían salido los grandes maestros fundidores del siglo anterior, pero se aprovechó de los inventos de la escuela de Atenas, de Scopas y Praxiteles. Plinio informa que empezó como aprendiz de obrero metalúrgico; no tenía, pues, en su familia antecedentes artísticos; su única escuela fue la de la vida.

 Alejandro de Lisipo (Musée du Louvre, París). Réplica de un original griego realizado por el escultor predilecto de Alejandro Magno. Ésta es una de las diversas esculturas que Lisipo hizo del personaje. Aquí aparece sereno y quizá empapado de la sabiduría que le transmitió su maestro Aristóteles.



Lisipo, después de Fidias con su idealismo glorioso, después de Praxiteles con su mórbida sensualidad, de Scopas con su obsesión trágica, representa otra etapa del arte griego: la del elevado naturalismo, sin descender nunca hasta el nivel de lo grosero personal.

   Debido a su meteórica carrera, Alejandro era un modelo digno de este escultor dinámico y naturalista. Se han conservado innumerables cabezas de Alejandro, las cuales pueden servir para conocer el estilo de Lisipo, con los cabellos leoninos ensortijados en los días de su gloriosa adolescencia, o prematuramente fatigado con los bucles en desorden, como un dios solar. Aquellos rizos fueron siempre característica inconfundible de la cabeza de Alejandro; arrancan de mitad de la frente y se separan cayendo a un lado y otro. Con Lisipo, pues, se ve aparecer lo personal y característico de los retratos, aunque sea tratándose de un héroe semidivino como era Alejandro.

Hércules Farnese (Museo Arqueológico Nacional, Nápoles). En esta magnífica copia de un original de Lisipo se aprecia el trabajo detallado de la musculatura de Hércules, que aparece descansando, en un gesto que denota, a la vez, fuerza y serenidad.




























 Sileno y Dionisos (Musée du Louvre, París). Lisipo fue un verdadero maestro en cuanto al dominio de la técnica, aunque también era un auténtico artista que sabía captar el gesto adecuado, como lo demuestra esta copia de un original suyo en el que Sileno acoge en sus brazos con gesto delicado a un indefenso Dionisos.


 Apoxiómenos de Lisipo (Museo Vaticano, Roma). Se trata de un atleta esbelto y ritmado con el movimiento de un péndulo. Sus brazos proyectados hacia delante y su mirada fija en un punto lejano del horizonte incorporan al mármol el aire que le rodea.



Después de Alejandro, el tema predilecto de Lisipo fue Hércules, el hijo de Zeus, infatigable, prototipo del héroe para los intelectuales poco agresivos del siglo IV. Lisipo lo representó en su vida fatigosa con los doce trabajos; acaso un reflejo de estos grupos lisípeos se encuentre en el grupo de Hércules joven y la cierva, de Palermo. Otras veces, el héroe está figurado en reposo y pensativo, apoyado sobre la clava y la piel de león; la pequeña cabeza del musculoso héroe se presta para adaptarse al nuevo canon lisípeo. Una estatua gigantesca de Hércules descansando, apoyado en la clava, fue ejecutada en bronce por Lisipo para Tarento, y de allí trasladada a Roma. Constantino, a su vez, la llevó a Bizancio y figuró en el Foro hasta el 1202, en que la destruyeron los cruzados. Representada en innumerables cajitas bizantinas de marfit puede presumirse que la estatua de Lisipo hubo de ser considerada, en la propia Constantinopla cristiana, como principal ornamento de la ciudad. Otro Hércules, sentado y gozando de las delicias del banquete olímpico, era muy famoso por haberle tomado Alejandro tal afición, que siempre lo llevaba consigo.

   Con Lisipo empieza la escultura ateniense a representar figuras que tienen lo que puede llamarse las tres dimensiones. Antes de Lisipo, acaso con la excepción de Mirón, todos los artistas escultores dan por descontado que sus estatuas se verán desde un determinado punto de vista, por lo cual componen las figuras para que hagan su mejor efecto desde aquel lado.

Venus de Capua (Museo Arqueológico Nacional de Nápoles). Aparte del estilo naturalista tan característico de las obras de Lisipo, destaca que muchas de ellas son susceptibles de ser contempladas desde diferentes perspectivas, como esta copia de una delicada Venus que aparece semidesnuda.

En realidad, más que estatuas independientes, son relieves de bulto entero destacados del fondo, pero todavía desplegándose en un plano que tiene algo de espesor. Esto explica que obras maestras como el Doríforo de Policleto se presenten en estricta frontalidad y que el dorso del Hermes de Praxiteles sea apenas esbozado.

 Agias (Museos Vaticanos, Roma). Copia de una obra de Lisipo que seguramente se encuentra entre las más antiguas de este espléndido artista griego. Esta estatua de un joven atleta se muestra algo estilizada ya que rompe con el famoso canon de Policleto al acreditar una cabeza más de altura de la que le correspondería si siguiera las proporciones marcadas por éste.



Lisipo es el primero que emancipa las estatuas del espectador; muchas de sus figuras pueden contemplarse por varios lados a la vez, extremando las dificultades con temas enrevesados. Hay ya en Lisipo algo del virtuosismo del arte que empieza a cansarse de aquello que es puramente bello y necesita la excitación de lo violento.

   Este escultor es, además, un genio verdaderamente ecléctico, que en su incesante producción se inspira en todo lo que se ha inventado anteriormente. Las obras de pintura y los relieves debieron de proporcionarle motivos de composición para sus figuras, en formas que la escultura no se había atrevido antes a reproducir.

Lisipo ejecutó rarísimas figuras femeninas o juveniles, todo lo contrario de lo que sucedía con Praxiteles. El total de su obra pasaba de 1.500 estatuas, de las cuales conocemos con seguridad una sola, mencionada por los escritores antiguos: la figura del llamado Apoxiómenos, descubiérta en Roma en el año 1849. Por ella se empezó a comprender algo del verdadero carácter del estilo de Lisipo. El Apoxiómenos ("el que se limpia rascando") es un joven corredor que se quita el aceite y el polvo de los brazos con un pequeño instrumento de bronce. Este nuevo tipo de atleta difiere completamente en sus proporciones del Doríforo y otras estatuas atléticas más antiguas. El cuerpo es más flexible y nervioso; aunque se dedica a ejercicios gimnásticos, aquel joven pertenece ya a otra sociedad más refinada; la cabeza es mucho menor y más naturalmente expresiva; tiene en la frente una arruga muy acentuada y una sombra en los ojos, que es como un recuerdo del pathos de Scopas y de la melancolía de Praxiteles. El Apoxiómenos no es un hombre del pueblo, ni un vulgar pugilista, ni un tipo ordinario de gimnasta; Lisipo, sin idealizarlo, lo ha visto de una manera nueva, altamente estética. Extiende los brazos adelante, lo cual obliga a mirarlo de lado para apreciar lo que está haciendo.

 Cabeza de Eros de Lisipo (Museo Éfeso, Selcuk). A Lisipo no le hacía falta esculpir el cuerpo de sus figuras para dotarlas de una gran fuerza expresiva. En este caso, la intensidad emocional de este rostro recae en su mirada y en el escorzo de la cabeza.



Otra estatua encontrada en Delfos, en 1897, parece ser copia muy cercana al original de una escultura de Lisipo. Es el retrato de un joven llamado Agias que formaba parte de un grupo escultórico de varios individuos de una familia de príncipes de Tesalia. El grupo de Delfos llevaba una inscripción poética que sirvió para identificar a los personajes, pero lo más interesante fue que se pudo comprobar que esta lápida de Delfos era idéntica a otra que había existido en la propia patria de los personajes del grupo, y allí estaba con el agregado de que las esculturas eran de Lisipo. No quedaba duda de que los opulentos señores de Tesalia que encargaron a Lisipo un grupo con sus retratos habían regalado al santuario de Delfos copias de las mismas estatuas.

 Hermes probándose las sandalias de Lisipo (Musée du Louvre). Copia de un original en el que el artista griego representa a Hermes en un curioso gesto con el que parece querer humanizar a la divinidad.



De inspiración lisípea, sobre todo por las proporciones y postura del cuerpo, es el conocido Ares Ludovisi, una figura del dios guerrero sentado negligentemente, con las piernas hacia delante y las manos apoyadas sobre la rodilla izquierda. La genealogía de este tipo es muy antigua en el arte griego; Polignoto, ya a principios del siglo V a.C., debió de crearlo en alguno de sus frescos, porque aparece en seguida en el repertorio de los pintores de vasos. En el friso del Partenón, los escultores de la escuela de Fidias lo adoptaron para representar a Ares inquieto en el grupo de los dioses. El dios de la guerra es el único que no puede soportar la duración del cortejo de Atenas, y, en su impaciencia, hace el gesto de levantar una pierna. Pero allí, en el friso del Partenón, la figura no salía del campo de la pintura: el relieve tenía un solo plano, como un cuadro. La dificultad de representarla en bulto entero no fue atacada hasta el tiempo de Lisipo.

Combate de lucha, en el cementerio de Dipylon (Museo Arqueológico Nacional, Atenas). Relieve fechado hacia el año 51 O a.C. que representa a dos jóvenes deportistas practicando la lucha grecorromana. Está realizado en mármol y forma parte de la base de una estatua.

Como el dios guerrero, en sus ocios, era propenso al amor, el Ares Ludovisi tiene un pequeño amorcillo que juega entre sus pies, muy restaurado (el rostro es del escultor barroco Algardi), pero que debía de estar ya en el primitivo original, puesto que figura también en otra copia del Museo de Nápoles.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat

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