⇦ Felipe II en su juventud de Tiziano (Galería Pitti, Florencia) En 1548, pinta este retrato del hijo del emperador en Milán, al que representa en una actitud de firmeza que presagiaba, a sus 22 años, al futuro rey de España.
¿Es el arte un reflejo de la sociedad? Hasta cierto punto. Tradicionalmente, la cultura siempre ha estado ligada al poder: en la Atenas clásica, al poder civil de la polis; durante la Edad Media, a la Iglesia; en época de la Revolución francesa, al servicio de ésta.
A partir de esta premisa podría concluirse que la expresión y la representación de las minorías ha quedado en gran parte excluida del arte, sobre todo en épocas pasadas. Obras como la de Jean-François Millet, Las espigadoras, de mediados del siglo XIX, en la que se trata el tema del trabajo en el campo, no son habituales.
Tampoco la representación de la vida
cotidiana ha sido algo frecuente en la historia del arte, pues las escenas de
la intimidad sólo empiezan a aparecer retratadas de un modo generalizado con la
pintura de las escuelas del norte de Europa y, sobre todo, a partir de la edad
de oro de la pintura holandesa, en el siglo XVII, con artistas como Frans Hals y Jan Vermeer. Hasta entonces priman las obras de carácter religioso o
mitológico o los retratos de soberanos europeos (como el de Tiziano de Felipe II).
A partir de la Revolución francesa, y
con la introducción de las ideas liberales, se inicia un proceso paulatino por
el cual las relaciones entre el arte y el poder se relajan. En los sistemas
democráticos actuales, el arte no aparece tan ligado a la autoridad como en el
pasado. Ya no existe un único sistema, pues, que englobe el conocimiento, la
economía y la política. Éste, por el contrario, queda diluido en varías
esferas: la política, la ideológica y la económica, todas ellas
interrelacionadas entre sí y que a continuación serán analizadas.
En cuanto al actual poder político, de
un modo parecido a como antaño los arcos de triunfo sirvieron para recordar
hechos relevantes de los gobernantes de turno y ensalzarlos, hoy el fomento de
la cultura confiere un barniz de prestigio a los políticos, que de esta manera
apuestan de forma desinteresada y altruista por el arte. No obstante, la
relación entre arte y poder suele establecerse de manera más sutil en las
democracias occidentales. Por ejemplo, mediante una política de becas o con
exposiciones colectivas de nuevos creadores. A este respecto, cabe citar el
importante papel que desempeñó el gobierno de Estados Unidos en la época de la
depresión, la década de 1930, en el respaldo a los creadores mediante la
creación Work's Progress Administration (WPA), dentro del Federal Art Project,
que proporcionó trabajo a miles de artistas con sus encargos de decoración
mural para edificios oficiales.
Niños cantores de Frans Hals (Staatliche Kunstsammlungen, Kassel). La naturalidad es la tónica en los retratos de este artista, quien, en este cuadro de 1623 muestra a dos niños aprendiendo y ensayando una pieza musical acompañándose con un instrumento de cuerda.
Resulta muy evidente que el poder político necesita unas doctrinas o unas teorías que aporten contenido a todas sus acciones. Por ello, se apoya y se nutre de la cultura oficial, que está integrada por diversas instituciones: las universidades o centros de enseñanza, los museos o fundaciones y los medios de comunicación. Es fundamental destacar la importancia de esta cultura oficial en cuanto que sanciona el valor de las obras de arte, es decir, es responsable de cómo se evalúan y se critican, y de que entren a formar parte del circuito museístico, y con ello, en la historia.
Resulta muy evidente que el poder político necesita unas doctrinas o unas teorías que aporten contenido a todas sus acciones. Por ello, se apoya y se nutre de la cultura oficial, que está integrada por diversas instituciones: las universidades o centros de enseñanza, los museos o fundaciones y los medios de comunicación. Es fundamental destacar la importancia de esta cultura oficial en cuanto que sanciona el valor de las obras de arte, es decir, es responsable de cómo se evalúan y se critican, y de que entren a formar parte del circuito museístico, y con ello, en la historia.
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Su influencia queda patente en la
siguiente anécdota: en 1917, el artista francés MarcelDuchamp presentó en el Salón de Artistas Independientes de Nueva
York una obra de arte que consistía, simplemente, en un urinario. Duchamp lo había
seleccionado de entre los objetos de un fabricante de productos de ferretería,
y ni siquiera lo había retocado; tan sólo había añadido la firma de su supuesto
autor: R. Mutt. Aunque en su momento presentar un urinario como arte fue un
gran escándalo, hoy en día todos los libros hablan de esta obra.
Dada la preponderancia de la cultura
oficial, como se ha visto, es necesario que se den ciertos grupos alternativos
(agrupaciones de talleres de artistas, asociaciones ...) para que de esta
manera puedan hacer de contrapeso a la cultura imperante y aporten nuevas
maneras de concebir la vida.
Fachada de la Bauhaus de Walter Gropius, en Dessau (Alemania). Este edificio fue el que albergó a la Bauhaus (Casa de la Arquitectura), entre los años 1925 y 1933, año en que se disolvió la escuela fundada por Gropius en 1919.
Como ejemplo de alternativa ideológica
podría citarse la escuela de arquitectura y artes aplicadas Bauhaus, fundada en
1919 por Walter Gropius y de la que fueron profesores importantes artistas de
la época: Joseph
Albers, Wassily Kandinsky, Paul Klee,
y que tuvo como uno de sus directores al arquitecto Ludwig Mies van der Rohe.
Su proyecto de enseñanza resultaba muy novedoso, al igual que la manera de
concebir que las artes debían estar integradas en los actos de la vida
cotidiana.
El tercer poder al que se ha hecho
referencia, el económico, se sustenta en el mercado, y como resultado ha
añadido un nuevo valor extraartístico al arte, el mercantil. Esto significa que
la obra de arte también se considera un valor de cambio, al margen de su
artisticidad. Un cuadro de Van
Gogh
es ahora sinónimo de inversión.
Asimismo, el poder económico también
influye muy positivamente de otra manera, pues constituye junto al estado, el
mecenas más importante en la sociedad actual mediante la financiación de
exposiciones, museos y grandes acontecimientos culturales.
En definitiva, estos tres poderes se
condicionan mutuamente y se necesitan. El poder económico requiere la
legitimación del ideológico, mientras que éste precisa el apoyo financiero del
primero.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat