La derrota militar de 1918, la grave dislocación política y social que siguió, y la catastrófica inflación de 1923, no hacían esperar la reconstrucción de las fuerzas artísticas que tuvo lugar en aquellos años en Alemania. Lo que se desarrolló fue una pintura basada en otras premisas artísticas, sociales y psicológicas. No hay duda de que su dirección realista y su forma agresiva y antiidealista, fueron facilitadas por las actividades de los grupos Dada de Berlín y de Hannover, a los que se hace referencia en otro capítulo.
La conexión entre el desorden
Dada y el nuevo realismo expresionista se realizó a través de la obra de George Grosz y de Otto Dix. Durante el período dadaísta de Berlín (1917-1920), Grosz
se caracterizó como un miembro importante del grupo, y participó en sus exposiciones
con dibujos y collages de fotografías
que se cuentan entre las obras más amargas de denuncia de la hipocresía social
que produjo el dadaísmo.
Camarera de Otto Dix (Galería de Arte Moderno, Roma). Este pintor procedente del ámbito proletario, dio gran energía a la última fase del expresionismo, y representó la más decidida reacción contra el arte abstracto. Su arte fue un instrumento satírico y acusador de la sociedad burguesa contemporánea. Integró también el grupo de la "Nueva Objetividad". Este rostro patético que ocupa toda la tela está envuelto en un halo de fantasía que lo hace enormemente emotivo.
Camarera de Otto Dix (Galería de Arte Moderno, Roma). Este pintor procedente del ámbito proletario, dio gran energía a la última fase del expresionismo, y representó la más decidida reacción contra el arte abstracto. Su arte fue un instrumento satírico y acusador de la sociedad burguesa contemporánea. Integró también el grupo de la "Nueva Objetividad". Este rostro patético que ocupa toda la tela está envuelto en un halo de fantasía que lo hace enormemente emotivo.
Estos dos artistas y Max Beckmann
constituyen los máximos exponentes del expresionismo germánico en su última
fase, antes de que su desarrollo fuese cortado policíacamente, por el ascenso
del nazismo, en 1932. El crítico G. E Hartlaub fue el inventor del término con
el que se conoce esta última fase: Neue
Sachlichkeit ("Nueva objetividad").
Otto Dix (1891-1968) fue en
pintura lo mismo que era en literatura Erich María Remarque (autor de Sin novedad en el frente). Con una
lucidez despiadada y casi fotográfica describió las miserias, las infamias y la
monstruosa estupidez de la guerra. Su serie de 50 grabados titulada Der Krieg ("La guerra") es uno
de los más enérgicos alegatos antibelicistas que ha producido el siglo XX. Su
tríptico Metrópolis (1927) es una
denuncia de la triste soledad de los seres humanos en las grandes ciudades y
del cinismo de la vida nocturna, a la manera de las óperas de Bertolt Brecht y
Kurt Weill, que son de los mismos años.
George Grosz (1893-1959) llevó
aún más lejos el proceso de demixtificación de la clase dirigente alemana.
Hasta 1932, en que la persecución hitleriana lo obligó a refugiarse en Estados
Unidos, no dejó de batirse en una lucha sin cuartel contra los grandes
capitalistas y los militares alemanes. Grosz conocía muy bien a la casta
militar prusiana desde su infancia, en que su madre, viuda, servía en un club
de oficiales en Pomerania. Probablemente nadie, desde Daumier, había utilizado
el sarcasmo con un sentido tan aguzado como él. Lo más interesante de Grosz es
que, para denunciar la perversión de los instintos y el ansia de poder que se
ocultan bajo la capa de la respetabilidad burguesa, puso como contribución las
más modernas tendencias pictóricas de su época (en especial el cubismo).
Metrópolis de Otto Dix (Kunstmuseum, Stuttgart). Tabla central del tríptico que conforma esta obra, pintada en 1927. El realismo que destilan las composiciones del autor es cercano a la caricatura, recupera elementos del expresionismo alemán inicial y los dota de un carácter crítico. De trazos ágiles y vigorosos, las obras del Otto Dix están llenas de simbolismos sociales, y fueron tildadas de "arte degenerado" por los nazis, que en 1933 le apartaron de la tarea pedagógica que desarrollaba en Dresde desde 1927.
Dix y Grosz, dentro de la Neue Sachlichkeit, pretendían hacer un
arte útil a la sociedad, paralelo a la Gebrauchsmusik
("música de uso") de Kurt Weill y otros compositores que escribían su
música de tal manera que pudiera ser ejecutada con facilidad, aun por pequeños
conjuntos, de modo familiar, y capaz de ser entendida por cualquiera. Un famoso
ejemplo de esto lo ofreció Kurt Weill al componer la música de Die Dreigroschenoper, conocida en España
con el título de La ópera de cuatro
cuartos, de Bertolt Brecht. Paralelo a toda esta actividad es el cine
expresionista alemán de aquellos años, con toda su serie de personajes
obsesionantes, más o menos demoníacos, y típicamente germánicos, con sus
vampiros, "doctores" maléficos, prostitutas destructoras y
"laboratorios" extraños: "El Golem" de Paul Wegener,"El
gabinete del doctor Caligari" de Robert Wiene y "El ángel azul"
de Sternberg son buenos ejemplos de todo ello.
Entierro del poeta Osear Panizza de George Grosz, (Staatsgalerie, Stuttgart). Pintado en 1917-1918, se inspira indudablemente en el "Funeral del anarquista Galli", que en 1910 pintó Carrá. El funeral se convierte aquí en un motín dominado por un rojo de sangre y de fuego. Grosz se consideraba un propagandista de la revolución social. De estilo muy incisivo, la obra del autor ataca, según sus propias palabras, "a una sociedad dominada por los galones, la levita, la sotana, y la caja fuerte" (1926).
Entierro del poeta Osear Panizza de George Grosz, (Staatsgalerie, Stuttgart). Pintado en 1917-1918, se inspira indudablemente en el "Funeral del anarquista Galli", que en 1910 pintó Carrá. El funeral se convierte aquí en un motín dominado por un rojo de sangre y de fuego. Grosz se consideraba un propagandista de la revolución social. De estilo muy incisivo, la obra del autor ataca, según sus propias palabras, "a una sociedad dominada por los galones, la levita, la sotana, y la caja fuerte" (1926).
Max Beckmann (1884-1950) formuló
en términos más filosóficos el problema del mal, que Grosz y Dix denunciaban en
términos de un realismo cínico. Su formación clásica le hizo admirar toda su
vida los grandes murales de Signorelli y de Piero Della Francesca por su
majestuosa unidad de formas y espacio. Además, ejerció gran influencia en su
desarrollo la fuerte impresión que le produjo la pintura gótica que descubrió
en una exposición de primitivos franceses que visitó en París en 1904. En el
período 1914-1918, conoció los horrores de la guerra, como Grosz y Dix. Al
volver a la vida civil, se desarrolló en su obra una tendencia típica de la
pintura gótica tardía: el alargamiento vertical de las figuras, y esto le llevó
a representarlas desde varios puntos de vista simultáneamente, como si fuesen
vistas por encima y por debajo de un punto central. El resultado produce
grandes tensiones plásticas que son visibles en sus obras posteriores a la
guerra. Así en La noche (1919), que
probablemente representa la irrupción de una banda de criminales en un hogar de
la clase media, la atmósfera de terror y sadismo está obtenida no sólo por los
detalles anecdóticos del tema, sino por la tensión entre formas y espacio que
lleva a resultados incoherentes (por ejemplo, la distancia que separa el cuerpo
de la mujer, situada en primer término, de sus manos atadas al marco de la
ventana que está al otro lado de la mesa).
La noche de Max Beckmann (Colección Günther Franke, Munich). La visión de la guerra que vivió en el frente inspiró la obra de este pintor, enraizada en el gótico alemán y orientada a modo de revulsivo social. En este cuadro, pintado en 1914, expresa el drama de la tortura y de la brutalidad, el terrorismo que dominó el Berlín posterior a la 1 Guerra Mundial. Las figuras, pálidas y repulsivas, el horror descrito con toda suerte de detalles hasta herir la sensibilidad y una meditada deformación del espacio, fueron los recursos de un arte comprometido y realista.
A fines de los años veinte,
Beckmann realizó una serie de pinturas menos dramáticas sobre temas de teatro,
escenas de bailes elegantes y hoteles de lujo. Pero la aparente alegría de
estas obras es sólo superficial. Pese a sus brillantes colores, estas figuras
de hombres y mujeres de la época del jazz
son trágicas metáforas de la vaciedad de la vida y de la frustración sexual.
Como tantos otros artistas, Beckmann tuvo que huir de Alemania en la época del
hitlerismo. Primero en Holanda, y después en Estados Unidos, desarrolló un
estilo en el que cada vez se hizo más aparente una profunda meditación
filosófica sobre los valores últimos de la vida humana. La misma forma de
tríptico que dio a muchas obras de su último período, por las asociaciones
mentales de tipo religioso que esta forma sugiere, y pese a sus temas civiles o
mitológicos, subraya el sentido espiritual -de un espiritualismo laico- que
quiso imprimir a su pintura.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.