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Artemisia Gentileschi (1593-1652)




Gentileschi, Artemisia o Lomi (Roma, 1593 - Nápoles, hacia 1654) Pintora italiana. Está considerada como una de las figuras capitales del tenebrismo italiano.

Su formación como pintora la adquirió junto a su padre y los pintores que forman el circulo caravaggista romano, incluyendo al propio Caravaggio. En 1609, con tan sólo 16 años, Artemisa ya era discípula del pintor Agostino Tassi, que la introdujo en la técnica de la cuadratura, la cual llegó a dominar. Poco tiempo después fue violada por éste, hecho que la marcó durante toda su vida y que se va a reflejar en sus pinturas. Nunca más abordará el tema de la cuadratura, y casi toda su obra hace referencia a mujeres heroicas, como Judit o Yael.

El tipo de mujer que representa va a ser muy similar a lo largo de toda su producción artística; de edad madura, corpulenta, cara oval y ancha, casi siempre con mechones de cabello sobre la cara, además de un gran realismo en el rostro. Es la artista de la época que mejor pinta el cuerpo de la mujer, fijándose de manera minuciosa en los detalles.

Artemisa abordó en sus obras algunos de los temas más representativos del barroco, pero siempre representándolos de una manera muy personal y con una ejecución perfecta. Además de ser capaz de darles un profundo sentido dramático, les dotaba a la vez de una naturalidad y dinamismo poco frecuentes. Es característico en ella la creación en el lienzo de un espacio interior en el que la luz no está sólo al servicio de una historia o de sus protagonistas, sino que crea una atmósfera de realidad, un espacio propio de la representación, que es característicamente moderno; esto se aprecia perfectamente en El Nacimiento de san Juan Bautista, del Museo del Prado.

Una primera etapa de su producción artística trascurre entre Roma y Florencia hasta 1630. Cuando, en época del papa Paulo V, realiza sus primeras obras, fechadas entre 1609 y 1610, impregna éstas de un marcado carácter religioso, como puede verse en La Virgen con el niño, imagen que repetirá en varias ocasiones. En ellas existe un protagonismo del cuerpo humano, fundamentalmente del femenino.

En 1613 se casó con el pintor florentino Antonio Stiatesi, y se trasladó a vivir a Florencia. En esta ciudad estuvo sólo siete años, aunque dicha estancia fue de notable influencia en la creación de su estilo personal y de su carrera en solitario. Allí se relacionó con amigos y patrones agrupados en torno a la Academia del Disegno y a la corte de los Médicis. Además, estuvo bajo la protección de Cosme II y de su padrino Miguel Ángel Buonarotti (sobrino del gran artista homónimo). Tras la estancia en la ciudad se percibe en su producción la influencia del propio Miguel Ángel, concretamente en el matiz de algunos colores y, sobre todo, en la anatomía de sus cuerpos, que queda patente en sus desnudos o se adivina tras los atuendos; un ejemplo de ello es la Magdalena del Palacio Pitti.

En torno al año 1620 Artemisa regresó a Roma, donde trabajó hasta el año 1630, y ya no retornaría a Florencia, quizá como consecuencia de la muerte de su mecenas, acontecida en 1621. En aquel momento ya había pintado tres de las versiones de Judit, consideradas las obras más conocidas y mejor estudiadas de toda su producción pictórica.

De esta segunda estancia en Roma se conservan muy pocas obras, que fueron realizadas en un caravaggismo matizado y se caracterizan por el uso delicado del color y la elegancia en la representación de las texturas y los adornos. Una Lucrecia y una Cleopatra, además de tres retratos (Retrato de un Golfaloniere, 1622; Retrato de una mujer artista, 1630; y su famoso Autorretrato como alegoría de la pintura, 1636) pertenecen a esta etapa. También recibió encargos de los cardenales Antonio y Francesco Barbieri para la colección del palacio de la familia.

Sus relaciones con otros muchos artistas fueron en aumento, como pueda ser el caso del pintor francés Simon Vouet, con el que mantuvo una relación amistosa y profesional cuyo resultado es una influencia mutua que se manifiesta en las obras de ambos.

Su segunda etapa artística, que transcurre en Nápoles, comienza en tono al año 1631. Se especula con que se trasladó a esta ciudad buscando un mayor reconocimiento de su obra y, por tanto, un mayor número de encargos. En esta etapa hay un abandono del sentido de lo heroico, en el que la fidelidad anatómica es la manera de expresar las verdaderas cualidades del personaje, para centrarse en el naturalismo de los cotidiano, en la representación de la luz y en la composición de la escena, conjugado con una clara estilización de las anatomías, cuyo resultado es una sensación de serenidad.

En Nápoles coincidió con otros artistas tan importantes como Guido Reni y José Ribera, además de convertirse en una figura destacada dentro del panorama pictórico local. Influyó en algunos pintores napolitanos, como Massimo Stanzione o Bernardo Cavallino.

De Nápoles partiría hacia Inglaterra acompañando a su padre, que había sido llamado por Carlos I. En este país realizó numerosos retratos para miembros de la nobleza y algunos cuadros de historia encargados por el rey. Este sería el único viaje que realizara fuera de Italia; tras su regreso, sus obras presentan ciertas influencias de Rubens y Van Dyck, sobre todo en el uso de columnas y de cortinas, que aparecen enmarcando algunas escenas. Entre las obras que se enmarcan en esta segunda etapa están la decoración del altar de la catedral de Pozzuoli; un Nacimiento de san Juan Bautista, que pintó para Felipe IV y que en la actualidad está en el Museo del Prado; una Magdalena encargada por el duque de Alcalá, virrey de Nápoles, que está en la catedral de Sevilla; y al menos otros cuatro cuadros, registrados en el catálogo del palacio del duque de Alcalá en Sevilla, hoy desaparecidos. Además, en esta época Antonio Ruffo fue su mecenas, para el que debió de realizar numerosas obras.

Artemisa se sentía muy orgullosa de su pintura y ambicionaba la fama. Quiso ser, y lo fue, independiente y autosuficiente. Su fuerte carácter, imprescindible en el ambiente artístico en el que se desenvolvía, está patente en sus lienzos, y su tratamiento de la expresividad femenina pervive como rasgos de una autora que, desde su condición de mujer, fue una adelantada a su tiempo. Su vida fue llevada al cine en el año 1997 en el filme Artemisia, de Agnès Merlet.
 
Fuente: Texto extraído www.mcnbiografias.com

Obra comentada


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