Ahora,
se ha dejado atrás la Atenas monumental que imaginó y construyó Pericles para
estudiar la evolución del arte griego tras la figura poderosa de aquel
carismático gobernante. Desaparecido Pericles, no es época de obras
monumentales, que sólo un espíritu grande y pleno de energía como el suyo
podría poner en marcha, sino que es el momento para que tengan parte de gloria
los grandes artistas, como Apeles, pintor y retratista de Alejandro Magno.
Monumento sepulcral de Beocia.
Fragmento de un bajo relieve
funerario del siglo IV a.C. |
Aunque es en la escultura el ámbito en el
que Atenas continúa brillando, gracias a artistas como Praxíteles, que tiene el
mérito de haber revolucionado el arte de su tiempo con obras impregnadas de una
sensualidad y una extraña nostalgia que no tenían precedentes en Grecia.
Contrapuesto a Praxiteles, pero tan brillante como éste, se muestra Scopas, con
su intenso sentido dramático, que sacude al espectador con representaciones
agitadas y nerviosas. Por su parte, Lisipo tuvo la suerte de ser el escultor
preferido de Alejandro Magno, lo que otorga una dimensión histórica a su
revolucionario estilo naturalista, de una técnica magistral, presentando unas
figuras tan bellas como personales.
Fuente:
Historia del Arte. Editorial Salvat.
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