Políticamente
considerado, el gobierno de Pericles tuvo fatales consecuencias para toda
Grecia. La hegemonía espiritual que proponía para Atenas despertó los recelos
de Esparta y provocó la lucha civil conocida con el nombre de guerra del Peloponeso, que no fue, en el
fondo, sino una repercusión del antiguo dualismo de jonios y dorios. Atenas
pretendió herir a sus rivales atacándolos en las colonias de Sicilia, pero tuvo
que levantar a toda prisa el sitio de Siracusa, y por fin los atenienses fueron
humillados en el desastre naval de Egospótamos. Esparta y las demás ciudades
del Peloponeso, que constituían la Liga doria, celebraron este triunfo
levantando en el santuario nacional de Delfos un monumento conmemorativo, con
los retratos en bronce del almirante victorioso Lisandro y de sus generales.
Para esta obra se acudió a los escultores de la escuela doria en Argos y
Sicione, lo que prueba que quedaban todavía varios discípulos de Policleto capaces de competir con los escultores atenienses de la escuela de Fidias.
Incluso más: el resultado de la guerra atrajo al Peloponeso a alguno de los
artistas de Atenas. El mismo Ictinos, arquitecto del Partenón, recibió encargos
de las ciudades dorias, como el templo de Apolo, en Figalia. Otro artista
asimismo formado en Atenas, Scopas, se verá más adelante que dirigió el templo
de Tegea, también en el Peloponeso; por último, en tierra dórica el santuario
de Asclepios, en Epidauro, se reedificó rodeado de un períbolo, como los
santuarios de Delfos y Olimpia; debía de ser riquísimo por los regalos de los
enfermos, pues por multitud de inscripciones consta que allí encontraban
algunos la curación.
Poca cosa se ha descubierto del gran templo de Asclepios: tan
sólo restos de los frontones; pero en cambio aparecieron multitud de fragmentos
arquitectónicos de un tholos, o
edificio circular que debía de servir para realizar sacrificios.
⇦ Linterna de
Lisícrates. En
este monumento ateniense, destinado a sostener el trípode simbólico que se
concedía al poeta vencedor en las competiciones musicales (Lisícrates lo fue en
el año 334 a .C.),
por primera vez aparece la columna corintia en la parte exterior de un
edificio. El capitel corintio, totalmente florecido de acantos, remata las
columnas. Por su forma redondeada, sostenida por un zócalo cúbico, este
monumento puede relacionarse con las tumbas-mausoleos asiáticos, como, por
ejemplo, el de las Nereidas de Xantos.
De la misma forma circular eran el edificio
de los misterios, en Samotracia, y el templo que construyó Filipo en Olimpia,
llamado el Filipeion; parece ser la
forma preferida. Circular es también el gracioso edículo conmemorativo de un
triunfo dramático en Atenas, conocido por "linterna de Lisícrates".
Pero, sobre todo, Atenas mantuvo la
supremacía artística por sus escultores. Pericles logró crear en Atenas una
sociedad elegante y refinada que dio la nota del buen gusto a toda Grecia, aun
durante el siglo IV a.C. No era éste, tampoco en Atenas, tiempo para nuevos
edificios, ya que para levantar un monumento como el Partenón se necesitaban un
vigor en el cuerpo social y una voluntad directora como en la época de
Pericles. Pero en los momentos de calma que dejaba la guerra se acabaron las
obras empezadas en la Acrópolis, en Eleusis y en el Pireo. En general, los
artistas trabajaban aislados, en su propio taller, y el pueblo de Atenas
participaba en sus rivalidades y triunfos.
No se necesitaban entonces grandes conjuntos
decorativos de escultura para adornar los frontones de los templos, y la
técnica de la fundición en bronce parecía relegada, pues se preferían las
suavidades de la escultura en mármol. Asimismo, ya no se trataba de representar
exclusivamente a las divinidades superiores, sino a los dioses que estaban más
en contacto con los humanos: Afrodita, el Amor, las divinidades del campo y de
los bosques o personificaciones intelectuales como las figuras simbólicas de la
Virtud, la Democracia o la
Paz. Empezaron a prodigarse los retratos individuales, y en
lugar del tipo del atleta vencedor, o del auriga, o del corredor, se instalan
los del poeta dramático o del orador.
⇨ Joven efebo de
Maratón (Museo
Nacional de Atenas). Cabeza de una gran escultura en bronce, hallada en 1925
con los restos de un naufragio. Sus rasgos muestran la poesía, el ensueño de la
escuela praxitélica. Pero los brazos se lanzan al espacio con audacia y en los
ojos, incrustados de nácar, un nuevo sentimiento de emoción empieza a despertar
(hacia el año 325 a .C.).
Atenas, a pesar de su derrota militar, acabó
por triunfar espiritualmente, pero de otro modo menos político, menos
filosófico, del que deseaba Pericles. Aún en el siglo IV, las escuelas de
escultura griegas tienen que hacerse derivar del tiempo de las grandes construcciones
de la Acrópolis.
Porque si Fidias tuvo que emigrar, por el proceso del robo
del marfil para la estatua del Partenón, sus discípulos continuaron trabajando
en aquel templo, que todavía no estaba concluido. Ciertos principios
fundamentales de su estilo, como el arte maravilloso de ejecutar los pliegues,
y la técnica afinada, al mismo tiempo que grandiosa, perduraron en la escultura
ática durante todo el siglo IV a. C.
⇦ Diómedes de Crésilas (Museo Arqueológico Nacional, Nápoles). Estatua en mármol, hallada en Cuma, que es la copia romana del original griego datado hacia el año 430 a .C.
Poco se sabe de la primera generación que
trabajó directamente a las órdenes de Fidias y continuó su escuela después de
desterrado el maestro. De Crésilas, por ejemplo, no se conoce con seguridad más
que el retrato de Pericles y la Amazona. De Calícrates
únicamente que fue el colaborador de Ictinos. De Calímaco sólo es posible imaginar
algo de su estilo a partir de las referencias a una lámpara que trabajó para el
Erecteo y parece que fue el más personal de la escuela. De otro
artista de esta escuela, Alcamenes, se cree que sean suyas varias copias de su
famosa "Afrodita de los Jardines", renombrada en la antigüedad. Va
vestida con finísima túnica que descubre uno de los pechos; lo restante del
cuerpo se revela por la transparencia acentuada de los pliegues. También pasa
por ser obra de Alcamenes otra escultura famosa que representa a Ares desnudo e
imberbe, con la cabeza tocada con asco (el Ares Borghese, del Louvre).
⇨ Afrodita de Fréjus
de Calímaco
(Musée du Louvre, París). Copia romana del original griego, cuyo autor era
discípulo de Fidias. El gran escultor griego siguió imponiendo los cánones de
belleza por él creados, incluso después de su muerte. Los continuadores de su
escuela introducen, sin embargo, en la noble arquitectura del drapeado
partenoico, nuevos efectos de transparencia, de ropajes "mojados" que
se adhieren a las formas del cuerpo, revelando sus bellezas secretas. A esta
nueva tendencia escultórica pertenece esta estatua.
⇦ Ares Borghese (Musée du Louvre, París). Copia
en mármol, fechada hacia el año 125 d.C., del original griego que se remonta
hacia los años 430-415 a .C.
En su técnica escultó rica se advierten las nuevas tendencias aplicadas por los
continuadores de la escuela ateniense de Fidias.
Mas para comprender cómo las enseñanzas de
Fidias pasaron de una generación a otra, el ejemplo más elocuente es el de una
familia que durante cuatro generaciones fue transmitiéndose de padres a hijos
los secretos del arte de la
escultura. La dinastía empieza con un primer maestro llamado
"el viejo Praxíteles", compañero de Fidias, que trabajó con él en la Acrópolis. La
tradición señalaba como suya una Hera o Juno, del templo de Platea, la cual es
probable que fuera el original de un tipo del que se conocen varias copias
romanas. Es una estatua cuyo porte majestuoso y los pliegues del ropaje, hábilmente
dispuestos, delatan la escuela de Fidias. La túnica, algo caída, muestra las
bellas formas de los hombros. Es verdaderamente un tipo magnífico de madre de
los dioses; con gesto solemne apoya un pie en el suelo, mientras el otro pie se
halla situado hacia atrás, dando a todo el cuerpo de la diosa una postura
basculante, de solemne contención de movimiento, frecuente en las estatuas
griegas del siglo V.
Este tipo de Hera, algo modernizado, debió
de servir de modelo para la estatua colosal a que pertenecía la famosa cabeza
de la colección
Ludovisi , hoy en el Museo de las Termas. La Juno Ludovisi presenta
como un adelgazamiento de espíritu; es una copia romana muy libre, y esto
explica que algunas veces haya sido tomada equivocadamente como el retrato de
una emperatriz divinizada. Con todo, sus dimensiones colosales le devuelven
algo de la grandiosidad que en las obras clásicas deriva sólo del estilo.
Del viejo Praxiteles aprendió su hijo
Cefisodoto, y es interesante ver ya un estilo de transición en la única obra
que con toda seguridad de él se conserva: el grupo de Eirene y Plutos, las dos
personificaciones de la Paz y la Riqueza. Los pliegues rectos del peplo que viste Eirene recuerdan a las
cariátides del Erecteo, y el gesto de la estatua, apoyada sobre una pierna, es
el gesto de la Hera de Platea y de otras obras que Fidias inspiró directamente;
pero se advierte ya una ternura más moderna en la expresión maternal de la
diosa, la cual acaricia con la mirada al pequeño Plutos que lleva en brazos.
Como se ve, tanto en la Hera atribuida al viejo Praxiteles como en la Eirene de
Cefisodoto, no hay ningún cambio trascendental en la composición de los tipos:
las figuras, apoyándose en la pierna izquierda, marcan hacia este lado los
pliegues rectos, miéntra que la otra pierna, ligeramente doblada, alterna
asimétricamente con unas líneas inclinadas. La expresión más tierna, más
delicada y más sensible es lo único que hace esperar el nuevo estilo, el cual
tenía que venir muy pronto. La cabeza de Eirene ya no es una de aquellas
excelsas e impersonales divinidades de los frontones del Partenón, sino una
mujer madre que ha sufrido y llorado durante la guerra.
Fuente:
Historia del Arte. Editorial Salvat.
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