Los expositores de la sala 41 no fueron los únicos que se unieron al cubismo naciente. Si bien éste provocó la incomprensión de unos y el furor de otros, no por ello dejó de extenderse, y fueron cada vez más numerosos los pintores jóvenes que, en busca de nuevos medios de expresión, encontraron en él la solución de sus problemas personales e intentaron adaptarlo a sus propios temperamentos, experimentando unos la influencia de Picasso y de Braque y otros la de la segunda ola, según los medios que frecuentaban a los conocimientos que habían podido adquirir en las diversas manifestaciones pictóricas efectuadas por entonces.
Tablero de ajedrez, de Juan Gris (lnstitute of Art, Chicago). Gris trató de expresar la forma de un modo simple, insertándola en una composición geométrica típicamente cubista de manera que se recortaran los volúmenes, dando la impresión de salirse del propio cuadro. Las intersecciones de líneas y colores de este bodegón sugieren nuevas formas posibles mezclando planos y perspectivas. Incluso las sombras cobran importancia al realzar las siluetas de los objetos hacia arriba, como en un denso relieve. La fusión entre volúmenes y planos, poniendo en primer término lo que aparentemente estaría en el último, crea una dimensión plástica que va más allá de los objetos representados.
Compatriota de Picasso, Juan Gris fue a vivir a París a partir de 1906, atraído por el renombre naciente de aquél, y había encontrado un estudio en el famoso "Bateau-Lavoir", en donde vivía Picasso, y que era frecuentado por Max Jacob, Apollinaire, Salman, Gertrude Stein, Derain, Vlaminck, Van Dongen y aún otros muchos, pero, a causa de su pobreza, Gris tuvo que trabajar al principio para periódicos ilustrados. En 1911, empezó a abordar el problema de la luz que chocaba con los objetos, para después, a principios de 1912, introducir en sus obras ciertos procedimientos cubistas, tales como la inversión de los planos o la variación de los ángulos de visión, como en el caso del Homenaje a Picasso (colección Leigh B. Block, Chicago), pero fue sólo a partir del verano de aquel mismo año cuando adoptó el cubismo "analítico" (el término es suyo). Además, lo adaptó a sus propias preocupaciones, sobre todo por la utilización de colores francos y vivos, independientes del "tono local", conferido éste por la introducción de fragmentos de diversas materias -madera, mármol, tapicerías-, llegando incluso a pegar un pedazo de espejo sobre la tela (el Lavabo, 1912, colección del Vicomte de Noailles, París), por ansias de verismo.
La mesa, de Juan Gris (Museo de Arte, Filadelfia). Gris se apoyó de nuevo en la reflexión de los espacios para expresar pictóricamente su visión de la realidad. Siempre incómodo con el hermetismo de los cubistas, que solían encerrar excesivamente las figuras en el exceso de racionalización de la composición, los bodegones de Gris ponían en entredicho el relativismo de los planos. En esta pintura, combinó además elementos tan dispares como el papel de periódico con la imitación de la rugosidad de la madera.
Naturaleza muerta sobre una silla, de Juan Gris (Museo Nacional de Arte Moderno, París) La mejor manera de expresar sus ideas sobre el relativismo de las formas fue el bodegón. Gris podía jugar con las sombras, las superficies y los planos con una intención didáctica y dirigida hacia un público que pudiera habituarse a nuevas forma de ver la realidad. En este aspecto resulta muy sugerente la incidencia de la luz sobre la base de la silla, siguiendo la verticalidad del mueble, y la distorsión del lomillo del libro erigido sobre él y que se contrasta amablemente por el color azul de las tapas.
Plástico, riguroso y admirable, no dejaba nada al azar y fue uno de los que mejor supieron servirse de los papiers collés, que usó mucho a partir de 1914 con extraordinaria oportunidad, explotando a fondo sus posibilidades epistemológicas, sin dejar de conferirles una sorprendente calidad poética. Los montaba con un meticuloso cuidado, sometiéndolos a una construcción progresivamente más sólida y armoniosa. En el transcurso de la I Guerra Mundial, se orientó, tal como se verá más adelante, hacia el cubismo "eidético", del que había de convertirse en su más notable representante.
⇨ Naturaleza muerta con tablero de damas, de Louis Marcoussis (Museo Nacional de Arte Moderno, París). La realidad compleja y fragmentada que presenta Marcoussis en este cuadro combina muchos de los elementos con los que solían recurrir los cubistas en sus bodegones: el tablero de ajedrez, los vasos y la botella, la baraja de naipes, la pipa y el papel de periódico. Los volúmenes quedan limitados por el uso indistinto de planos, de tal modo que son los objetos que lo rodean lo que confiere su forma al tablero. Por el mismo efecto, la mesa se confundiría con el suelo y las paredes, pero la solución del pintor ha sido reseguir los bordes y concentrar toda la atención en los contenidos repartidos sobre la mesa.
Fue bajo la influencia de Braque que Louis Marcoussis se sintió, a su vez, atraído por el cubismo. Anunciado en 1912 por una serie de grabados muy hermosos -en particular el Retrato de M. Gazanion y la Bella martiniquesa-, su período analítico fue, por lo demás, de los más ortodoxos, como lo demuestra, por ejemplo, la gran Naturaleza muerta del tablero de damas (1912, Museo Nacional de Arte Moderno, París). Si bien el Bar del puerto (1913, colección Madame Halicka-Marcoussis, París) da excelentes pruebas de una mayor independencia con respecto a su iniciador, es el Músico de 1914 (colección Chester Dale, National Gallery of Art, Nueva York) el que sigue siendo su obra más acabada y más representativa de la preguerra. Además, es posible percibir ya en ella el carácter poético tan acentuado que fue desarrollándose a partir de 1920 y confirió a su obra su verdadera originalidad. Pintor que también residía en Montmartre, pero que no frecuentaba mucho a los otros cubistas, Auguste Herbin experimentó, a pesar de todo, su influencia y conoció en particular un período analítico de efectos bastante breves. La estilización de las formas, progresivamente más decorativa, habría de conducirle poco a poco a su primera época no figurativa.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
Tablero de ajedrez, de Juan Gris (lnstitute of Art, Chicago). Gris trató de expresar la forma de un modo simple, insertándola en una composición geométrica típicamente cubista de manera que se recortaran los volúmenes, dando la impresión de salirse del propio cuadro. Las intersecciones de líneas y colores de este bodegón sugieren nuevas formas posibles mezclando planos y perspectivas. Incluso las sombras cobran importancia al realzar las siluetas de los objetos hacia arriba, como en un denso relieve. La fusión entre volúmenes y planos, poniendo en primer término lo que aparentemente estaría en el último, crea una dimensión plástica que va más allá de los objetos representados.
Compatriota de Picasso, Juan Gris fue a vivir a París a partir de 1906, atraído por el renombre naciente de aquél, y había encontrado un estudio en el famoso "Bateau-Lavoir", en donde vivía Picasso, y que era frecuentado por Max Jacob, Apollinaire, Salman, Gertrude Stein, Derain, Vlaminck, Van Dongen y aún otros muchos, pero, a causa de su pobreza, Gris tuvo que trabajar al principio para periódicos ilustrados. En 1911, empezó a abordar el problema de la luz que chocaba con los objetos, para después, a principios de 1912, introducir en sus obras ciertos procedimientos cubistas, tales como la inversión de los planos o la variación de los ángulos de visión, como en el caso del Homenaje a Picasso (colección Leigh B. Block, Chicago), pero fue sólo a partir del verano de aquel mismo año cuando adoptó el cubismo "analítico" (el término es suyo). Además, lo adaptó a sus propias preocupaciones, sobre todo por la utilización de colores francos y vivos, independientes del "tono local", conferido éste por la introducción de fragmentos de diversas materias -madera, mármol, tapicerías-, llegando incluso a pegar un pedazo de espejo sobre la tela (el Lavabo, 1912, colección del Vicomte de Noailles, París), por ansias de verismo.
La mesa, de Juan Gris (Museo de Arte, Filadelfia). Gris se apoyó de nuevo en la reflexión de los espacios para expresar pictóricamente su visión de la realidad. Siempre incómodo con el hermetismo de los cubistas, que solían encerrar excesivamente las figuras en el exceso de racionalización de la composición, los bodegones de Gris ponían en entredicho el relativismo de los planos. En esta pintura, combinó además elementos tan dispares como el papel de periódico con la imitación de la rugosidad de la madera.
Naturaleza muerta sobre una silla, de Juan Gris (Museo Nacional de Arte Moderno, París) La mejor manera de expresar sus ideas sobre el relativismo de las formas fue el bodegón. Gris podía jugar con las sombras, las superficies y los planos con una intención didáctica y dirigida hacia un público que pudiera habituarse a nuevas forma de ver la realidad. En este aspecto resulta muy sugerente la incidencia de la luz sobre la base de la silla, siguiendo la verticalidad del mueble, y la distorsión del lomillo del libro erigido sobre él y que se contrasta amablemente por el color azul de las tapas.
Plástico, riguroso y admirable, no dejaba nada al azar y fue uno de los que mejor supieron servirse de los papiers collés, que usó mucho a partir de 1914 con extraordinaria oportunidad, explotando a fondo sus posibilidades epistemológicas, sin dejar de conferirles una sorprendente calidad poética. Los montaba con un meticuloso cuidado, sometiéndolos a una construcción progresivamente más sólida y armoniosa. En el transcurso de la I Guerra Mundial, se orientó, tal como se verá más adelante, hacia el cubismo "eidético", del que había de convertirse en su más notable representante.
⇨ Naturaleza muerta con tablero de damas, de Louis Marcoussis (Museo Nacional de Arte Moderno, París). La realidad compleja y fragmentada que presenta Marcoussis en este cuadro combina muchos de los elementos con los que solían recurrir los cubistas en sus bodegones: el tablero de ajedrez, los vasos y la botella, la baraja de naipes, la pipa y el papel de periódico. Los volúmenes quedan limitados por el uso indistinto de planos, de tal modo que son los objetos que lo rodean lo que confiere su forma al tablero. Por el mismo efecto, la mesa se confundiría con el suelo y las paredes, pero la solución del pintor ha sido reseguir los bordes y concentrar toda la atención en los contenidos repartidos sobre la mesa.
Fue bajo la influencia de Braque que Louis Marcoussis se sintió, a su vez, atraído por el cubismo. Anunciado en 1912 por una serie de grabados muy hermosos -en particular el Retrato de M. Gazanion y la Bella martiniquesa-, su período analítico fue, por lo demás, de los más ortodoxos, como lo demuestra, por ejemplo, la gran Naturaleza muerta del tablero de damas (1912, Museo Nacional de Arte Moderno, París). Si bien el Bar del puerto (1913, colección Madame Halicka-Marcoussis, París) da excelentes pruebas de una mayor independencia con respecto a su iniciador, es el Músico de 1914 (colección Chester Dale, National Gallery of Art, Nueva York) el que sigue siendo su obra más acabada y más representativa de la preguerra. Además, es posible percibir ya en ella el carácter poético tan acentuado que fue desarrollándose a partir de 1920 y confirió a su obra su verdadera originalidad. Pintor que también residía en Montmartre, pero que no frecuentaba mucho a los otros cubistas, Auguste Herbin experimentó, a pesar de todo, su influencia y conoció en particular un período analítico de efectos bastante breves. La estilización de las formas, progresivamente más decorativa, habría de conducirle poco a poco a su primera época no figurativa.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
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