Los cronistas españoles del siglo
XVI atribuían la fundación de la cultura lambayeque a un mito que recogieron a
su paso por esta región de la costa norte de Perú. Cieza de León, Francisco de
Jerez y Miguel Cabello sostuvieron que un rey llamado Naymlap desembarcó en la
costa peruana y fundó una cultura que contó con una dinastía de más de una
decena de reyes. La representación antropo-ornitomorfa de este rey lo muestra
con unos ojos “almendrados”, rasgados, y con alas que nacen de sus hombros.
Esta utilización del “ojo alado” servía para indicar el rango divino de quienes
se retrataba. No sólo era usado en representaciones de humanos, sino de
animales, olas, colinas y demás accidentes geográficos, y estas
representaciones se las podía encontrar en huesos, calabazas, metales o madera.
Figuras antropomorfas de cerámica. Trabajadas en cerámica pulida y con decoraciones incisas de los pendientes y abalorios, estas representaciones de un hombre y una mujer, con evidentes connotaciones sexuales, estaban originariamente decoradas con pintura y adornos laminares de oro. Típicas de la cultura quimbaya, seguramente sirvieron como colgantes ornamentales.
Casco de oro con figura femenina (Museo de América, Madrid). Procedente del tesoro de los quimbaya saqueado por los colonizadores españoles, esta pieza es una buena muestra de la técnica tumbaga de los orfebres antiguos del valle del Cauca colombiano, donde presuntamente los conquistadores pretendían encontrar El Dorado. Esta aleación de oro y cobre produce una dureza particular que permite dominar el repujado al martillo y la cera perdida y crear bellos relieves como el de la mujer esculpida en un lado del casco.
Distintos arqueólogos realizaron investigaciones de esta cultura, que se desarrolló a lo largo de casi doscientos kilómetros de región costera. Sus asentamientos solían estar ubicados en colinas y dunas de manera que dejaban libres los escasos campos cultivables. Durante mucho tiempo se confundió a la cultura Lambayeque con la cultura chimú por el parecido color negro de sus respectivas cerámicas. No sería hasta 1948 en que se establece la idiosincracia de esta cultura y recibe el nombre de Cultura Lambayeque. Compartía con el resto de las culturas preincaicas el desarrollo de complejos sistemas de regadío, pero sobresalía en las técnicas metalúrgicas, con una orfebrería refinada que trabajaba indistintamente en plata, oro y cobre. Desarrollaron un notable arte de la pesca y la navegación, razón por la que se reforzó su mítica fundación a partir de aquel rey Naymlap llegado del mar.
Izquierda: Vasija de oro del tesoro de los quimbaya (Museo de América, Madrid). Algunas de las botellas en forma de calabaza de la antigua civilización colombiana presentan un excelente acabado en el pulido de su superficie. El delicado trabajo de las manos del orfebre queda patente en la decoración repujada que adorna esta vasija, ornada con una representación antropomórfica cincelada sobre el mismo dorso de la botella. Modelada con cierta simplicidad, atrae al tacto por la suavidad de sus curvas. La figura humana muestra la misma atávica sonrisa que otras de las esculturas votivas que se han hallado en las tumbas quimbaya, pero rompe con el hieratismo corporal de aquéllas al sostener el cuerpo sobre piernas ligeramente separadas. Derecha: Figura masculina del tesoro de los quimbaya (Museo de América, Madrid). Fechada en el siglo XIV d.C., esta estatuilla fue descubierta a finales del XIX junto a muchas otras en una antigua necrópolis colombiana situada entre Cartago y Manizales. Esta figura de rostro hierático y ojos cerrados, que parece sonreír mientras exhibe sus atributos sexuales, es un excelente ejemplo de la técnica tumbaga de aleación de oro y cobre. Generalmente dichas estatuas reproducían la imagen de los hombres y las mujeres que habían enterrado vaciando moldes de arcilla y carbón a la cera perdida. Durante el procedimiento de creación de los cuerpos se esculpieron las manos y los pies separadamente, soldándose al final del proceso, lo que justifica la desproporción de tamaños en relación al cuerpo.
Lo cierto es que sus progresos en
el arte de la navegación facilitaron el contacto e intercambio comercial con
otras culturas de la costa peruana. Las huacas o pirámides truncadas de la
cultura lambayeque son las más grandes del Perú y su finalidad no era
exclusivamente ritual, sino que también estaban destinadas a uso doméstico, ya
que contaba con depósito, cocina e incluso corrales.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
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