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Artistas de la A a la Z

La vida cotidiana a través de la cerámica mochica

⇦ Monolito Ponce (Tiahuanaco, Bolivia). De 3,04 m de alto y con las manos cruzadas en la cintura, este sacerdote de piedra sostiene dos vasos ceremoniales apoyados en el pecho. Sobre la cabeza lleva un turbante cubierto con figuras antropomórficas y viste un atuendo decorado con cenefas jeroglíficas. 



Aunque se trate de un arte rígido en su diseño, su fino acabado realista de gran calidad pictórica por su policromía tiene un alto valor etnográfico porque permite reconstruir la vida cotidiana de los mochica: los productos agrícolas que utilizaban, la relación con los animales, sus costumbres de caza, sus bailes, o la manera de descansar y las enfermedades que más les preocupaban. El arte mochica refleja en su cerámica un detallismo particularmente emotivo en el retrato de animales. Los cuis, zorros, ranas, llamas y garzas son los animales privilegiados en una representación que no descuida pequeños detalles. En la dieta de la cultura moche eran básicos el maíz, el ají, la coca, el frijol, la papa y la yuca. La aridez climática en la que se asentó la cultura moche los llevó a desarrollar sistemas hidráulicos alrededor de ríos andinos, de poco caudal, que convertían en oasis los valles desérticos de la costa norte peruana y permitían la creación de las parcelas de cultivo denominadas wachkas.





IzquierdaMonolito Bennet (Tiahuanaco, Bolivia). En el centro del templete de Kalasasaya se erige un monolito de 8 m de alto y 17 toneladas de peso que representa a un personaje tocado con un collar y que sostiene un instrumento musical en forma de caracola. Una reproducción se exhibe frente al estadio de fútbol de La Paz. DerechaMonolito del Fraile (Tiahuanaco, Bolivia). Por la postura de las manos de la figura esculpida en esta estela se intuye que puede tratarse de un místico. Muchas de las columnas estatuarias de Tiahuanaco estaban revestidas como representaciones de seres humanos, con los brazos y las piernas muy bien definidos. Su detallismo les libera del aspecto de pilares, aunque el trabajo ornamental sea muy dispar en cada uno de ellos. En el caso de este monolito, los toscos rasgos de la cara y la tablilla votiva que sostiene con las manos representan su única decoración. 

⇨ Vaso con cabeza de puma (Colección Díaz de Medina, La Paz). Prototipo inconfundible tiahuanacota que ha dado una serie de copas y vasos de bordes abocinados y base plana. En este vaso se puede observar la ornamentación geométrica de perfiles zoomórficos estilizados.



En los hábitos de caza destacaba la del venado, en las tierras altas, y en el mar la de la foca y el lobo marino. En sus usos agrícolas incorporaron la utilización de fertilizantes animales como el guano, por lo que llegaron a viajar cientos de kilómetros al sur para acceder a las grandes guaneras de la región de Paracas. Pero la cerámica mochica también tenía un uso ritual notable, referidos a los entierros, los castigos a prisioneros, la guerra, los sacrificios y el retrato de los dirigentes de esta cultura, que complementa el arte mural de las famosas Huacas de la Luna y del Sol. Es notable el trabajo de representación en el uso funerario de su cerámica. El acabado decorativo de las cabezas retrato o huacos estaba modelado y pintado. Incluso en los rostros de las personas enterradas se pueden identificar las deformaciones debidas a enfermedades endémicas. Lamentablemente un saqueo indiscriminado ha hecho que se pierdan muchas de estas obras. El descubrimiento del entierro del Señor de Sipán se libró de este expolio y permitió conocer en su integridad la riqueza de la cerámica y sobre todo la metalurgia refinada de la cultura mochica.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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