Esta cultura, al igual que la
moche, nace en el siglo I de nuestra era y desaparece en el siglo VIII. Se
expande en la zona central del Perú, donde fue precedida por la cultura de
Paracas. Es famosa por la gran calidad de su cerámica, en el desarrollo de la
cual se distinguen cuatro fases más un período formativo muy emparentado con el
de Paracas Cavernas.
Las cuatro fases reciben el
nombre de A, B, X e Y. La primera muestra vasijas globulares con dos picos y
puente. Tiene una decoración naturalista, aunque las figuras están hábilmente
estilizadas. Los temas más frecuentes son animales y frutos; personajes
míticos, con cuerpo de ciempiés y atributos felinos, portadores de cabezas
cortadas. Esta es la cerámica tipo A. El tipo X muestra una transición hacia
los tipos B e Y. El primero, es una evolución de la cerámica nazca A hacia un
barroquismo logrado por el enriquecimiento de los motivos ornamentales a los
que se añaden numerosas volutas. El tipo Y deriva también del A, pero
manifiesta una influencia foránea, la de Tiahuanaco, produciéndose una fusión
de lo nazca con lo tiahuanacoide.
Hasta hace relativamente poco,
nada se sabía de la arquitectura y poblaciones de los nazcas; hoy se han
encontrado algunas aldeas donde se ve que las casas eran muy simples, de forma
rectangular, dispuestas unas junto a otras a manera de colmena. El material
usado es barro y “quincha”. El centro más importante es Acarí. Se supone que a
la última fase de la cultura nazca pertenece la llamada Estuquería, centro de
población consistente en una plataforma cuadrada hecha de adobes sobre los que
se han levantado 240 estacas.
Por último, pertenecen a la
cultura nazca, las composiciones de rayas gigantescas que se ven en el
desierto. Representan animales relacionados con las constelaciones, y sólo son
perceptibles desde el aire. La antigüedad de estos inmensos diseños se remonta
al siglo VI a.C.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.
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