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La cultura moche

En 1899, el arqueólogo alemán Max Uhle descubrió la cultura moche, diferenciándola de otras culturas andinas y en especial de la inca. Uhle hizo notar que los famosos huaco-retratos, que pasaban por incaicos, eran expresiones de una cultura situada en los valles de Moche y Chicama, en la costa norte, cerca de la ciudad de Trujillo. La denominó protochimu, nombre que cambió después por el más apropiado de moche o mochica. Uhle se dio cuenta de que los moches eran anteriores a los incas y también a los chimus. Hoy se sitúa esta cultura entre el siglo I y el VIII de nuestra era. Lo más característico de su expresión artística es la cerámica, considerada como una de las más bellas del mundo.

⇦ Vaso-retrato con estribo (Columbian Jacksonville Museum of Contemporary Art, Jacksonville). La cultura mochica produjo verdaderas maravillas en la cerámica de la civilización andina. Su extraordinario interés radica sobre todo en haber concebido retratos tridimensionales buscando por encima de todo la pureza del estilo y el máximo parecido con la realidad. Las pinturas de guerra de la cara, la dura mirada con los párpados bajos y el sutil endurecimiento del labio inferior denotan la excelente composición psicológica del retratado. 



Respecto a esta cerámica, se distinguen cinco etapas. En la primera se percibe la influencia de la cultura de Gallinazo o de Virú, donde sus piezas son de paredes sólidas y suelen tener doble pico con puente; cuando muestran asa-estribo, ésta termina en grueso reborde. La decoración es geométrica con líneas incisas. La segunda etapa es una variante de la primera, en que la cerámica se presenta más fina y alargada, desapareciendo el reborde en el pico. En la tercera, se inicia el verdadero apogeo de esta cultura, lográndose en la cuarta etapa pureza de estilo dentro de formas muy realistas, moldeadas y concebidas tridimensionalmente; es la época de los retratos, magníficos por su caracterización, y la época en que se representan toda clase de animales y frutos con una perfección pocas veces igualada.

Huaca de la Luna (Valle del Moche, Trujillo). Esta pirámide escalonada de ladrillos secados al sol, erigida sobre un espolón rocoso frente a la dedicada al Sol, está esculpida en una zona de barrancos creados por la mano del hombre. Los patios interiores fueron destinados exclusivamente al uso ritual y funerario. 

Huaca del Sol (Valle del Moche, Trujillo). Su nombre en castellano se debe a una mala traducción del original Capuxaida, por los cronistas españoles que adjudicaron el templo erróneamente al culto al sol. Sus gigantescas dimensiones, de 228 m de largo, 136 de ancho y 50 de alto, obligaron a moldear más de 50 millones de ladrillo para su construcción, cuyo proceso seguía un orden consecutivo de hasta ocho etapas de ampliación a base de adosar entre sí grandes columnas de adobes. 

Puerta de la Luna (Tiahuanaco, Bolivia). Confeccionada con una piedra única que presenta algunos relieves castigados por la intemperie, es similar a la puerta del Sol por sus dimensiones y por la concepción formal, pero carece de la figura sobre el dintel que caracteriza aquélla. 

Estelas de Kalasasaya (Tiahuanaco, Bolivia). Los cuatro muros de contención del templete están decorados en su lado interior con cabezas antropomórficas de piedra que se incrustan entre los sillares mediante una espiga. Las estatuas monolíticas en forma de pilar miden hasta 24 m de altura y están decorados con bajorrelieves religiosos. 

En la quinta y última etapa, las figuras se sustituyen por grupos con escenas de la vida cotidiana, apareciendo en este momento la cerámica erótica. Típica de la última etapa es la cerámica globular de base plana, decorada con pintura roja sobre fondo crema. Se representan en ella escenas míticas. La riqueza alfarera mochica y su apego al realismo ha permitido reconstruir una parte de su vida y costumbres, dejando ver un pueblo estratificado en clases sociales bien diferenciadas y gobernado por una teocracia. Los siervos tenían casi la condición de esclavos y las mujeres ocupaban un lugar muy secundario.

Puerta de Kalasasaya (Tiahuanaco, Bolivia). En este recinto cuadrangular subsisten aún varios monolitos verticales con petroglifos que se plantaron consecutivamente frente a los paramentos del muro que lo rodea. Muchos de ellos están adornados con imágenes y signos simbólicos del dios jaguar. En el interior del templete hay un patio hundido de 120 x 130 m al que se accede por una escalinata monumental de seis peldaños megalíticos. 

Sus poblaciones eran simples aldeas que rodeaban un centro ceremonial que casi siempre estaba constituido por una pirámide. Las casas consistían en horcones de madera, sobre los que se extendía una estera. Los moches conocieron y trabajaron el oro, la plata y el cobre, aunque no llegaron a producir el bronce. Sus tejidos son escasos y representan escenas míticas relacionadas con la decoración cerámica. Al parecer, su dios principal fue Aiaepec, personaje con algunos rasgos felinos. Otro dios de carácter lunar, mencionado por el cronista Calancha, es Si-an.

Los monumentos más notables de la cultura Moche son las Huacas del Sol y de la Luna, situadas en el valle de Moche. Son dos pirámides de adobe. La Huaca del Sol es una de las pirámides más grandes del mundo, calculándose que en su construcción han entrado 50 millones de adobes… Su altura es de 50 m. Consta de una plataforma cuya base mide 228 m de largo por 136 m de ancho; esta plataforma tiene cinco terrazas y se sube a ellas mediante un terraplén. La Huaca de la Luna es más pequeña y junto a ella se han encontrado cámaras cuyos muros estuvieron decorados con pinturas, la más importante de las cuales representaba “La rebelión de los artefactos”, que muestra a los objetos en son de guerra.


Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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