El manierismo en escultura, al
igual como ya se ha tenido ocasión de señalarlo respecto a la pintura, fue la
tendencia dominante del siglo XVI. El hallazgo en Roma del grupo helenístico
del Laocoonte, en 1506, conmovió el
ambiente artístico orientándolo hacia un estilismo refinado; las obras
maravillosas de Miguel Ángel influyeron en esa corriente y le aportaron un
idealismo dramático que fue la característica de la escultura manierista. En
primer lugar se debe citar al famoso Benvenuto Cellini (1500-1571), espadachín y charlatán, cuya autobiografía es el
más divertido libro de la época. Además, es el mejor escultor de la tendencia
manierista, y acertó genialmente con una de sus obras de escultura monumental: Perseo con la cabeza de Medusa.
⇦ Moisés sacando agua de la roca de Benvenuto Cellini (Museo del Bargello, Florencia). Maravilla de la habilidad de Cellini para trazar unos relieves tan detallados en una moneda.
La república de Florencia,
después de expulsar a los Médicis, había colocado delante del Palacio Municipal
el grupo de Donatello:
Judit cortando la cabeza del tirano.
Al regresar los Médicis, sustituyeron la Judit
republicana por Perseo, que vence
al monstruo femenino y levanta el brazo enseñando al pueblo la cabeza de la
Medusa. Hoy la Judit y el Perseo, reconciliados, están uno cerca
del otro, en la Loggia dei Lanzi, en la plaza de la Señoría. El bronce de
Cellini es bello, elegante, elevando con gracia el brazo que sostiene la cabeza
del monstruo. Es una obra de gran dificultad de fundición, que demuestra ya el
prurito del virtuoso en vencer
obstáculos de la técnica. Hoy se estima más a Cellini como escritor que como
artista, sin duda por las locuras que cuenta de su vida aventurera, pero además
de buen escultor fue también un orfebre genial. El pedestal con relieves y
figurillas del Perseo es una joya de
mármol y bronce.
Salero de Francisco I de Benvenuto Cellini (Kunsthistorisches Museum, Viena). En esta obra de 33 cm de largo y 26 cm de alto, realizada en oro con incrustaciones de esmalte, Cellini demuestra por que está considerado el mejor orfebre del Renacimiento. Aquí, las figuras representan a los dioses del mar y de la tierra, cuya reunión produce la sal.
Ninfa de Fontainebleau de Benvenuto Cellini (Musée du Louvre). La ninfa es representada a modo de figura repujada que elimina toda ilusión frontal a la vez que reafirma el carácter de ficción del arte manierista.
Es en esta obra y en las medallas
donde hay que admirar a Cellini como orfebre, gran parte de cuyas obras de esta
especialidad se han perdido. Entre las conservadas, hay que colocar quizás en
primer lugar el célebre salero de
Francisco I (Kunsthistorisches Museum, Viena), terminado en 1543, trabajo
de oro y esmaltes, y cuyas figuras casi tendidas de la Tierra y el Océano,
están visiblemente recorridas por ardientes inflexiones miguelangelescas, como
corresponde a uno de los más exquisitos escultores del manierismo. Otra obra de
Cellini, realizada durante su estancia en París, es el famoso luneto de bronce
con la Ninfa de Fontainebleau, hoy en
el Louvre, fundido en 1545 para la puerta del castillo de Fontainebleau, pero
que -en realidad- fue utilizado por Diana de Poitiers para la puerta de su
castillo de Anet. La larga figura femenina, de casi 4 metros de longitud, es
simultáneamente grácil y redondeada, conforme al canon de belleza femenina
preferido por el manierismo.
Este hermoso desnudo está rodeado
por la minuciosa definición detallista de las ondas del agua de la fuente y del
pelo de los animales, que recuerdan el típico estilo de orfebre de su autor.
Detalle de la Fuente de Neptuno de Bartolomeo Ammannati. Situada frente al Palazzo Vecchio de Florencia en la Plaza de la Señoría. Convocado un concurso, se eligió el proyecto de Ammannati entre los de Cellini y Giambologna. El sátiro y la náyade de bronce son auténticos prototipos del artificioso intelectualismo manierista.
Fuente de Neptuno de Giambologna, en Bolonia. En esta obra, el artista emplea toda su pericia como fundidor en bronce para introducir un nuevo elemento dinámico: los juegos de agua que determinan una fantasía luminosa y móvil dentro de espacios minuciosamente calculados.
⇦ Rapto de las Sabinas de Giambologna (Loggia dei Lanzi, Florencia). El escultor proporciona a un grupo de figuras de mármol, de audaz equilibrio dinámico, una gran armonía estilizada.
Ya se ha dicho que, junto a Cellini, en el funeral de Miguel Ángel figuraba también el escultor Ammannati. Bartolomeo Ammannati (1511-1592), que en su juventud había sido un ayudante de Sansovino en la construcción de la Biblioteca Marciana de Venecia, dejó en su Fuente de Neptuno, de la plaza de la Señoría de Florencia, una verdadera exaltación del dinamismo manierista. Es lástima que aquella acumulación nerviosa de ninfas y faunos que retuercen sus músculos de reluciente bronce sobre el mármol de la fuente de manera tan excitante, esté centrada por la excesivamente académica estatua de Neptuno en mármol blanquísimo, al que los florentinos han llamado siempre despectivamente “Il Biancone”. Tanto desagradó a los ciudadanos de Florencia aquella figura tan vulgar, que el mismo día de su inauguración, en 1577, se hizo popular un pareado burlón: Ammannato, Ammannato – che bel marmo hai rovinato.
Ya se ha dicho que, junto a Cellini, en el funeral de Miguel Ángel figuraba también el escultor Ammannati. Bartolomeo Ammannati (1511-1592), que en su juventud había sido un ayudante de Sansovino en la construcción de la Biblioteca Marciana de Venecia, dejó en su Fuente de Neptuno, de la plaza de la Señoría de Florencia, una verdadera exaltación del dinamismo manierista. Es lástima que aquella acumulación nerviosa de ninfas y faunos que retuercen sus músculos de reluciente bronce sobre el mármol de la fuente de manera tan excitante, esté centrada por la excesivamente académica estatua de Neptuno en mármol blanquísimo, al que los florentinos han llamado siempre despectivamente “Il Biancone”. Tanto desagradó a los ciudadanos de Florencia aquella figura tan vulgar, que el mismo día de su inauguración, en 1577, se hizo popular un pareado burlón: Ammannato, Ammannato – che bel marmo hai rovinato.
Giambologna,
algo posterior a Cellini, es ciertamente un gran escultor, de más empuje que
éste. Natural de Douai, donde nació en 1529, y llegado a Italia en 1551 con
ansias de iniciarse en el arte, pasó algún tiempo en Roma, y a su regreso halló
en Florencia un protector que lo retuvo y le facilitó recursos para seguir
estudiando. El valón Jean de Boulogne se convirtió en el Giambologna, un
refinado florentino. Su primera obra importante fue la Fuente de Neptuno, en Bolonia, entre 1563 y 1567, que le fue
encargada por el papa Pío IV. En esta obra ya se puede observar que, junto a
las influencias de Ammannati y de Miguel Ángel (esta última es la que había
sido más subrayada hasta hace poco), tiene gran importancia una marcada
preferencia por las formas gráciles y delicadamente redondeadas, que debió
aprender a su paso por Francia cerca de los manieristas de la escuela de
Fontainebleau: Primaticcio y Jean Goujon. A él se debe el conocidísimo Mercurio
volando, que se lanza en actitud vertical de fuerza y ligereza, pese a su
altura cercana a los dos metros.
⇦ Mercurio volando de Giambologna (Museo del Bargello, Florencia). El autor de esta grácil figura plasma la elegante fantasía, el refinamiento formal y su increíble habilidad como fundidor, que le llevaron a ser uno de los principales creadores del estilo internacional del manierismo.
Reaparece el mismo virtuosismo del Perseo de Cellini y debió de ser una figura dificilísima de fundir, pero aquélla era una época en que se empezaba a sentir el placer de vencer las dificultades de la técnica. A veces el arte, el efecto estético, era algo secundario; lo principal eran los esfuerzos para superar la rudeza de los materiales, trabajando con granito y piedras duras o componiendo grupos con figuras entremezcladas. Así son los grupos de Giambologna Hércules domeñando al centauro Neso, y, sobre todo, su famoso Rapto de las Sabinas, terminado en 1583. Ambos grupos escultóricos se encuentran hoy todavía en la vía pública, en la Loggia dei Lanzi, de Florencia. El segundo, en el que tres figuras humanas se alzan en el espacio con un impresionante movimiento en espiral, parece dotado de una irresistible fuerza centrífuga hacia el infinito. Nunca el mármol se había visto lanzado así hacia el reino de la fantasía y casi hacia el irracionalismo. Esta audaz espiral serpentinata, poéticamente gesticulante, es ya un prólogo del arte barroco.
Reaparece el mismo virtuosismo del Perseo de Cellini y debió de ser una figura dificilísima de fundir, pero aquélla era una época en que se empezaba a sentir el placer de vencer las dificultades de la técnica. A veces el arte, el efecto estético, era algo secundario; lo principal eran los esfuerzos para superar la rudeza de los materiales, trabajando con granito y piedras duras o componiendo grupos con figuras entremezcladas. Así son los grupos de Giambologna Hércules domeñando al centauro Neso, y, sobre todo, su famoso Rapto de las Sabinas, terminado en 1583. Ambos grupos escultóricos se encuentran hoy todavía en la vía pública, en la Loggia dei Lanzi, de Florencia. El segundo, en el que tres figuras humanas se alzan en el espacio con un impresionante movimiento en espiral, parece dotado de una irresistible fuerza centrífuga hacia el infinito. Nunca el mármol se había visto lanzado así hacia el reino de la fantasía y casi hacia el irracionalismo. Esta audaz espiral serpentinata, poéticamente gesticulante, es ya un prólogo del arte barroco.
Giambologna vivía todavía en
1605, pero su taller, convertido en comercio de exportación, fue continuado por
un tal Antonio Alessi. Se conserva el catálogo de los bronces que ofrecía a los
compradores. Los asuntos merecen copiarse: “Rapto de las Sabinas”, “Hércules
matando a los centauros”,”Centauro llevándose a Dejanira”, “Caballo muerto por
un león”, “Toro muerto por un tigre”, “Mujer y un sátiro”, “Mercurio volando”,
“Campesino con una linterna”, “Mujer bañándose”…, y como asunto religioso tan
sólo figura “un crucifijo”.
El genio de Miguel Ángel, así
exagerado con técnicas difíciles de fundición y complicadas composiciones,
quedó predominante en la escultura durante todo el siglo XVI. Cierto Bernardo
Campi publicó, en 1584, su Parere sopra
la pittura, en el que aconsejaba a los pintores que estudiasen dibujando
esculturas tanto o más que el natural. Esta prescripción ha llegado hasta el
presente y se han dibujado, como preparación para todas las artes, los vaciados
en yeso de esculturas clásicas o italianas del Renacimiento.
Fuente: Historia del Arte.
Editorial Salvat.