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El Imperio de Alejandro Magno 1606

Estatua ecuestre en bronce, hallada en las ruinas de Herculano, que representa a Alejandro Magno durante la batalla del Gránico. A orillas de este pequeño río de Asia Menor, que desemboca en el mar de Mármara, Alejandro logró en 334 a.C. su primera victoria contra el ejército persa.
Alejandro Magno, rey de Macedonia nacido en Pella en el año 356 a.C. y educado por Aristóteles, llevó a cabo una política expansionista tan rápida como exitosa. Nada más convertirse en el máximo gobernante de su pueblo dejó bien patentes sus intenciones de extender las fronteras de Macedonia. La lista de sus méritos militares es harto extensa, así que en estas líneas mencionaremos simplemente que conquistó Tracia e Iliria, dominó Tebas, venció a su gran enemigo Darío III, rey de los persas, conquistó Egipto, fundó Alejandría y siguió ampliando los límites orientales de su vasto imperio hasta llegar a la cuenca del Ganges, territorio que ya no pudo conquistar debido a la negativa de sus tropas a continuar con tal empresa.

Pero si Alejandro Magno merece ocupar un lugar destacado en la historia no es sólo por sus logros militares, que, por sí solos, ya le colocarían entre los más grandes personajes de todos los tiempos. Desde un primer momento, mostró gran interés por la cultura persa y una progresiva orientalización que si bien fue beneficiosa para su imperio le hizo cosechar no pocas antipatías entre su propia gente.

Ciertamente, la adopción del ritual persa en la corte y la ejecución de Filotas por haber criticado su acercamiento a Oriente nos muestran un Alejandro Magno demasiado fascinado por los símbolos del poder -no olvidemos que a su entrada en Egipto se hizo consagrar como hijo de los dioses-, aunque hemos de señalar que, gracias a él, los griegos recorren comarcas en otro tiempo hostiles y los orientales se dirigen a Grecia y dan a conocer directamente su civilización. Ello da inicio a una época de intercambio cultural, comercial y social como nunca había conocido la humanidad, una época sin duda de gran vigor que podría haberse prolongado si Alejandro no hubiera muerto a la edad de treinta y tres años.

Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.

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