El
mosaico conocido con el nombre de La
batalla de lssos es una magnífica réplica de una obra maestra pictórica
griega que se suele atribuir a Filoxeno de Eretria, aunque durante algún tiempo
se apuntó a Apeles como su autor. El maestro tebano-ático debió pintar el
fresco, una de las más admiradas obras de arte de la Antigüedad, hacia la época
en que murió su protagonista, a finales del siglo IV a.C., por encargo del rey
Casandro.
El precioso ejemplar se encontró en una de
las más opulentas residencias de Pompeya, la casa del Fauno. La célebre copia
pompeyana, de casi 3,5 metros de longitud y datada en el siglo III a.C. quedó
protegida por las cenizas y la lava del Vesubio siendo descubierta en 1831.
La hermosa copia muestra la victoria de
Alejandro sobre el rey persa Darío en la batalla de lssos, acaecida en el año
333 a.C. El triunfo del macedonio en esta batalla le abrió las puertas a la
conquista de Asia.
Los enfrentamientos militares entre Darío III
y Alejandro Magno fueron utilizados por los escultores, ceramistas y mosaístas
de la época. La figura del rey macedónico ejerció gran fascinación a lo largo
del tiempo: su representación en la iconografía bélica adquirió tanto éxito que
perdurará hasta la Roma imperial.
Llama la atención los magníficos logros
técnicos que nos muestra esta réplica romana, muy especialmente, la sensación
de profundidad, reforzada por las lanzas, y los fabulosos cruces de escorzos de
animales y figuras que resultan verdaderamente abrumadores.
Las figuras representadas alcanzan un doble
efecto. Por un lado, las líneas oblicuas de las lanzas, dirigidas hacia la
derecha, indican el sentido de la huida y la persecución, mientras que por otro
hay un valor espacial conseguido a través del suelo que se adentra hacia el
fondo teniendo, en primer plano, armas perdidas, representadas en perspectiva.
El grupo que forma el carro de Darío penetra profundamente hacia el interior
por la línea que marca el escorzo del caballo y por el movimiento del rey
persa, inclinado hacia delante.
Es una composición de extraordinario
dinamismo, que da una idea de las antiguas pinturas griegas. Los guerreros,
revueltos en un vasto tumulto, junto a caballos y armas, transmiten unas
intensas miradas dramáticas. Los movimientos de los personajes, cuya multitud
es sugerida por medio del bosque de lanzas que se levantan por encima de sus
cuerpos, son logrados con gran mérito.
La utilización de las sombras y de los
colores es muy completa. La perfección del dibujo tiene como complemento una
iluminación que refleja las caras de los combatientes y los músculos de los
caballos. Por primera vez, la luz procede de una fuente determinada, que
proyecta largas sombras hacia la derecha. Pero el cielo está ausente y el marco
paisajístico no se halla representado más que por un árbol de ramas desnudas.
El historiador del arte R. Bianchi
Bandinelli hace un parangón entre ésta y otras célebres batallas de la pintura
europea, comentando como aquí hay un preludio de las obras de Paolo Uccello y de Piero Della Francesca, aunque éstas presentan menor complejidad y menor libertad
de composición. El alto nivel de La
batalla de lssos no se encuentra hasta La
rendición de Breda de Velázquez.
La copia romana en mosaico de La batalla de
lssos, realizada en torno al año 325 a.C., se conserva hoy en el Museo de
Nápoles.
Fuente:
Historia del Arte. Editorial Salvat.
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