En
los sitios donde existía una abundante provisión de agua y un suelo fértil se
obtenían excedentes productivos y la población aumentaba y se formaban aldeas.
Vestigios de los más antiguos asentamientos con estas características se han encontrado en las fértiles llanuras aledañas a los ríos Éufrates y Tigris y en los márgenes del Nilo. Los rastros más antiguos se encuentran, justamente, al norte de la Mesopotamia. La densidad de la población mundial estimada antes de la Revolución agrícola no supera los diez millones de habitantes, elevándose el número, con el advenimiento del sedentarismo, a alrededor de trescientos millones, hace cuatro mil años. El hombre depredador que antes había consumido la totalidad de los alimentos que encontraba, convertido en agricultor logra producciones que le permiten la posibilidad de acumular excedentes. Se encuentra entonces ante la necesidad de crear medios para la conservación no sólo del almacenaje de alimento como previsión sino también de algunos granos escogidos para la futura siembra.
Además de la fabricación de recipientes,
primero de fibras vegetales y, una vez descubierta la alfarería, de barro, el
volumen de su patrimonio se elevó ostensiblemente, obligándolo a construir
sitios especiales, cubiertos de paja o estera, para la protección de sus
productos y su propio refugio.
Las primitivas construcciones
habitacionales estaban compuestas por pequeñas chozas de barro secado al sol,
cañas, leños o piedras. Asimismo, podemos hablar en principio de dos modelos de
territorialidad fundamentales. Uno de ellos es el modo circular, característico
de sociedades de costumbres aún con características nómadas, compuestas por
grupos que no tienen asentamientos prolongados sino estacionarios, y cuyos
movimientos estarían coaccionados justamente por la estacionalidad de recursos.
Otro modelo es el radial, en el cual se desarrolla un centro base donde se
realiza la mayor parte de las actividades humanas, sobre todo el descanso, y
alrededor del cual se establecen otros asentamientos satélites generados a
través de la explotación de recursos delimitados.
Las sociedades agrícolas, por tanto,
generan una importante evolución en la arquitectura de las viviendas. En
principio se trataba de chozas de planta circular con paredes laterales y techo
cónico, con uno o dos pilares de piedra enlucidos en yeso. Se considera que en
estos casos el hombre utiliza los primeros sostenes que constituirían el primer
concepto de columna. Las cabañas albergaban una o dos personas, y se
distribuían en círculo en torno a espacios centraIes vacíos. Las aldeas
contaban con espacios comunes utilizados para el almacenamiento. Se calcula que
este género de asentamiento podía albergar hasta cien personas. Aun así, se
trataba todavía de concentraciones de grupos con cierta movilidad, dependientes,
por ejemplo, de la agricultura de rozas, que obligaba al éxodo a causa de la
perdida de fertilidad de los terrenos sobre explotados. La organización de los
grupos no se encontraba aún estructurada en familias sino en torno a un sistema
donde la unidad social se componía por la sociedad entera. Comienza a
implementarse de esta manera la división del trabajo.
Con el crecimiento de este tipo de
aldeas y, proporcionalmente, el de los grupos familiares, el hombre trasciende
a la construcción de casas de planta rectangular. Los nuevos módulos pueden
albergar en su interior entre tres y cuatro miembros.
Todavía existen en este período
edificios comunes de almacenamiento, aunque, de manera gradual, comienzan a
abundar cabañas con espacios propios utilizados como almacenes. El número de
habitantes de este tipo de aldeas se elevaba a mil. Comienza a advertirse la
existencia de una familia nuclear en cada unidad habitacional. Muchas de estas
viviendas se encontraban erigidas sobre los fundamentos de anteriores edificios
circulares.
En el Neolítico danubiano, proyectado en Europa Central, se han hallado
pruebas de otra alternativa de asentamientos, con viviendas largas o
colectivas. Módulos de elevadas dimensiones, en general rectangulares, capaces
de albergar en su interior la totalidad de una familia extensa. Su estructura
se encuentra dividida por varias parcelas que permitirían espacios internos
para el uso de subfamilias nucleares.
La organización de los pueblos determinó
de esta forma la conducta social de los grupos humanos. Se debió recurrir pues,
a una administración determinada de tareas y roles. La construcción de canales,
diques y represas dependía del trabajo continuo y mancomunado de aldeas
enteras, e incluso hasta de conjuntos comunales. De esta manera surgió la
necesidad de una planificación y dirección que llevara a buen cabo Las obras.
El hombre procedió entonces a la creación de instituciones sociales, políticas
y económicas. Aparecieron líderes, jefes, árbitros que constituyeron las bases
de las primeras elites, y es probable que surgieran también las primeras
religiones formalizadas. Aparecen profesiones y clases. Este proceso es
conocido como Revolución urbana.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
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