La
domesticación de plantas y animales en el Neolítico
y el posterior desarrollo de la agricultura y la ganadería, generaron una
forma de explotación del medio que permitió el inicio del comercio exterior y
trajo consigo profundas modificaciones en la vida de cada día.
En el Neolítico, los espacios habitacionales son difícilmente separables de los de culto, que fueron institucionalizándose a medida que se establecían las formas de vida religiosa. El cambio de hábitat que supuso la sedentarización dio lugar a la aparición de poblados protegidos, con recintos privados y espacios comunitarios diferenciados, en los que puede observarse cierta preocupación por la decoración de los muros tanto interior como exterior y realizada con pinturas e incisiones.
En su función de decoración de viviendas
y santuarios, como puede observarse sobre todo en los de Próximo Oriente, la
pintura se incorporó al mundo de la vida diaria. Los principales motivos eran
geométricos, probablemente inspirados en la cestería, o figurativos,
representando animales (panteras, buitres, venados). Paulatinamente, las
manifestaciones pictóricas fueron adoptando una creciente tendencia hacia el
esquematismo en el trazo, y las composiciones se volvieron más animadas. Hacia
el final del Neolítico, aparece en
la península Ibérica la pintura conocida como esquemática, de gran
estilización.
Los seres naturales se convierten en
meros símbolos y la figura humana se reduce a la ejecución de dos o tres trazos
geométricos, generalmente se transforma en una línea vertical con círculos que
representa las extremidades, o en un triángulo con dos puntos para indicar los
ojos (Cueva de los Letreros en Almería, Tajo de las Figuras en Cádiz, ídolo de
la peña de Tú en Asturias y grabado de Mogor de la Ría de Pontevedra).
Hallazgos de hilos, cordeles, cuerdas, ovillos y algunos tejidos, hacen pensar
que ya hacia finales del Neolítico
Antiguo apareció también la primera industria textil, a partir del uso de
primitivos telares.
Los asentamientos junto a campos de
cultivo y los cambios en los hábitos culinarios obligaron a moldear y a cocer
la arcilla, para permitir utilizarla como recipiente de traslado y
almacenamiento de alimentos. Anteriormente, para ello se usaban calabazas vacías,
que podían contener agua pero no podían ponerse al fuego, y cestos de mimbre,
que no podían contener agua. Más tarde, estos recipientes de mimbre se
impermeabilizaron con la arcilla secada al sol o cocida al fuego. Se aprendió
luego a dar la forma a la arcilla mediante un esqueleto de mimbre muy simple,
que posteriormente no fue ya necesario.
Es por ello que las dimensiones y formas
de la primera cerámica son similares a las de las cestas, campanas o calabazas,
variando según la particular cultura que las producía. La decoración tendía a
ser geométrica y sencilla, adornando fundamentalmente los bordes.
La alfarería fue sin duda una aportación
fundamental para la vida de las poblaciones neolíticas. Las culturas cazadoras
no usaban las piezas de arcilla, que no les servían por su fragilidad,
prefiriendo las de mimbre o tejidos. Pero a los agricultores y ganaderos les
proporcionaba gran utilidad como almacenamiento de agua u otros productos.
La escultura está vinculada a las
prácticas funerarias y con el culto a la diosa madre. La mayoría de las
estatuillas antropomórficas más notables, caso de las halladas en Oriente
Próximo, tanto en Jericó como en Tell es-Sawwan y Catal Hüyük, o en Chipre, han
sido encontradas en el interior de fosas sepulcrales o de habitaciones
utilizadas para enterramientos. Pueden ser de piedra calcárea o volcánica,
alabastro, mármol, terracota o arcilla, y suelen tener restos de pintura roja,
utilizada para resaltar fundamentalmente las facciones del rostro, menos
detalladas en su modelado que el resto del cuerpo, y es probable que se tratara
de cierto tipo de retrato del muerto.
Por otra parte, se cree que estas
comunidades agrícolas rendían culto a la tierra, diosa madre, símbolo de la
fertilidad, como parecen atestiguarlo las estatuillas de figuras femeninas,
generalmente representadas desnudas, con las manos juntas delante del pecho o
sobre el vientre, muchas veces coronadas por una tiara o tocado, y de formas
voluminosas. Es frecuente también la representación de los estadios cruciales
del ciclo vital humano, como se observa en las figuras que aluden a la
concepción o al nacimiento, entre las que son habituales las de mujeres
embarazadas, o con un niño en brazos.
En los poblados neolíticos era frecuente
el enterramiento de los muertos. Los cadáveres se depositaban en fosas
practicadas en la tierra, envueltos en un lienzo, en una estera o en una piel
de animal, pero progresivamente fueron imponiéndose las sepulturas comunes,
ubicadas en zonas alejadas de los poblados. Estos ritos de carácter funerario
alcanzaron una expresión extraordinaria hacia la etapa final del Neolítico, con
la construcción de grandes moles conocidas con el nombre de megalitos, cuyos
significados no han sido aún completamente dilucidados: se trata de colosales
monumentos formados por piedras grandes y toscamente labradas, erguidas en
solitario o combinadas para formar una estructura. Los más antiguos datan de
mediados del V milenio a.C., y muchos de ellos se conservan en buen estado. Se
cree que eran levantados con fines religiosos, pero si para algunos
investigadores, como Gordon Childe, el megalitismo pone de manifiesto la
aparición de una nueva religión, para otros, se trata de la manifestación del
culto a los muertos propia de las culturas agrícolas y ganaderas del
Mediterráneo oriental. Los principales tipos de monumentos megalíticos son el menhir, compuesto por una gran piedra
clavada verticalmente en el suelo, que puede aparecer en grupos alineados, el dolmen constituido por varios menhires
sobre los que se apoyan horizontalmente otras grandes piedras, y el cromlech, un círculo formado por varios
dólmenes y menhires.
La función de los menhires es controvertida. Ha sido comprobado que determinados
alineamientos aparecen orientados hacia los equinoccios o solsticios, por lo
que a veces se los ha asociado con cultos solares y su carácter funerario es
dudoso, dado que sólo en ocasiones aisladas se han encontrado restos humanos en
sus bases. El conjunto megalítico más importante conservado es el de los
alineamientos de Carnac en Bretaña (Francia).
Los cromlechs
tuvieron también un sentido religioso, según indica, por ejemplo, la forma
circular de su planta, aunque no es fácilmente determinable su significado.
Generalmente aparecen orientados hacia la salida del sol, por lo que se cree
que fueron santuarios astrales o, incluso, rudimentarios observatorios
astronómicos. El más sorprendente de ellos es, sin duda, el de Stonehenge
(Inglaterra), construido a mediados del III milenio a.C.
Se sabe que el dolmen fue una construcción destinada a enterramientos colectivos y
de inhumación. Sus dimensiones y su tipología son muy variables, y suelen agruparse
según la configuración de su planta. En Europa, los dólmenes aparecen
concentrados sobre todo en áreas meridionales y occidentales, siendo muy
numerosos en el Cáucaso.
Fuente:
Texto extraído de Historia del Arte. Editorial Savat.
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