La composición de este
cuadro, colorista y etéreo como todos los de este artista, convierte al
observador, al igual que a las niñas retratadas en la esquina derecha del
lienzo, en espectadores del magnífico espectáculo que ofrece la naturaleza,
representada en todo su esplendor en un segundo plano, convirtiéndose a su vez
en el tema principal del lienzo. De nuevo, lo inmediato da paso a una reflexión
más profunda de la realidad que nos rodea. Algunos estudiosos de la obra de
Bonnard aseguran que a diferencia de Degas, cuya visión parece nacer de un
"contacto instantáneo", la de aquel se formó después de una
"larga presencia".
(Kunstmuseum, Berna)
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.
Fuente: Historia del Arte. Editorial Salvat.